Aristóteles
“mal entendido”: sobre algunas consideraciones tradicionales en torno a la
interpretación de la Ética a Nicómaco en la primera mitad del s. XIII*
Aristotle “Misunderstood”: On Traditional
Views on the Interpretation of the Nicomachean
Ethics in the Early Thirteenth Century
Violeta Cervera Novo
Universidad de Buenos Aires,
Argentina
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
violetacerveranovo@yahoo.com.ar
Resumen
Los primeros
comentarios sobre la Ética a Nicómaco de los maestros de Artes de la
Universidad de París (1230-1250), basados en una versión incompleta del libro de
Aristóteles (libros I-III), han sido objeto de algunas críticas. Estas críticas
suponen que el conocimiento fragmentario del texto, junto con el predominio de
un punto de vista teológico, llevan a los maestros a malinterpretar la Ética
de Aristóteles en un sentido “teológico”. Este trabajo propone contrastar
algunos puntos de estas críticas con los textos de los magistri artium a
fin de mostrar que este punto de vista no da cuenta adecuadamente del valor
filosófico de los primeros comentarios surgidos de la Facultad de artes de la
Universidad de París.
Palabras-clave: Universidad
de París – Maestros de Artes – Ethica utens – Ethica docens
Summary
The early
commentaries on the Nicomachean Ethics produced by the arts masters of
the University of Paris (1230-1250), based on a fragmentary version of
Aristotle’s text (books I-III), were the object of a number of criticisms.
These criticisms assume that the incomplete knowledge of the text, together
with the prevalence of a theological approach, led the masters to misunderstand
the Ethics in a theological sense. This paper proposes to compare some
of these criticisms with the texts of the magistri artium in order to
show that this point of view does not account adequately for the philosophical
value of the first commentaries stemmed from the Parisian Faculty of Arts.
Keywords: University of
Paris - Arts Masters - Ethica utens - Ethica docens
Recibido:
05/04/2017
Aceptado:
22/11/2017
La primera
recepción de la Ética a Nicómaco y la interpretación de Wieland
En 1215, la Ética a Nicómaco1
es incorporada al programa de estudio2
de la Facultad de Artes de la entonces naciente Universidad de París. Desde 1220,
los libros I a III son bien conocidos y citados con frecuencia, tanto por los
teólogos como por los juristas. Desde 1230 en adelante, el estudio de este
texto en la Universidad parece ser ya bastante regular, como lo indican los
seis comentarios anteriores a 1250 conservados hoy,3
junto con la detallada revisión que la Guía del estudiante (ca. 1240;
ed. Lafleur, 1992) ofrece de los primeros tres libros (los únicos conocidos
hasta 1246 y los únicos indicados como obligatorios desde 1255).4
En 1255, un estatuto interno de la Facultad de artes incorpora la Ética
a los contenidos obligatorios, otorgándole al menos seis semanas del calendario
oficial.5 Este período que media entre las
primeras menciones de la Ética y su inclusión en los programas de
estudio (1210-1215), por un lado, y la incorporación del texto a los contenidos
obligatorios (1255), por el otro, puede definirse como el de la primera recepción
de la Ética a Nicómaco.6
Esta primera recepción de la Ética
de Aristóteles ha sido caracterizada de diversas maneras. Una de las posiciones
más tradicionales (cuyos más recientes exponentes son G. Wieland [1981a, 1981b,
1982a, 1982b] y A. Celano [1986, 1995]) insiste en mostrar los aspectos en los
que estas primeras interpretaciones se alejan del verdadero7
sentido del texto, fallando en reconocer lo esencial de la propuesta
aristotélica. Este punto de vista señala la existencia de una “mala
interpretación” de la Ética que se da principalmente en un sentido
“teológico” y, de manera derivada, en sentido “praxístico”.8
Uno de los factores más importantes en la explicación de esta interpretación
deficiente del texto aristotélico es, desde este punto de vista, el carácter
incompleto de la traducción de la Ética: la ausencia de los libros IV-X
privaba a los primeros intérpretes de algunos pasajes clave del texto que
hubieran dificultado la compatibilización de la Ética de Aristóteles con
la ética cristiana.9 Una mirada general al trabajo de
estos dos autores deja la impresión de que se impone, a la hora de juzgar el
valor de los primeros comentarios sobre la Ética, un dudoso criterio:10
evaluar la capacidad de los comentadores de comprender el “verdadero” sentido
del texto aristotélico y detectar aquellos puntos en que la comprensión del
intérprete medieval ha fallado. Así pues, se trata de detectar, en una historia
lineal, cuál de estos comentadores es el primero en comprender la verdadera
naturaleza de la Ética, y de señalar las interpretaciones “erróneas” o
“ingenuas” que preceden lo que se considera una interpretación “correcta” del
texto. Se da así por descontado que el lector moderno, munido de distintas
herramientas, es capaz de acceder al verdadero sentido del texto o a lo que
podríamos llamar “el Aristóteles histórico” (lo cual va de suyo), dejando así
al lector medieval (cuyas herramientas filológicas son, en teoría, más
limitadas) en una posición de clara desventaja. Esta idea conlleva también el
peligro de pasar sobre los primeros comentarios a la Ética muy rápidamente,
sin profundizar un análisis que podría revelar su verdadero valor filosófico.
Una crítica global a este punto de
vista escapa al propósito de este breve trabajo, que se propone un objetivo más
modesto: contrastar algunas de las conclusiones de los trabajos de Wieland y
Celano con algunos textos medievales que, por permanecer inéditos, han sido
considerados en sus estudios muy fragmentariamente. Se prestará especial
atención a la Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem (ca. 1230-1240),
uno de los primeros cursos sobre la Ética, junto con el ya célebre Comentario
de París (ca. 1235-1240); también se analizará la Lectura cum
questionibus in Ethicam Novam et Veterem del anónimo conocido como Pseudo
Peckham (ca. 1240-1244) y, muy brevemente, la Expositio super Ethicam Novam
et Veterem de Robert Kilwardby (ca. 1245). Se espera así poner de relieve
el valor de las primeras interpretaciones de la Ética a Nicómaco, que
pasa a veces desapercibido.11
El malentendido
teológico
Ahora bien, antes de emprender el análisis de los
textos, conviene aclarar al menos brevemente en qué consiste esta “mala
interpretación teológica” y “praxística” de la Ética de Aristóteles. La
consecuencia principal de lo que podemos llamar el malentendido teológico
consiste en identificar, de manera “simplista” (Celano, 1991: 40), la felicidad
o eudaimonía aristotélica con el Dios cristiano, convirtiendo a la
felicidad en la noción “unificadora” de la Ética a Nicómaco (en
detrimento de la prudencia; Celano, 1995: 227) y haciendo de las virtudes
intelectuales virtudes cristianas, y de la mera contemplación, contemplación
cristiana, a la que se añade “el amor por el objeto de contemplación” (Wieland,
1982a: 659). La Ética a Nicómaco es en consecuencia “cristianizada” e
interpretada fundamentalmente según las “categorías teológicas” que son “guías
decisivas de la interpretación” (Wieland, 1982b: 677). Este predominio del
punto de vista teológico por sobre el punto de vista filosófico tiene, entre
otras consecuencias, la de malinterpretar la Ética en sentido
“praxístico” (Wieland, 1982a: 660-661): pues los primeros comentadores de la
obra “como teólogos, tenían una pobre opinión de la mera especulación, y
tendieron a interpretar la Ética como una guía para la vida virtuosa inmediatamente
aplicable” (orientada a alcanzar la felicidad, identificada con Dios) lo
cual equivale a “equivocar el carácter filosófico (i.e., científico) de
la disciplina” (Wieland, 1982a: 660-661). Incapaces de comprender la unidad de
los aspectos práctico y teórico de la Ética a Nicómaco, los primeros
intérpretes fallan en reconocer la imposibilidad de la Ética como
ciencia de “saltar” hacia la acción individual concreta (1981a: 594); esta
confusión se manifiesta en la tajante división entre los aspectos teórico y
práctico de la Ética, representada por la separación entre ethica
docens y ethica utens, claramente establecida por Alberto Magno12
y esbozada ya de manera bastante compleja en los comentarios anteriores
(Wieland: 1981a). La ethica docens, que se ocupa de la felicidad en
tanto objeto de la ciencia, está ligada al conocimiento puramente especulativo
de la felicidad y procede por el modo demostrativo (al menos según la
formulación de Alberto y del Pseudo Peckham), mientras que la ethica utens,
que procede por parábolas y ejemplos, se ocupa de la felicidad en tanto que
fin, dejando a la virtud en el lugar subordinado de un medio orientado a
alcanzar la felicidad. Los maestros explicaban así el excursus
metodológico de Aristóteles según el cual:
El presente estudio no es teórico como los otros (ya que investigamos no
para saber qué es la virtud, sino para ser buenos [...]); debemos examinar lo
relativo a las acciones, cómo hay que realizarlas [...] todo lo que se diga de
las acciones debe decirse en esquema (typo) y no con precisión (non
certitudinaliter) [...]13
La
centralidad de la noción de virtud en la primera recepción de la Ética a
Nicómaco
Una lectura atenta de los comentarios de los magistri
artium del período 1230-1245 muestra que el punto de vista que hemos
descripto no siempre es exacto y que resulta conveniente relativizar algunas de
las afirmaciones de Wieland y Celano.
Uno de los primeros elementos que se
debe poner en cuestión respecto de este punto de vista es la centralidad de la felicitas
como noción unificadora de la Ética. Puesto que estos comentarios
identifican la felicidad con Dios, la Ética parece subordinarse sin más
al punto de vista teológico; su estudio no constituye, al menos en sentido
pleno, una investigación racional autónoma. Esto es, al menos, inexacto. En
primer lugar, nada impide pensar que estos maestros de Artes puedan hablar de
la asimilación al primer principio en tanto que filósofos; en efecto, el primer
principio es nombrado frecuentemente como “Causa primera”, “Primera esencia”,
“Esencia superior” o “Sumo bien” y solo raramente como “Dios”.14
En segundo lugar, la investigación emprendida por el Filósofo en la Ética
resulta menos “teológica” y más filosófica (o incluso científica, para
continuar la equivalencia establecida por Wieland) cuando se pone el acento en la
noción de virtud (entendida en sentido aristotélico como hábito voluntario),
cuya centralidad es, en algunos casos, notable.
Tomemos por ejemplo el caso de la Lectura
de Avranches.15 Si consideramos su visión global
de la Ética a Nicómaco, esta es sin lugar a dudas una investigación
sobre las causas de la virtud (es decir, una investigación que busca un
conocimiento científico sobre la virtud). El maestro anónimo no se cansa
de repetirlo: lo anuncia en el Prólogo en forma de programa a seguir y lo dice
también al inicio de cada una de las partes de su comentario, aclarando en cada
caso cuáles son las causas de la virtud que ya se conocen y cuáles resta aún
determinar. Corresponde, entonces, a la Ética tratar sobre la causa
final de la virtud (la felicidad, libro I), sobre su causa material (las
operaciones, libro II), sobre su causa formal (la definición de la virtud según
su género y su diferencia específica, libro II) y su causa eficiente (la
voluntad, libro III):
En el primer libro se determinó la virtud en su disposición hacia la
felicidad y por sus diferencias. En el segundo libro, por otra parte, se trata
acerca de la virtud moral en cuanto a sus causas material y formal; mientras
que en el tercer libro <la virtud> es determinada en cuanto a la causa
eficiente.16
Otro tanto afirma el maestro al comienzo del
comentario al libro tercero: luego de recordar que las causas final, material y
formal de la virtud fueron tratadas en los dos libros precedentes, el maestro
anuncia que se debe determinar aún acerca de la causa eficiente, para que
conozcamos la virtud “en cuanto a todas sus causas”:
En los dos libros precedentes se trató acerca de la virtud en cuanto a
tres de sus causas: sobre el fin, como se determinó en el primer libro, que es
la felicidad; y, en el segundo libro, se determinó también sobre la causa
material, que es la necesidad, y sobre la forma [...]. Seguidamente, en este
tercer libro, <el autor> trata acerca de la virtud en cuanto a su causa
eficiente, que es la voluntad [...], para que <la virtud> sea así
conocida en cuanto a todas sus causas.17
El conjunto de la obra intenta entonces conocer la
virtud a través de sus causas, antes que constituir una guía que pueda
aplicarse de manera inmediata a la acción concreta. Se trata de una
investigación puramente especulativa acerca de la esencia de la virtud, cuyo
fin último es, sin embargo, ser aplicada a la acción (pero no de manera
directa).18 El anónimo Comentario de París es
otro ejemplo en el que se aprecia la importancia de la noción de virtud:
discutiendo, según parece, la opinión representada por la Lectura de
Avranches, el anónimo considera que la Ética se ocupa de las causas
final y eficiente de la virtud; la causa material es tratada en el De anima,
mientras que la causa formal es tratada en la dialéctica.19
El análisis de estos pasajes pone de manifiesto hasta qué punto la noción de
virtud (y especialmente la noción de virtud moral) ocupa un lugar central, y de
qué manera la Ética puede pensarse, desde un punto de vista
estrictamente filosófico, como un estudio científico de la virtud.
Ethica
docens, ethica utens:
algunas consideraciones sobre el problema metodológico
Todo esto nos lleva a otro aspecto del punto de vista
sostenido por Wieland. Considerando la Ética como una guía
inmediatamente aplicable a la acción, y a la contemplación como contemplación
cristiana, y no como mera especulación, los maestros establecen una tajante
división entre las dimensiones teórica (docens) y “aplicada” o práctica
(utens) de la virtud. Los maestros de artes distinguen efectivamente
entre estas dos dimensiones de la Ética; ahora bien, no está claro que
la metodología asociada al aspecto utens o “aplicado” de la Ética esté
verdaderamente ligada a la acción concreta (pese a que los maestros así lo
dicen); antes bien, parece que los métodos propios de la ethica utens se
orientan al conocimiento. La contemplación, por su parte, no es simplemente
considerada como lo que Wieland llama “contemplación cristiana”: los maestros
se cuidan bien de distinguir la contemplación como virtud intelectual
(contemplación amorosa del primer principio) de la contemplación puramente
especulativa propia de la filosofía natural y de la filosofía racional.20
Los maestros de Artes reconocen en
la Ética una doble finalidad, que se aprecia en uno de los muchos
discursos metodológicos de la Ética. Al principio del segundo libro,
Aristóteles afirma:
Puesto que la presente obra no es en vista de la contemplación, como las
otras, <y que>, en efecto, no investigamos qué es la virtud para saber,
sino para hacernos buenos [...], es necesario examinar lo tocante a las
operaciones <y> de qué manera hay que realizarlas.21
“Hacerse bueno” es, para los maestros, la finalidad principal
de la Ética, que prima sobre la finalidad puramente especulativa. Ahora
bien, la concepción de la virtud intelectual como contemplación amorosa del
Primer principio lleva a los maestros a un problema: no parece posible que el
fin “hacerse buenos” sea superior a la contemplación afectiva de Dios. El
problema es resuelto, en general, mediante la distinción de las dos nociones de
contemplación que hemos mencionado:22
considerando la contemplación como pura especulación (de manera que la
expresión “como las otras” refiere a las filosofías natural y racional), el
estudio de la Ética tiene por fin principal el hacerse buenos (siendo el
conocimiento especulativo de la virtud [ut sciamus quid est virtus] un
fin subordinado); considerando la virtud intelectual como contemplación
afectiva del primer principio, el “hacerse buenos” es la finalidad común de las
virtudes intelectuales y morales, estando las segundas subordinadas a las
primeras (la virtud moral es, entonces, el medio para unirse al Primer
principio por la virtud intelectual). Siguiendo esta misma distinción, Pseudo
Peckham considerará que Aristóteles se refiere en este pasaje a la pura
especulación y no a la virtud intelectual23
(pues la Ética a Nicómaco no trata del fin “universal” de la ciencia
civil, sino solo del fin de la virtud moral, hacerse buenos).24
Esta doble finalidad de la Ética
determina la existencia de una doble metodología. Por una parte, la Ética
nos provee de un conocimiento meramente especulativo de los asuntos morales: es
por eso que Aristóteles emprende en los capítulos 4 y 5 del libro II la
definición de la virtud por su género y su especie, definición que corresponde
a un conocimiento científico de la virtud, que procede con el método
habitual de la ciencia: división, definición, argumentación (divisio,
diffinitio, collectio).25
Desde este punto de vista, es decir, según el modus docens (de acuerdo
con la terminología de la Lectura de Avranches) o in docendo
(según la terminología usada por el Pseudo Peckham), la Ética no difiere
de las otras ciencias26 y es, como ellas, contemplationis
gratia. La definición de los principios morales parece hacerse, desde este
aspecto, según lo que es primero en sí (o per priora) y por el modus
subtilis o certitudinaliter (términos que se oponen a los modos de
proceder no demostrativos y que se orientan especialmente a quien desea
“conocer la filosofía moral”). Ahora bien, la Ética pretende, in utendo,
instruir a quien quiere “hacerse bueno” y debe por tanto desempeñarse en
relación con las circunstancias singulares, variables e inestables:27
a ellos se orienta una forma de proceder grossa (es decir, no
demostrativa), typica (es decir, que procede por parábolas, ejemplos y
de manera figurada) e incerta (porque no alcanza la certeza del método
demostrativo). A este aspecto de la ética se adecúa también la inducción, que
construye, a partir de lo particular, una intelección común. Todos estos
métodos proceden evidentemente a partir de lo que es primero para nosotros (o per
posteriora).28
Este segundo aspecto de la Ética,
su dimensión “aplicada” o utens, parece plantear algunos problemas en
relación con lo que se ha dado en llamar el “malentendido praxístico”. La Ethica
utens está ligada a la finalidad principal de la Ética, “hacerse buenos”;
los maestros reconocen la superioridad de esta finalidad por sobre la mera
especulación y, en consecuencia, admiten que la metodología propia de la Ética
es el modus typicus, grossus, incertus, parabolicus, exemplaris (según
los distintos términos utilizados).29
Ahora bien, un análisis de los textos muestra que todas estas metodologías no
se enfocan tanto en la aplicación de los principios generales a la acción
singular, sino a algo muy diferente: por un lado, obtener los principios
generales y las definiciones por los cuales se construye el conocimiento sobre
la virtud a partir de los casos particulares, por inducción; por otro lado,
conocer más fácilmente, por medio de parábolas o similitudes tomadas en lo sensible,
las realidades “inteligibles” (entre las que la Lectura de Avranches
cuenta la virtud) “cuyo aspecto singular no se conoce por los sentidos”.30
En la Lectura de Avranches esto resulta particularmente evidente: el modus
parabolicus y exemplaris no está directamente vinculado a la acción
moral, como pretende Wieland (1981a: 597) y como lo afirma el propio maestro.
Lo mismo parece aplicarse al comentario de Kilwardby, donde el modus
exemplaris es asimilado al razonamiento a partir de premisas que son
verdaderas en la mayor parte de los casos (ut in pluribus)31
y las similitudes empleadas para mostrar, a través de lo sensible, la verdad de
proposiciones universales.32
Por su parte, en su Lectura
sobre la Ethica Nova, el Pseudo Peckham describe así la función del
conocimiento que se obtiene a partir del estudio de los bienes sensibles: el
conocimiento (cognitio) no es el fin de la filosofía civil o moral, sino
el ser buenos; y como nos hacemos buenos por las operaciones, debemos
determinar acerca del bien óptimo (perseguido por estas operaciones) mediante
una comparación con las operaciones y los bienes sensibles: viendo a alguien obrar
bien, suponemos que participa de algún modo del bien óptimo.33
El objeto de la ciencia civil son estos bienes sensibles, gracias a los cuales
el bien óptimo “se afirma de cierta manera en nosotros”. El conocimiento propio
de la ciencia civil se obtiene a partir de las cosas posteriores en sí, mas
primeras para nosotros; mientras que la ciencia especulativa conoce su objeto a
partir de lo que es primero en sí: he aquí la diferencia que conduce a
distinguir entre el procedimiento in utendo e in docendo; ahora
bien, ninguna de estas formas de proceder permite deducir, en cada caso
particular, qué acciones deben ser realizadas y cuáles evitadas.
Así pues, podemos afirmar que la ethica
utens no corresponde a un procedimiento que tiene por fin la aplicación
inmediata de los principios morales a la acción concreta y que deriva en una
serie de instrucciones dirigidas a obtener una vida feliz; se trata simplemente
de un conocimiento de las realidades morales (la virtud, en el caso del anónimo
de Avranches; el bien óptimo en el caso del Pseudo Peckham) a partir de la
observación de la realidad sensible. Si la aplicación a la acción concreta es
contemplada por los maestros de alguna forma, es sin duda en relación con la
prudencia, virtud que parece poder unir los aspectos teórico y práctico de la
Ética y que, desprovistos del libro VI, los primeros comentadores desarrollan a
partir de otras fuentes. Pero este aspecto (que dejamos aquí a un lado por
exceder muy ampliamente los límites de un trabajo tan breve) no es vinculado
por los maestros al problema metodológico que deriva de la doble finalidad de
la Ética.
Conclusiones
La brevedad de este trabajo no permite decir más. Para
concluir, y en virtud de los textos que aquí hemos analizado, podemos
simplemente decir que, aunque fundacional, el análisis propuesto por Wieland y
seguido casi sin alteraciones por algunos historiadores de la filosofía34
debe ser revisado a la luz de un estudio más profundo de las fuentes
manuscritas. Resultaría sin duda muy provechoso, además, el poder aproximarse a
estos textos sin el prejuicio que implica suponer de antemano una comprensión
deficiente o una actitud ingenua por parte de los primeros comentadores
medievales, cuya comprensión del texto, como mencionamos al principio, no deja
de aproximarse en algunos puntos a algunas interpretaciones contemporáneas que
no osaríamos calificar de “deficientes” o “ingenuas”. La revisión de estos
textos, puesta ya en marcha por algunos especialistas (Tracey, 1999; Buffon,
2017), se verá beneficiada por las nuevas ediciones de los primeros comentarios
sobre la Ética a Nicómaco que verán la luz en los años venideros.
Bibliografía
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** N. de la A.: este trabajo se basa parcialmente en los
resultados de la tesis doctoral “Éthique et logique au XIIIe siècle:
problèmes logico-épistémologiques dans les premiers commentaires artiens
(1230-1250) sur l’Éthique à Nicomaque. Étude doctrinale, édition critique sélective et
traduction française de l’anonyme Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem
(ca. 1230-1240)”, defendida en 19 de junio de 2017 en la Facultad de Filosofía
de la Université Laval (Québec, Canadá), disponible en http://theses.ulaval.ca/archimede/meta/33516,
y en la ponencia “Aristóteles ‘mal
entendido’: respuesta a algunas consideraciones tradicionales sobre la ciencia
moral en la primera mitad del s. XIII”, presentada en el marco de las XV Jornadas
internacionales de Estudios medievales, organizadas por la Sociedad
Argentina de Estudios Medievales y el Instituto Multidisciplinario de Historia
y Ciencias Humanas (conicet), del
5 al 7 de septiembre de 2016. Las transcripciones de los textos de Pseudo
Peckham que no corresponden a ninguno de los textos editados citados en la
bibliografía fueron generosamente cedidos por la profesora V. Buffon.
1 Los diez libros de la Ética a Nicómaco de
Aristóteles fueron recibidos en el Occidente latino medieval en diversas
etapas. Antes de 1246 los maestros de Artes de la Universidad de París no
conocían sino los primeros tres libros, en la traducción latina de Burgundio de
Pisa (ca. 1150; cf. Bossier, 1997): los libros II-III (cuya traducción se
conocía como Ethica Vetus y que circulaba desde fines del siglo XII) y
el libro I (o Ethica Nova, utilizado desde 1220; Gauthier, 1970;
Bossier, 1997). Cabe señalar que aún después de 1255 se seguía indicando
solamente el estudio de los tres primeros libros (pese a que ya se disponía de
la traducción completa de Roberto Grosseteste; cf. CUP, vol. I, n. 246,
p. 278). Los cursos sobre la Ética tenían lugar en los días de fiesta y
eran, muy probablemente, parte de los cursos optativos.
2 Sobre la incorporación de la Ética a los
programas oficiales, ver CUP, vol. I, n. 20, p. 78.
3 Estos comentarios son: (1) La Lectura Abrincensis
in Ethicam Veterem (1230-1240); (2) el Comentario de París (o Lectura
in Ethicam Novam et Veterem; 1235-1240), parcialmente editado (Zavattero,
2012; Gauthier, 1975); (3) el anónimo Comentario de Nápoles sobre la Ethica
Nova (1225-1240), editado por M. Tracey (2006); (4) la Lectura cum
questionibus in Ethicam Novam et Veterem (ca. 1240-1244) de Pseudo Peckham,
parcialmente editado por Buffon (2011, 2017, entre otros); (5) la Expositio
super Ethica Nova et Vetere de Robert Kilwardby (ca. 1245); (6) un
comentario anónimo sobre la Ethica Vetus conservado en el ms. París,
Bibliothèque nationale de France, lat. 3572, f. 186ra-187vb. Remitimos al
lector a la Bibliografía, donde encontrará las referencias correspondientes a
algunos de los manuscritos que contienen los textos (1), (2), (4) y (5).
4 Por ejemplo, el problema de las virtudes infusas, que
los maestros mencionan solo para aclarar que se trata de un tema cuya discusión
corresponde al teólogo.
5 CUP,
vol. I, n. 246, p. 278: “Ethicas ad quatuor libros in xij septimanis, si cum
alio legantur; si per se non cum alio, in medietate temporis”. Resulta
verosímil pensar que este estatuto no hacía sino consolidar una serie de
prácticas que ya tenían lugar, con el fin de regular el tiempo efectivamente
dedicado a los contenidos obligatorios (cf. Lafleur, 1998: 402, 407). La
división en cuatro libros indicada en el estatuto no hace referencia al libro
cuarto de la Ética sino al libro tercero, que era frecuentemente dividido
en dos o más partes.
6 Así, consideramos que la recepción de la traducción
completa de la Ética a Nicómaco en 1246 no es el único factor
determinante a la hora de distinguir diferentes etapas en la recepción del
texto (al menos, en lo concerniente a la Facultad de Artes de la Universidad de
París). La Divisio scientiarum de Arnoul de Provence (ca. 1250-1260) es
un claro ejemplo: pese a que evidentemente conoce la traducción completa de la Ética
y los comentarios griegos que la acompañan (explícitamente citados), su
interpretación se centra en los primeros tres libros, y guarda una fuerte
relación con las interpretaciones de los maestros de Artes del período
1225-1245 (ajustándose así a los contenidos del estatuto de 1255). Sobre este
problema, ver la edición de Lafleur (1988), junto con el estudio doctrinal que
la precede.
7 Es decir, del sentido dado por un “Aristóteles
histórico” (que es, desde nuestro punto de vista, imposible de alcanzar) o de
lo que podríamos llamar una interpretación “correcta” del texto.
8 G. Wieland habla, en efecto, de lo que él llama
“theological misinterpretations” (1982b: 658-659); encontramos también la
expresión “praktizistisch mißverstanden wird” (1981b: 116).
9 G. Wieland afirma que “In commentaries written before
the whole Nicomachean Ethics was translated (ca. 1246-7) is on
the whole the theological view which prevails” (1982b: 658); “This
misinterpretation of the intellectual virtues is easily explained by the
fact that these Latin writers knew only the first three books of the Nicomachean
Ethics” (1982b: 659; cursivas nuestras). Celano, por su parte, ve en la traducción completa de
Grosseteste el factor que desencadena el precipitado fin de lo que él considera
un período de armonía entre la ética filosófica y la ética cristiana (Celano,
1986: 19).
10 Bien caracterizado en el reciente libro History of
Philosophy in Reverse (Ebbesen et al., 2014: 7-8), que propone una
superación de este enfoque.
11 Pese
a que algunos lectores modernos han avanzado hacia interpretaciones del texto
de la Ética que se acercan sorprendentemente a algunas de las primeras
interpretaciones de los maestros de artes, que no tenían acceso ni al texto
griego ni a los capítulos IV-X. Parece, entonces, que la capacidad de estos
primeros intérpretes está lejos de poder ser cuestionada y que, como sugieren
en su Prefacio los autores de History of Philosophy in Reverse (Ebbesen
et al., 2014: 8), debemos considerarlos “[...] exactly as colleagues [...] with
an equally valid prima facie claim to be good guides to an understanding
of his [= Aristóteles] thought as that advanced by modern scholars”. Para una
lectura sobre el problema metodológico de la Ética que coincide en gran parte
con la de los maestros de artes, ver Reeve (1991: 22-30). Reeve sostiene que el
más estricto conocimiento demostrativo es posible en la Ética; esta
posición puede acercarse a varios de los desarrollos de los maestros de artes.
Para una lectura del problema distinta a la de Wieland y Celano, ver, además de
Ebbesen et al. (2014), Buffon (2010, 2017), Lafleur (1994) y Tracey (1999),
entre otros.
12 Alberto
Magno, Super Ethica, Prologus, (ed. Kübel, 1968: 4): “Dicendum quod dupliciter potest
considerari scientia ista: secundum quod est docens, et sic finis est scire;
vel secundum quod est utens, et sic finis est ut boni fiamus”.
13 Aristóteles, Ética a Nicómaco, II,2, 1103b26
et ss. (trad. Pallí Bonet, 2000: 54-55).
14 En efecto, este elemento puede ser ajeno a la Ética
de Aristóteles, pero es claramente de origen filosófico (aunque los pensadores
cristianos lo hayan retomado). Lo que es más, esta misma idea de la felicidad
como asimilación al primer principio que actualiza al mismo tiempo las
potencias especulativa y motora estará también presente en la segunda recepción
de la Ética (desde 1250 en adelante) y será una de las características
más marcadas del aristotelismo llamado “radical” o “heterodoxo”, que algunos
han mostrado como opuesto a la moral cristiana. La idea de la contemplación del
primer principio seguida de afección se sustenta también (en los maestros de
Artes) en fuentes como Avicena. Así Pseudo Peckham, por ejemplo, admite la
posibilidad de conocer el primer principio por sus efectos, es decir, por los
signos evidentes en los que este se manifiesta. Sobre este punto, resulta
esencial el artículo de Buffon (2010).
15 Este curso sobre la Ética trata sobre los
libros II y III (o Ethica Vetus); es muy posible que incluyera
originalmente un comentario sobre el libro I (o Ethica Nova), hoy
desaparecido. Las evidencias que apuntan a la existencia de un comentario sobre
el libro I se analizan en nuestra tesis de doctorado (Cervera Novo, 2017: 59-61).
16 Anónimo, Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem,
Prólogo, § 20 (ed. Cervera Novo,
2017: 212): “Est autem in primo libro determinata uirtus in ordinatione ad
felicitatem et per suas differentias. In secundo autem libro determinatur de
uirtute consuetudinali quantum ad causam materialem et formalem eius. In tertio
uero determinatur quantum ad causam efficientem”.
17 Anónimo, Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem,
Lectio VIII, A, f. 108r: “Determinatum est in duobus libris
precedentibus de uirtute quantum ad tres causas eius: de fine, ut determinatum
est in primo libro que est felicitas; in secundo uero determinatum est de causa
materiali que est necessitas et de forma [...]. Consequenter, in hoc tertio
libro determinat de uirtute quantum ad causam efficientem que est uoluntas
[...], ut sic cognoscatur quantum ad omnes sui causas”.
18 Así, el maestro considera, por ejemplo, que lo
voluntario y lo involuntario son principios que se deben conocer para
determinar, en lo concreto, aquello que se debe elogiar y censurar. Cf.
Anónimo, Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem, Lectio VIII, A, f.
108v: “Vna uero ratio est ex hoc quod oportet moralem cognoscere in quibus
operacionibus debeatur laus et in quibus uituperium et in quibus innocentia et
in quibus pena; hoc autem secundum uoluntarium et inuoluntarium cognoscitur;
necessese est ergo determinare uoluntarium et inuoluntarium”.
19 Anónimo,
Lectura in Ethicam Veterem (Comentario de París), P, f. 153vb:
“Possit aliquis dubitare, cum uirtus habeat causam materialem et causam
formalem, sicut efficientem et finalem, quare determinat in morali scientia de
uirtute in comparatione ad causam finalem et efficientem, et non in
comparatione ad causam materialem et formalem”. Anónimo, Lectura in Ethicam
Veterem, ms. París, Bibliothèque nationale de France, 3804 A (= P),
f. 153vb: “Possit aliquis dubitare, cum uirtus habeat causam materialem et
causam formalem, sicut efficientem et finalem, quare determinat in morali
scientia de uirtute in comparatione ad causam finalem et efficientem, et non in
comparatione ad causam materialem et formalem. Ad hoc dicendum quod uirtus, si
habet materiam, aud illa materia est materia in qua audest materia ex qua.
Materia ‘in qua’ uirtutis scilicet subiectum est anima et illa determinatur et
debet determinari in libro De anima, et non hic. Virtus autem non habet aliam materiam, quia
operationes non sunt materia uirtutis. Ex operationibus enim fit uirtus et ex uirtute item eliciuntur operationes,
sed idem non potest esse materia et efficiens. Et sic patet quod operationes
non sunt materia ex qua est uirtus. Et similiter non habet forma nisi ‘forma’
dicatur sicut diffinitio est forma diffiniti. Vnde uolunt dicere quidam quod in
ista scientia determinat Aristotiles de uirtute in comparatione ad causam
formalem, quia ponitur hic eius diffinitio, qua sumitur a causa formali. Sed
hoc nihil est, quia forma que est diffinitio non pertinet ad moralem, sed ad
dialecticum potius. Et sic patet quod non debet determinare de uirtute in
comparatione ad causam materialem uel formalem”. Estas afirmaciones del maestro anónimo resultan algo
ambiguas: aunque el estudio de la definición es reservado al dialéctico, el
maestro se ocupa sin embargo de estudiar la definición de la virtud en otras
secciones del comentario; ver por ejemplo P, f. 243: “In presenti autem
lectione inquirit diffinitionem ipsius uirtutis quantum ad genus, et ostendit
quod uirtus est habitus genere. Et
enumerat tria que sunt in anima scilicet potentiam, habitum et passionem. Et
cum uirtus non sit passio nec potentia, concludit uirtutem esse habitum”.
20 Cabe
aclarar que los maestros dividen la filosofía según la tripartición de origen
estoico en moral, dialéctica y física (o natural), división que combinan de
manera diversa con otros sistemas (como la división aristotélica de las
ciencias).
21 Aristóteles, Ética a Nicómaco II, 2
(1003b25-30), trad. Burgundio de Pisa, ed. Gauthier (1972:6-7, l. 25-3):
“Quoniam igitur presens opus non contemplacionis gracia est, quemadmodum alia,
neque enim ut sciamus quid est virtus scrutamur, set ut boni fiamus [...],
necesse est scrutari ea que circa operaciones, quomodo faciendum eas [...]”.
Nuestra traducción.
22 Anónimo,
Lectura in Ethicam Veterem (Comentario de París), P, f.
157ra: “Primo dicit quod presens opus non est contemplationis gratia
etc. quemadmodum alia; et queritur quid supponitur per hoc nomen ‘alia’,
et est duplex opinio. Ex <prima>
o<pinione> potest dici quod per hoc nomen ‘alia’ supponitur naturalis
philosophia et rationalis, et propter hoc dicit <quod> non est ethica
speculationis gratia quemadmodum alia, hoc est naturalis et rationalis. Aliter
potest exponi quia por hoc quod dicit ‘alia’ possunt (possunt sP]
possunt uel sP) supponi uirtutes intellectuales. Virtus enim
intellectualis contemplationis gratia est, et non ut boni fiamus, et debet
sicloqui (loquiscr.] logiP) quemadmodum alia [quemadmodum alie];
uirtutes intellectuales sunt contemplationis gratia”; Anónimo, Lectura
Abrincensis in Ethicam Veterem, Lectio II, § 34 (ed. Cervera Novo,
2017: 227): “Cum dicit: causa contemplationis, intelligitur ibi cognitio
generaliter, que est intellectus speculatiui, et hoc uidetur per hoc quod
dicit: quemadmodum alia, si per ‘alia’ supponatur opus naturalis
philosophie et rationalis. Et tunc cum dicitur: ut fiamus boni, erit
finis communis moralis philosophie”.
23 Pseudo
Peckham, Lectura cum questionibus in Ethicam Novam et Veterem, Lectio XXIV,
F, f. 38vb, O, f. 32rb: “Item uirtus intellectualis attenditur in
cognitione (cognitioneO] conitioneF) et dilectione summi boni.
Quod quid est per se finis [sed] respectu illius proprie est contemplatio. Ergo secundum hoc quicquid intenditur (intenditurO]
bis F) in morali negotio ordinabitur ad contemplationem quare morale
negotium erit contemplationis gratia. Si dicatur quod contemplatio, dicendum
est una autem que nichil aliud quam cognitio rerum naturalium siue finis eius;
alia uero est (estF] om.O) que est actus siue finis uirtutis
intellectualis. Et loquitur hic de prima et non de secunda”.
24 Pseudo
Peckham, Lectura cum questionibus in Ethicam Novam et Veterem, Lectio
XXIV, F, f. 38vb, O, f. 32rb: “[...] et si dicatur querendo quare non
dicit contemplationem hoc modo esse finem huius doctrine, dico quod non
determinat hic finem uniuersalem moralis scientie siue ciuilis, sed finem
moralis inquantum considerat uirtutem consuetudinalem; huiusmodi autem non est finis
per se contemplatio illo modo, sed remote (remoteF] rem O) et ex
consequenti. Sed bonum fieri est
proximius finis eius, et ideo dicit presens fieri ut bonum fiamus, et non
gratia contemplationis”.
25Anónimo, Lectura in Ethicam Veterem (Comentario
de París), P, f. 243vb: “In presenti autem lectione inquirit
diffinitionem ipsius uirtutis quantum ad genus, et ostendit quod uirtus est
habitus genere. [...] Et presens lectio diuiditur in .iii. (.iii. sP]duas
pP) partes. In prima parte enumerat tria que sunt in anima,
scilicet potentiam, passionem et habitum. In secunda parte diffinit unumquodque
horum scilicet passionem, habitum et potentiam. In tertia parte ostendit
quod uirtus non est passio neque potentia, et ideo concludit quod uirtus
de necessitate est habitus”. Cursivas nuestras.
26 Pseudo
Peckham, Lectura cum questionibus in Ethicam Novam et Veterem, Lectio
IV, § 28(ed. Buffon, 2017:292): “Respondendum quod illa scientia et est
scientia et est actiua; et determinat modum procedendi quem habet non inquantum
scientia, sed inquantum actiua. Et quantum ad hoc non debet diffinire sed
inquantum scientiam. Vel potest dici quod diffinitio quam assignat hic non est
diffinitio sed potius descriptio quedam et per priora solum quo ad nos. Vnde
hoc non aufert modum grossum et typicus. Sed contra predictam solutionem
obicitur. Si determinat modum procedendi in quantum est actiua, quare non
determinat similiter in quantum est scientia? Et potest dici quod dictus
modus idem est cum aliis. Vnde omnis scientia in quantum scientia habet
uniformem et tunc similem modum procedendi”. Cursivas nuestras.
27 Anónimo, Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem, Lectio
II, § 15 (ed. Cervera Novo, 2017: 221): “Deinde dicit quod sermones sunt
inquirendi secundum materiamet propter hoc typo oportet dici et non
certitudinaliter. Videtur habere dubitationem eo quod de probabilibus siue
de sophisticis est modus docendi, et similiter est de moralibus in hoc libro:
[non]certitudinalis modus determinat enim propria principia consuetudinalis
uirtutis in genere et in specie. Ad quod dicitur quod per hanc doctrinam potest
instrui aliquis qui intendit habere cognitionem moralis philosophie. Et apud
ipsum est certitudinalis modus; et potest iterum instrui operans qui intendit
fieri bonus, et ei expedit modus exemplaris et parabolicus. Et propter hoc
utrumque modum tenet in hac doctrina, principaliter uero typicum, quia principaliter
intendit instrui <eum qui> operat circa singularia; etsi hoc, dicendum
est de modo docente”.
28 Anónimo, Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem,
Lectio V, § 1 (ed. Cervera Novo, 2017: 243): “Causa uero formalis <uirtutis
consuetudinalis> uel cognoscitur in uniuersali uel particulari. Docet ergo cognitionem cause formalis, primo autem in
universali, deinde in particulari, ut construatur intellectus communis; ex
parte qua est aptus [est] instrui uel ex prioribus quo ad nos, uel ex prioribus
quantum ad intellectum [...]”.
29 Pseudo Peckham, Lectura cum questionibus in Ethicam
Novam et Veterem, F, f. 8rb: “Deinde quia posset aliquis querere non quid
omnis doctrina habet eumdem modum procedendi dicit quod non, dicens: certum
enim, quasi diceret bene dico quod doctrina ciuilis debet determinare de
optimo siue de felicitate, per compartionem ad bona sensibilia, et non per
priora sicut alie doctrine [...]. Deinde docet modum procedendi in speciali
siue specificando dicens ita determinandum est de felicitate siue de bono
optimo: ergo amabile id est conueniens erit demonstrare ueritatem,
id est notificare istud uerum bonum grosse, id est per comparationem ad
bona sensibilia, et typo id est exemplariter uel typo, id est
translatiue, quia bonum moris per quamdam translationem sumitur a bono nature
sicut uirtus moralis a uirtute naturali”.
30Anónimo, Lectura Abrincensis in Ethicam Veterem,
Lectio II,§ 51 (ed. Cervera Novo, 2017: 232): “[...] intendit esse
uirtutis in medietate esse rem obscuram. Est enim uirtus res intelligibilis
cuius singulare non est notum in sensu. Et cum dicitur ‘in medietate’, per
proportionem sit sermo de ea. Et sic sermo est obscurus, tum ratione rei
significate, tum ratione modi significandi eam. Manifesta uero testimonia dicuntur tum ratione rei,
tum ratione modi significandi. Sumitur enim similitudo in sanitate et
fortitudine corporis, que sunt res manifeste”.
31 Robert
Kilwardby, Expositio super Ethica Nova et Vetere, ms. Cambridge,
Peterhouse 206 (= C), f. 286vb: “[...] subiungit etiam alios duos modos
speciales dicendo quod amabile est determinare de hiis concludendo de hiis que
uidentur ut in pluribus et per hoc significat modum colligendi. Amabile est iterum explicare unumquodque dicendorum, et
est explicatio unius per multa ; et ita significat modum distinctiuum et
diuisiuum; uel potest per hoc intelligi modus positivuus exemplorum, et hoc est
ex hiis que sepius”.
32 Por ejemplo, la proposición universal “Toda virtud
perfecciona al que la posee” se muestra por inducción, a partir de los ejemplos
particulares de la virtud del ojo y de la del caballo; cf. Robert Kilwardby, Expositio
super Ethica Nova et Vetere, C, f. 297vb: “[...] et hoc ostendendo
hanc uniuersalem propositionem: ‘omnis uirtus perficit habens ipsam et opus
eius bene reddit’, circa quam sic procedit: primo ponit ipsam, et hoc est dicendum
igitur etc. Secundo inductiue ostendit, inducens in uirtute occuli et
uirtute equi similiter dicens intelligi in aliis, et hoc est uerbi gratia.
Venantis partibus diffinitionis, consequenter concludit
totam diffinitionem dicens quod uirtus hominis universaliter est habitus a quo
homo bonus perficitur et opus eius bene reddere”.
33 Anónimo (Pseudo Peckham), Lectura cum questionibus in
Ethicam novam et veterem, lectio IV, F, fol. 8ra: “Vnde cognitio non
est finis doctrine ciuilis uel moralis sedmagis esse bonum uel fieri, et quia
boni fiamus per operationes, determinatio boni optimi quod hic intenditur debet
fieri per comparationem ad operationes et ad bona sensibilia [...] uidentes
enim aliquem bene operari ex hoc presumitur eum participari (corr. ex participatmur.)
bonum optimum. [...] hic uero
substantia dicitur bonum sensibile per quod bonum optimum stat et firmatur in
nobis”.
34 Si bien Ebbersmeyer (2010) y Köhler (2000) rectifican
algunos aspectos de esta lectura, se limitan (en lo que concierne a la cuestión
que tratamos aquí) a citar los mismos fragmentos manuscritos citados por
Wieland; así, Ebbersmeyer reproduce la distinción entre ‘lehrende’ y
‘angewandte’ explicitada por Wieland (2010: 29-30), mientras que Köhler
reproduce (algo más exactamente que Wieland) la distinción metodológica entre
los modi typicus, figuralis y exemplaris que aparece, entre otros
textos, en la Lectura de Avranches (2000: 416 et ss.).