Reflexiones sobre los destinatarios de Seniloquium: fuentes doctrinales y saberes
compartidos
Some reflections on Seniloquium’s audience: doctrinal sources and shared
knowledge
Resumen
Seniloquium, obra datada a finales del siglo XV, es la primera colección manuscrita de
refranes en la historia del pueblo castellano. En ella aparecen compilados casi
quinientos refranes de uso corriente en la época, acompañados por glosas de
carácter explicativo, compuestas por el autor-compilador, con un propósito
didáctico. Aunque la autoría de la obra aún está en discusión,
podemos acordar en que el autor intelectual fue un clérigo, es decir, un
hombre de amplia competencia cultural, cuyos saberes provienen tanto de su
formación universitaria como de su vida eclesiástica. En este sentido, la
doctrina cristiana resulta ser una referencia fundamental para la interpretación
de este refranero, no solo por la recurrencia del autor a principios dogmáticos
para explicar el sentido que les atribuye a las distintas paremias, sino
también por la utilización de múltiples fuentes
escritas doctrinales para refrendar estos sentidos, y, especialmente, por
la marcada presencia de referencias bíblicas en las glosas.
En el presente artículo nos detenemos en el análisis
de los usos de las referencias bíblicas y las fuentes doctrinales
religiosas, tanto de la patrística como de otras autoridades fundamentales del
cristianismo. Proponemos como hipótesis que el uso que el autor-compilador hace
de estas fuentes escritas contribuye a delinear el perfil del destinatario
ideal de Seniloquium: un lector que, tal
como el autor, pertenece al ámbito eclesiástico y comparte su competencia
cultural. De modo que, mientras la crítica ha sostenido hasta ahora que el
propósito de la obra es educar a los sectores populares de acuerdo a los
valores propios de la moral cristiana, aquí sostenemos que la obra fue
concebida para circular fundamentalmente al interior del estamento
eclesiástico, con el propósito de adoctrinar y corregir a sus
miembros.
Palabras clave: Seniloquium - Refranero -
Referencias bíblicas - Fuentes doctrinales - Didactismo
Summary
Seniloquium, a literary work dated at the end of the 15th
century, is the first Castilian handwritten collection of proverbs. The
manuscript contains almost five hundred proverbs representative of that period,
compiled and glossed with comments composed by the author with a didactic
purpose.
Although the authorship of the work is still under
discussion, we can agree that the intellectual author was a clergyman, that is,
a man of wide cultural competence, whose knowledge comes both from his
university education and from his ecclesiastical life. In this sense, the
Christian doctrine is a fundamental reference for the interpretation of this
collection of proverbs, not only by the author's recurrence to dogmatic
principles to explain the meaning attributed to the different paremias, but also by the use of multiple doctrinal written
sources to endorse these senses, and, especially, by the marked presence of
biblical references in the glosses.
We dedicate this article to analyze the uses of
biblical references and religious doctrinal sources, both patristic and other
fundamental authorities of Christianity. We propose as a hypothesis that the
use the author-compiler makes of these written sources contributes to delineate
the profile of the ideal receiver of Seniloquium:
a reader who, just like the author, belongs to the ecclesiastical sphere and
shares his cultural competence. So, while the critic has sustained so far that
the work has been written to educate the popular sectors according to the
values of Christian morality, we believe that Seniloquium
was conceived to circulate fundamentally within the ecclesiastical
establishment, with the purpose of indoctrinating and correcting its members’
misconduct.
Keywords: Seniloquium - Collection of
proverbs - Biblical references - Religious doctrinal sources
Recibido: 31/03/2019
Aceptado: 22/04/2019
Cuando hablamos de Seniloquium, nos estamos refiriendo a un texto
fundamental para la cultura castellana, por tratarse de la primera colección manuscrita
de refranes en la historia de este pueblo de la que se tiene registro hasta el
presente. En Seniloquium aparecen compilados
en orden alfabético casi quinientos refranes de uso corriente a fines del
Medioevo, acompañados por glosas o comentarios de carácter explicativo,
compuestos por el autor de la obra con un propósito didáctico. Son estas glosas
las que le otorgan a la obra su componente creativo y original, pues a partir
de los comentarios se produce una reinterpretación interesada del saber popular
que circulaba oralmente en la Castilla bajomedieval.
En cuanto a la
datación, la crítica ha coincidido en que la obra fue producida a fines del
siglo XV. Aunque la autoría de la compilación aún está en discusión, existe
consenso en que el autor intelectual debió haber sido un clérigo, es decir, un
hombre de amplia competencia cultural, con saberes provenientes tanto de su
formación universitaria como de su vida eclesiástica.1 En este sentido,
tanto por las coordenadas espacio-temporales de producción de la obra como por
el perfil de su autor, la doctrina cristiana resulta ser una referencia
fundamental para la interpretación de Seniloquium,
no solo porque el autor aplica recurrentemente principios dogmáticos –como la
noción de pecado– para explicar el sentido que le atribuye a las distintas
paremias, sino también por la utilización de múltiples fuentes escritas
doctrinales para refrendar estos sentidos, y, especialmente, por la marcada
presencia de referencias bíblicas en las glosas.
En relación a este
aspecto, se debe tener presente el doble valor de la expresión refranero,
que se refiere tanto al
repertorio oral tradicional de todos los refranes elaborados por una comunidad
–sea a lo largo de toda su historia o bien en un determinado periodo– como a
los distintos testimonios escritos en donde se fija o compila la materia oral.
En la segunda acepción, el refranero es, por definición, el producto de la
convergencia de dos tradiciones. Por un lado, la cultura oral popular dentro de
la cual son elaborados y utilizados los refranes como forma de preservar la
sabiduría que la experiencia cotidiana provee y de transmitirla a las
generaciones más jóvenes. Por el otro, la tradición erudita a la que pertenecen
los clérigos y nobles de fines del Medioevo, que se propusieron reunir y fijar
por escrito todo ese material de origen oral, ofreciendo, en algunas de las
compilaciones, glosas de carácter exegético que marcan pautas de interpretación
para los refranes, vinculadas con los intereses didácticos particulares a los
que responden las colecciones.
Ramadori
presenta esta idea como hipótesis de lectura del refranero castellano medieval,
cuando señala que:
[…] la
conjunción de saber tradicional y erudito caracterizó el desarrollo del
discurso proverbial castellano en la Edad Media y, al mismo tiempo, fue
determinando las variables de valoración y creación de las distintas formas
proverbiales, que condujeron a la mayor estimación de los refranes y locuciones
populares en los períodos siguientes (Ramadori, 2016: 564-565).
Asimismo, el
concepto de refrán literario de Bizzarri se encarga de dar cuenta de
esta trayectoria, pues el autor lo define como:
[…] la puesta
por escrito de un fenómeno popular y tradicional difundido oralmente, pero que
en determinado momento un autor, culto o semiculto, decidió incorporar a su
obra por algún motivo en especial […]. Alguien en determinado momento se adueñó
de formas propias del lenguaje oral y las utilizó por escrito, tal vez de la
misma forma, tal vez adecuándolas ahora al nuevo discurso. Pero en ambos casos
lo que se produjo fue una confluencia de tradiciones (Bizzarri, 2004: 41-42).
De acuerdo con
este concepto, una vez que los refranes ingresan en una compilación escrita se
transforman en refranes literarios, de modo que esa es la perspectiva
que asumimos para el análisis de los refranes compilados en Seniloquium.
Los casi quinientos refranes incluidos y ordenados alfabéticamente en la obra
se generan a partir de focos conceptuales variados y disímiles. La noción de
foco conceptual también proviene del sistema teórico-crítico de Bizzarri, y hace referencia a “un concepto generador de carácter
dinámico que produce una multiplicidad de formulaciones sentenciosas” (Bizzarri, 2004: 143). Los focos conceptuales son, entonces,
asuntos o ideas propias de la mentalidad popular, que constituyen el sustrato
ideológico subyacente no solo a refranes sino también a otras especies
paremiológicas.
En esta oportunidad nos detendremos especialmente en el
análisis del uso que el autor-compilador2 hace de las fuentes doctrinales eclesiásticas3 y de las
referencias bíblicas, que adquieren una presencia relevante desde los mismos
espacios paratextuales a la obra –la Dedicatoria y el
Prólogo–, proponiendo como hipótesis que estos usos contribuyen a delinear el
perfil del destinatario ideal de Seniloquium:
un lector que, tal como el autor, pertenece al ámbito eclesiástico y comparte
una competencia cultural que le permitirá comprender las expresiones y
referencias, por momentos vagas o imprecisas, de García de Castro. De modo que,
mientras la crítica ha sostenido hasta ahora que el propósito de la obra es
educar a los sectores populares de acuerdo con los valores propios de la moral
cristiana,4 aquí proponemos
considerar la posibilidad de que la obra haya sido concebida para circular solo
al interior del estamento eclesiástico, con el propósito de adoctrinar y
corregir a sus miembros.
La sátira clerical
en Seniloquium
Antes de comenzar a
desarrollar el tratamiento de la temática propuesta, queremos hacer una breve
mención a otra perspectiva de estudio que ya hemos abordado en trabajos
anteriores, pues se trata acaso del rasgo que define la identidad de Seniloquium y de una característica
fundamental para la comprobación de la hipótesis que aquí estamos planteando.
En un estudio previo (Randazzo, 2018) hemos trabajado
a partir de un corpus acotado de 76 refranes, que tienen en común el hecho de
que en sus glosas el autor-compilador realiza una denuncia respecto a una serie
de comportamientos y conductas inmorales de miembros de distintos rangos del
estamento eclesiástico. A propósito del corpus mencionado, estudiamos esta
denuncia, de tono severo y persistente en las glosas de numerosos refranes de
la compilación, que, siguiendo a Scholberg (1971),
denominamos sátira clerical.
Un ejemplo de sátira
clerical puede observarse en la glosa del refrán nro. 29, “A las veses, lieua el home a su casa
con que llore”. El foco conceptual a partir del cual se genera el proverbio es
la advertencia contra acoger desconocidos en la casa, pues en algunos casos
estos pueden terminar ocasionando motivos de dolor o preocupación. La glosa
confirma esta idea a través de diversas proyecciones semánticas del contenido
del refrán,5 una de las cuales
alude a los religiosos que son acogidos en otros monasterios:
Y [alude] a algunos
prelados que acuden a los monasterios, quienes, no contentándose con los
alimentos ordinarios que se les suministran caritativamente, piden carnes. Si
no se las proporcionan, las consiguen violentamente. Y a los propios
religiosos, que están en contra, les hacen grandes limosnas de los bienes del
monasterio, y les exigen dinero para herrar los caballos, aunque sus caballos
no necesiten herraduras. Y rompen los batientes de las puertas del monasterio y
acarrean con los ornamentos eclesiásticos (69).6
Más adelante en la
misma glosa, el autor-compilador vuelve a denunciar un comportamiento
inapropiado exhibido por clérigos, en este caso, su costumbre de hospedar en
sus hogares a concubinas, incumpliendo los votos religiosos: “Se refiere también
este proverbio a un clérigo, quien pública y notoriamente mantiene en su casa a
una concubina; no se cumplen las normas divinas” (70).
Se puede observar, en
este ejemplo, la voluntad satírica, crítica y sancionadora sobre las conductas
de los distintos miembros eclesiásticos, que reaparece una y otra vez en las
glosas y se convierte en una característica temática. Esta comprobación nos
lleva a pensar que Seniloquium no habría sido
compuesto con la intención de que fuera utilizado como un instrumento para la
predicación doctrinal, sino para una circulación acotada, al interior del
ámbito eclesiástico, ya que la exhibición pública de referentes religiosos en
situaciones pecaminosas no habría contribuido a sanear y recomponer la imagen
de la Iglesia Católica, emprendida por los obispos reformistas castellanos,
entre los cuales hay que contar a Arias Dávila, destinatario de esta
compilación.
Referencias
bíblicas y fuentes doctrinales en los distintos tipos de glosas
Una vez advertida la representación
de los hombres y mujeres religiosos en las glosas de la compilación, podemos
centrarnos en la consideración del uso de fuentes bíblicas y doctrinales. Es
preciso plantear, en primer lugar, que, mientras el análisis de la sátira
clerical resulta delimitable a un corpus de refranes que no constituyen la
totalidad de los proverbios compilados en Seniloquium,
la presencia de referencias doctrinales y bíblicas es una constante que se
registra en casi todos los comentarios de los refranes que integran la obra.
Así pues, la exégesis de los refranes como expresiones populares acordes al
saber religioso erudito es una característica compositiva del refranero, a la
cual obedece la estructura de las glosas, en las que se produce lo que los
críticos han denominado
“jerarquización del refrán al nivel de auctoritas” (Bizzarri, 2004: 107)
o “dignificación como discurso sapiencial” (Ramadori, 2016: 567). Si hacemos una ponderación de los ejes temáticos o
elementos recurrentes que podemos observar en las glosas, y su grado de
desarrollo, podemos establecer una clasificación de los refranes en tres
grupos.
En primer
lugar, existe un acotado grupo que no excede la veintena de refranes, integrado
por aquellos proverbios que tienen glosas breves que consisten en un exiguo comentario de parte del autor, que, no
obstante su brevedad, puede responder a diversos propósitos o realizar
distintas operaciones de proyección semántica sobre los refranes –confirmar,
acotar, ampliar o redireccionar el sentido–. En las
sucintas glosas de algunos refranes pertenecientes a este grupo, se establecen
relaciones entre la enseñanza que el autor desea que se extraiga de ellos, y
ciertos episodios bíblicos, textos de la patrística o de autoridades del mundo
antiguo y medieval. Por ejemplo, el refrán nro. 55, “Aquel es rico, que está
bien con Dios”, cuya glosa refuerza esta enseñanza a partir de un texto
agustiniano: “Por ello también Agustín en su Carta a un macedonio dice
que para una persona fiel todo el ambiente de las riquezas es nefasto, hasta un
solo óbolo” (86).
Luego podemos
establecer un segundo grupo, al
que pertenece la mayor parte de los refranes de la compilación, en cuyas glosas
se reitera una estructura bipartita en función del propósito didáctico que
motiva su escritura:
1) La primera
parte de los comentarios está integrada por una explicación que esclarece en el
plano literal el sentido generalmente figurado del refrán, o bien, circunscribe
la interpretación a un segmento específico de la experiencia y las relaciones
sociales. A esta explicación le sigue un listado de ejemplos sobre los tipos de
personas a los que se puede aplicar el contenido del refrán.
2) En la segunda parte de la glosa, el autor se dedica
a establecer una serie de relaciones entre los proverbios y un amplio
repertorio de fuentes eruditas ligadas al ámbito eclesiástico y jurídico, a las
que les sigue la mención de episodios y personajes bíblicos y, eventualmente,
de personajes históricos –tales como emperadores romanos, Papas o gobernantes
en general– o historias populares probablemente conocidas en la época, a través
de las cuales el autor resalta la enseñanza que debe extraerse del refrán, a
modo de culminación de la glosa.
Un ejemplo lo
constituye el refrán nro. 5, “Asna que tiene polino, non va drecha al molino”,
construido a partir de un foco conceptual que expresa que quien está afectado
por varios asuntos no puede atender rectamente ninguno de ellos. En la glosa se
ofrecen cinco ejemplos distintos de situaciones a las cuales podría aplicarse
el contenido del proverbio, tres de las cuales aparecen refrendadas por la
referencia a textos de la patrística: el primer ejemplo lo constituyen los
religiosos que, por tener hijos, no solo no cumplen con rectitud sus
obligaciones, sino que además pervierten la conducta de sus hijos. Según el
autor-compilador, tal situación se encuentra bien explicada en el Comentario
a la Epístola a los Efesios de Jerónimo. Otro ejemplo señala que quien se
dedica a las tareas domésticas no puede cumplir los deberes de la predicación,
tal como “esclarece Ambrosio en el libro LXXXVI de Los Deberes” (51).
Por último, hay un ejemplo vinculado a la vida privada de las mujeres, que
establece que la mujer que se encuentra amantando no puede acceder con libertad
al coito. Según el autor-compilador, Agustín comenta esto, aunque no especifica
en qué texto se puede encontrar la referencia. La glosa también ilustra el
contenido del refrán a partir de la mención muy acotada de episodios vinculados
a dos personajes bíblicos: “El Señor dijo al sacerdote Elí: ‘Has honrado a tus
hijos más que a Mí’. Por otro lado el rey David fue expulsado del reino por su
hijo” (51).
El tercer grupo
responde al mismo esquema estructural bipartito ya delineado, incorporando la
totalidad de los elementos que lo integran: ya sean las abundantes atribuciones
a tipos sociales, familiares o situaciones que ilustran la idea presentada por
el refrán, así como confirmaciones de su sentido mediante la cita de múltiples
fuentes letradas. La considerable extensión de las glosas ocasiona, en la
mayoría de los casos, que los elementos consignados en la estructura aparezcan
desordenados, o bien que la estructura básica se reitere dos o más veces a lo
largo del comentario, estableciendo una secuencia más compleja.
A modo de ejemplo,
podemos detenernos en el refrán nro. 364, “Qual
tiempo, tal atiento”. Su glosa, una de las más extensas de la compilación, se
inicia con explicaciones a propósito del sentido figurado del refrán, seguida
cada una de ellas por una cita de autoridad:
Así pues distingue la
época y concordará la Escritura. Lo afirma Agustín en la Homilía Sobre la
penitencia. No debe juzgarse reprensible si se cambian los estatutos
humanos según la variedad de los tiempos. Las normas de los cánones se deben
interpretar según tiempo, lugar, persona y causa. Lo aclara Isidoro (280).
Durante el desarrollo
de la glosa, el autor intercala múltiples citas de textos doctrinales de san
Gregorio, san Jerónimo, san Ambrosio y Juan Crisóstomo, con narraciones de
historias bíblicas, reformulaciones de la idea central del proverbio y
aplicaciones a situaciones y tipos sociales particulares. Así, recurre a la
historia de las hijas de Lot para explicar por qué en la Antigüedad los hombres
podían tener esposas, y señala luego, sin mayores precisiones, que la historia
se encuentra referida en la obra de San Agustín:
Se atenuó el pecado de
las hijas de Lot, quienes mantuvieron relaciones con su propio padre, ya que todavía
después del diluvio había escasez de la raza humana e incluso de la ley
religiosa, y con el afán de buscar la descendencia y de propagar el linaje,
para que no se acabase la raza humana, como explica Ambrosio. De ahí que los
patriarcas tuviesen varias esposas no por la concupiscencia de satisfacer su
liviandad, sino para tener una descendencia numerosa. Lo refiere Agustín (ibid.).
El autor-compilador
construye la interpretación del refrán en torno del foco conceptual general que
expresa la necesidad de adaptarse a los cambios sociales y vitales, pero acota
su sentido al plano legal: son las leyes las que deben variar conforme lo hacen
las sociedades, de modo que ciertos usos permitidos en la Antigüedad pueden
resultar penalizados en el presente. El autor opera, entonces, una adecuación
semántica que restringe la idea del refrán a un aspecto específico de la
experiencia, que es la necesaria mutabilidad de los códigos legales, y se
centra, al interior de este campo, en las leyes que rigen el comportamiento de
los eclesiásticos. Para ello, recurre a una mención indeterminada de los
sacerdotes del Antiguo Testamento, que tenían permitido tener esposa para
cumplir con el fin encomendado por Dios de procrear descendencia y propagar el
linaje humano y establece un paralelo con el momento actual y los nuevos
códigos legales que rigen el sacerdocio:
A los sacerdotes del
Antiguo Testamento se les permitió casarse, ya que buscaban la multiplicación
del pueblo de Dios con la fecundidad de las mujeres y en la sucesión de la
familia constaba la sucesión de tal obligación. Ahora a los sacerdotes se les
manda la castidad de la continencia, ya que por la encarnación de Cristo la
gracia de la fe se ha extendido a todo el mundo y ya no se dice: “id a la casa
de Judá, ni a la casa de Israel”, sino “id y enseñad a todas las gentes”. Y a
todo pueblo que teme a Dios y obra con justicia, se le acepta y además prefiere
la virginidad a la fecundidad. Por la variedad de las circunstancias se
encuentra distinta la gestión del legislador (ibid.).
Hasta aquí, hemos
podido ver que en todos los tipos de glosas se encuentran presentes, con mayor
o menor grado de desarrollo, las referencias bíblicas y/o doctrinales que
jerarquizan y dignifican al refrán al presentarlo asociado significativamente a
las fuentes escritas eruditas. Se evidencia, así, que el conocimiento de estas
fuentes, de aparición sistemática, constituye una competencia cultural
necesaria para los destinatarios de la obra.
Ahora bien, si la
mención de fuentes escritas variadas es una constante estructural y compositiva
de Seniloquium, esto no significa que dichas
fuentes aparecen referenciadas siempre del mismo modo, pues la presentación
formal de las mismas puede ser muy heterogénea. En cuanto a las referencias
extraídas del texto bíblico, estas se manifiestan de forma directa o indirecta.
A continuación, desarrollaremos las particularidades de cada mecanismo de
referencia.
Modos de citación
de las referencias bíblicas
Dentro del primer grupo
de referencias, se incluyen aquellas en las que se mencionan personajes,
parlamentos o historias que proceden de la lectura que el autor ha hecho de la
Biblia, situación que es presumible porque, en todos los otros casos, García de
Castro menciona, de forma más o menos explícita, las fuentes escritas de las
que toma las ideas, mientras que la Biblia es la única fuente a la que
no cree necesario remitir. Tenemos, a su vez, varias alternativas de
presentación de las referencias bíblicas.
En primer lugar, encontramos
las citas directas o indirectas de las palabras de los personajes o de las
epístolas de los apóstoles. En general, estas referencias no están acompañadas
de ninguna contextualización. Podemos encontrar algunos ejemplos de citas
directas en la glosa al refrán nro. 260, “Madre piadosa, cría hija merdrosa”, donde se recogen
las palabras de Salomón: “Por
ello Salomón dice: ‘Golpea a tu hijo con una vara y librarás su alma de la
muerte’” (205) y en la glosa del refrán nro. 83, “Cuero lleno, piezgo enfiesto”,
en la cual se cita un pasaje de la carta de uno de los apóstoles: “De ahí
aquello del apóstol: ‘No
os emborrachéis de vino, en el que está la lujuria’” (103). Se trata, en este caso, de una referencia indirecta
cuya comprensión cabal es posible si el lector conoce ciertos códigos propios
de la escritura del periodo, pues cada vez que en un texto medieval se cita a
“un apóstol” sin especificar su nombre, se alude al apóstol san Pablo. Por otro
lado, nos encontramos con una cita indirecta o quizás, incluso, una
reelaboración personal del contenido bíblico, en la glosa del refrán nro. 162,
“En cada casa, su calla calla”, en la que el autor
incluye algunas ideas de la Epístola de Santiago: “Según la Epístola de
Santiago, todos pecamos mucho y nadie está limpio de pecado ni siquiera un
niño, aunque su vida fuese de un solo día” (152).
En segundo lugar, hay
referencias a distintos episodios que incluyen una síntesis breve de lo
acontecido en ellos:
Hace referencia
igualmente a aquellos ancianos y presbíteros que acusaban a Susana, quienes, a
pesar de ser ancianos y presbíteros y haber sido constituidos como jueces por
el pueblo, no tenían en sí nada de bondad; incluso intentaban entregar a Susana
a una muerte inicua (172).7
En tercer lugar,
menciones de distintos personajes, acompañadas de una explicación acotada, que
justifica su mención: “Quien no encuentra remedio con un buen consejo, debe
perder su cargo de dignidad, a ejemplo de Roboán, por
no creer en los ancianos; o al modo de la esposa de Lot, que no creyó a los
ángeles y se convirtió en estatua de sal (275)”.8
Se puede observar, en
estos últimos dos casos, que tanto las síntesis episódicas como las narraciones
contextualizadoras son muy breves y aportan solo los
datos mínimos para que un interlocutor que ya conoce a los personajes y
episodios mencionados pueda comprender por qué son referenciados en cada caso.
Dentro del segundo
grupo, se encuentran, como ya anticipamos, aquellas referencias indirectas, que
hemos denominado de esa forma en tanto, a pesar de ser historias que proceden
de la Biblia, son recuperadas por el autor-compilador desde otros textos
doctrinales de los comentaristas, que explican e interpretan los contenidos
bíblicos. Por ejemplo, en el ya mencionado refrán nro. 83, la glosa hace
referencia a la historia de Abrahán tal como la comenta Ambrosio:
No perjudica el
vino sólo a quienes lo prueban, sino también mucho más a otras personas,
delante de cuyos ojos los borrachos exhibieron sus miembros. Y fue la
borrachera el origen; es peor el resultado de una pésima recaída. Y por ello
Abrahán no ofrecía vino en sus banquetes, sino que sacrificaba un ternero
lechal y leche, e incluso más aún, exhibía a los ángeles como sus huéspedes. Lo
comenta Ambrosio en el Sermón sobre el ayuno: “Quien así comienza, se
resiste a obedecer al padre divino” (104).
Un caso
llamativo se da en la glosa del refrán nro. 162, que vuelve a mencionar a
Abrahán, aunque aquí el autor incorpora, dentro de una referencia indirecta,
una cita bíblica presumiblemente literal, a juzgar por el uso de comillas: “En
la casa de Abrahán se escuchó: ‘He ahí a la esclava y a su hijo’. Y también en
la casa de Isaac: ‘Amé a Jacob y lo tuve en odio a Esaú’. Lo cita Agustín en la
Carta a Vincencio, donatista y rogatista” (152).
Hasta aquí
podemos concluir que la Biblia, sea a partir de la lectura directa del
autor o de las explicaciones leídas en la obra de los Comentaristas, es la fuente
escrita doctrinal más citada en Seniloquium. En cuanto al contenido de
las referencias bíblicas,
resulta evidente que, a fines del Medioevo castellano, había personajes y
episodios que eran ampliamente conocidos y analizados dentro de la comunidad
eclesiástica, pues aparecen mencionados en varias ocasiones. El caso más claro
es el del rey Salomón, personaje del cual se menciona, por un lado, el
renombrado episodio de las dos madres que proclamaban derechos sobre el mismo
niño, y por el otro, su vicio más reconocido en el texto bíblico, la lujuria.
Pero si en ocasiones aparece mencionado por los episodios más salientes de su
historia o sus conductas más censurables y anti-ejemplares, también
encontramos, en algunas glosas, citas directas de sus palabras, como es el caso
de la glosa al refrán nro. 260, citado anteriormente. Su linaje también aparece
mencionado en varias ocasiones en la figura de David, su padre y antecesor en
el trono del Reino de Israel. Otros núcleos familiares bíblicos que aparecen
repetidas veces en las glosas son la familia de Abraham y la del sacerdote Elí.
En el primer caso, encontramos referencias no solo a Abraham sino también a su
primogénito Esaú, a su sobrino Lot y a la esposa de este último, mientras que
en el segundo caso se menciona al sacerdote y a sus hijos Ofín
y Fineas.
Otros personajes
famosos que reaparecen en las distintas glosas son Moisés, de cuya historia se
narran distintos episodios, y Herodes, aludido en la mayoría de las glosas por
un mismo acontecimiento, que es la ejecución de Juan Bautista. También es
necesario destacar la historia de Susana y los ancianos mentirosos, mencionada
de forma recurrente en distintas glosas.9 En este caso, llama la atención que la actitud condenada
es siempre la de los ancianos, aunque
el foco de atención sobre el episodio varía en los distintos casos, pues
mientras en algunas oportunidades el autor se limita a señalar la condición de
ancianidad de los protagonistas, en otras, aclara que los hombres eran
presbíteros y que, por lo tanto, constituyen un ejemplo de aquellos que no se
comportan con la honestidad que exige su investidura religiosa, al cometer
falso testimonio.10
A partir de lo analizado
aquí, podemos afirmar que los personajes más destacados del texto bíblico,
tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, aparecen vinculados siempre a los
mismos episodios. Así sucede con Adán y Eva, la primera pareja creada por Dios.
En el caso del varón, aparece presentado como un individuo cuya mayor falta es
ser débil frente a la maldad y a la persuasión de la mujer, que es la portadora
de una naturaleza pecaminosa. Esto se ve, por ejemplo, en el refrán nro. 126,
“De Dios viene el bien; de las abejas, la miel; de la mar, la sal; de la mala
muger, mucho mal”, que proclama explícitamente a las mujeres como el enemigo
del cual emanan los males:
Es abominable
decir y oír contra la santidad de los sagrados cánones que los sacerdotes
cohabitan con mujeres; donde, efectivamente, existe un tugurio para los
pasajeros que se detienen, no faltan estímulos del viejo enemigo. La mujer
engañó a Adán y lo llevó al pecado (131).11
Eva aparece
representada de forma sistemática bajo el estereotipo de la mujer engañosa y
desobediente: “Puesto que Adán fue engañado por Eva y no Eva por Adán, la mujer
que lo llevó al pecado, es justo que la someta a su cargo en el gobierno, para
que la mujer no se vea involucrada de nuevo con facilidad” (273).12
Pero, así como la
compilación trabaja con los personajes y episodios más conocidos del texto
bíblico, también incluye referencias más marginales, y es en este gesto del
autor en donde creemos encontrar el perfil de destinatario imaginado por García
de Castro. En el refrán nro. 39, “A grand salto, grand quebranto”, el autor recupera la historia de la caída
de Satanás, pero además incluye otras dos referencias bíblicas indirectas, pues
las narra tal como aparecen presentadas en los textos de los comentaristas de
la Biblia:
Puede ejemplarizarse
este proverbio en una doncella que no quiso aceptar ningún matrimonio y andar
por el camino recto, sino que prefirió buscar ardientemente a un dueño y de
este modo prostituyó a los miembros de Cristo. Sobre ella comentó Jerónimo en
la Epístola a Eustaquio:
“Escucha al profeta que dice: desciende de tu trono a la tierra, doncella, hija
de Babilonia, siéntate en tierra; un trono no es propio de una hija de Caldeos;
no consientas ser demasiado blanda y delicada; coge el molino y muele harina”. También
este proverbio recuerda otro pasaje, que, después de la boda, después de los
besos de su séquito y del esposo, ella, en quien poco antes se cumplía la
palabra del profeta “se levanta como reina a tu derecha con gala, con vestido
de oro, rodeada de variedad”, ella se desnudará y se pondrá otros objetos
inferiores en su dorso y en su cara (77).
Se puede observar aquí que
las historias están completamente descontextualizadas y no cuentan con
precisiones narrativas de ningún tipo –ni siquiera se explicitan los nombres
propios de los protagonistas–. Por lo tanto, la presencia de referencias con
este nivel de indeterminación implica que el punto de partida del autor es el
bagaje erudito con el que cuentan sus receptores, que muy probablemente
pertenecieran al estamento eclesiástico o a los grupos nobiliarios cercanos,
educados por la clerecía. Si recuperamos la perspectiva crítica tradicional,
según la cual Seniloquium fue pensado como un
repertorio de contenidos a los que los clérigos debían recurrir para construir
sus sermones, resulta difícil comprender qué efectividad pedagógica tendría
este tipo de referencias que, para los sectores populares destinatarios de los
sermones, resultarían, al menos, vagas y lejanas.
Modos de citación
de los textos doctrinales
Un tratamiento similar
al que reciben las referencias bíblicas se observa a propósito de los textos doctrinales,
que se manifiestan en las glosas con grados variables de determinación.
En algunos casos, el
autor-compilador incorpora pasajes de los textos doctrinales citados de manera
directa, entre comillas. Los autores más citados son, sin lugar a dudas, san
Agustín y san Jerónimo, y aunque los textos de estos autores presentes en Seniloquium son muchos, hay algunos casos en los que
el autor opta por prescindir de mencionar el texto citado. Observemos estas dos
citas presentes en la glosa del refrán nro. 26, “A mucho fablar, mucho errar”.
En el primer caso, solo se menciona el autor, mientras que, en el segundo, se
explicita autor y obra.
Comenta
Agustín: “No puedo negar, ni debo, que son muchas las cosas que pueden evitarse
en mis pequeños opúsculos en un justo juicio e incluso ser culpadas sin ninguna
temeridad”. […] Escribe Jerónimo en su Carta a Rústico: “No es propio de
mi pequeñez ni de mi modo de ser juzgar sobre los demás, ni decir nada
perjudicial sobre los ministros de la Iglesia” (67).
Luego, existen
otras referencias indirectas, que podríamos calificar como “mediatizadas”, pues
lo que en ellas aparece es la presentación de ideas o enseñanzas que el autor
expresa con sus propias palabras, por lo cual parecerían, a priori, posturas
personales, pero que luego aparecen refrendadas por la mención del texto
doctrinal del cual él las ha apropiado, de modo que el lector advierta que el
autor en realidad nos ha presentado una reelaboración o una paráfrasis de los
textos de las autoridades. En el mismo refrán, esto ocurre con Jerónimo: “Todo
lo que es poco se abarca mejor. Lo repite Jerónimo en la Carta a Evandro. Dios,
en verdad, no juzga la magnitud de los sacrificios, sino la intención de
quienes le ofrecen votos. Lo explica también Jerónimo en Sobre el profeta Amós”
(ibid.). Este tipo de cita indirecta es el que se manifiesta de forma
más frecuente a lo largo de la obra.
Por último,
tenemos un tercer tipo de referencia, también muy reiterado y similar al
anterior, pero con un grado todavía menor de precisión: en estas referencias,
el autor presenta una idea con sus palabras, y luego la autoriza mediante la
mención de autoridades particulares, aunque sin especificar el texto concreto,
como es el caso de Jerónimo nuevamente: “Dios no se doblega ante la profusión
de palabras. Lo aclara Jerónimo” (66-67). En otros casos, se menciona una
autoridad colectiva que son los Comentaristas de la Biblia: “Mejor, sin
embargo, es obrar pocas cosas con cautela, que intervenir en muchas
peligrosamente. En los Comentaristas lo encontramos de nuevo” (66).
Por lo tanto,
el mismo análisis hecho a propósito de las referencias bíblicas puede
plantearse respecto de los textos doctrinales: el autor-compilador presupone,
de parte del destinatario de la obra, el conocimiento de un amplio repertorio
de fuentes escritas de las cuales, según los distintos casos, puede especificar
título y capítulos, pero también mencionar solo el título, o bien no brindar
precisión bibliográfica alguna.
Conclusiones
La
mediatización de las citas y su alternancia despreocupada con otros mecanismos
de referencia más directos al interior de la obra, no solo nos hablan del
complejo carácter colectivo de la cultura escrita medieval, que funciona al
modo de un antiguo palimpsesto, sino que evidencian que esta cultura y su
funcionamiento constituyen códigos compartidos por lectores que saben de qué
forma recuperar todo aquello que el autor elige no terminar de desarrollar.
Así pues, si a la
comprobación concluyente de que muchos de los contenidos de Seniloquium
comprometen seriamente la imagen del clero, como ya hemos demostrado en otros
trabajos, sumamos la consideración de que tanto los contenidos bíblicos como
los doctrinales se presentan muchas veces con un alto grado de indeterminación
y vaguedad, podemos permitirnos, como mínimo, poner entre signos de
interrogación la hipótesis tradicional sobre el propósito de Seniloquium, y empezar a barajar la idea de
que los destinatarios primarios de este texto podrían ser los miembros del mismo
estamento eclesiástico al que pertenece el autor de la compilación, porque solo
ellos tendrían la competencia cultural y el repertorio de saberes eruditos
indispensables para comprender cabalmente las glosas y porque también serían
ellos los que, si creemos en las denuncias vertidas por García de Castro a lo
largo de la compilación, debían ser reeducados conforme las enseñanzas que el
autor intenta promover en las mismas.
Bibliografía
Arranz Guzmán,
A. (2008), “Amores desordenados y otros pecadillos del clero”, en Carrasco
Manchado A. y Rábade Obradó, M. (coords.), Pecar en la Edad Media,
Madrid: Sílex Ediciones S.L., 227-262.
Arranz Guzmán,
A. (2014), “La buena fama del clero y el peligro de escándalo público: un tema
de preocupación episcopal”, en Beceiro Pita, I. (dir.), Poder, piedad y
devoción. Castilla y su entorno (siglos XII-XV), Madrid: Sílex Ediciones
S.L., 103-160.
Bartolomé
Herrero, B. (1995), “Una visita pastoral a la diócesis de Segovia durante los
años 1446 y 1447”, Servicio de Publicaciones Universidad Complutense de Madrid,
En la España medieval 18, 303-349.
Bartolomé
Herrero, B. (2014), “Religiosidad y sociedad en la ciudad de Segovia durante la
Edad Media”, en Beceiro Pita, I. (dir.), Poder, piedad y devoción. Castilla
y su entorno (siglos XII-XV), Madrid: Sílex Ediciones S.L., 103-160.
Bizzarri, H.
(2004), El refranero castellano en la Edad Media, Madrid: Ediciones del
Laberinto, Colección Arcadia de las Letras, 28.
Cantalapiedra,
F. y J. Moreno Uclés (eds.) (2006), Seniloquium o Refranes que dizen los
viejos, Valencia: Publicaciones Universitat de Valencia.
Cantera Ortiz
de Urbina, J. y J. Sevilla Muñoz (eds.) (2016), Las paremias castellanas del
Seniloquium, Biblioteca Fraseológica y Paremiológica - Serie
Repertorios Nº 1, Centro Virtual Cervantes, Instituto Cervantes.
Montoya
Martínez, J. (2006), “La doble función (sancionadora y lúdica) de la sátira
medieval. Nueva hipótesis de agrupación desde esta perspectiva”, Estudios
Románicos 15, 121-140.
Rábade Romeo, S.
(2008), “Reflexiones en torno al pecado en la Edad Media”, en Carrasco
Manchado, A. y Rábade Obradó, M. (coords.), Pecar en la Edad Media,
Madrid: Silex Ediciones S.L., 15-24.
Ramadori, A.
(2016), “Convergencia de literatura popular y literatura letrada en el Seniloquium”,
Debates actuales del hispanismo. Balances y desafíos críticos, coord. G.
Prósperi, Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, Facultad de Humanidades y
Ciencias, 562-571.
Randazzo, M. B.
(2018), “A yra de Djos, non hay casa fuerte”: didactismo y crítica clerical
en Seniloquium o Refranes que dizen los viejos (Tesina de Licenciatura en
Letras inédita), Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur,
Bahía Blanca.
Scholberg, K.
(1971), Sátira e invectiva en la España Medieval, Madrid: Editorial
Gredos.
1 Cantalapiedra y Moreno, últimos editores del refranero, incluyen en su edición publicada
en 2006 un completo estudio
introductorio, en el cual proponen una hipótesis
de autoría que resulta absolutamente novedosa en relación con las consideraciones tradicionales de la crítica. Los estudiosos se apoyan en la información obtenida de distintas fuentes escritas de la época y de datos autobiográficos extraídos de Seniloquium, para proponer que
la obra habría sido compuesta ente 1478 y 1481 por el diácono Diego García de Castro,
Auditor Escolástico de la ciudad de Segovia, a pedido del obispo Juan Arias Dávila. Los argumentos
presentados por Cantalapiedra y Moreno nos resultan atendibles, de modo que adherimos
a la hipótesis propuesta.
2 Nos referimos a la persona responsable de la
confección de la obra como “autor-compilador”, pues creemos que su aporte
original radica en la tarea de compilación y glosado de las formas proverbiales
tradicionales recogidas de la oralidad. Por una cuestión estilística utilizamos
esta denominación extensa en alternancia con el término “autor”.
3 Nos referimos a los escritos de Agustín de Hipona,
Gregorio Magno, Ambrosio de Milán y Jerónimo de Estridón, que constituyen
fuentes de la doctrina católica. San Jerónimo es, además, el patrono de la
orden religiosa a la que pertenecen el autor y el destinatario sugerido en la
Dedicatoria. García de Castro cita profusamente su obra, dando cuenta de un
conocimiento cabal de la misma. También es frecuente la cita de textos de otras
figuras célebres del ámbito eclesiástico, como Isidoro de Sevilla o Juan
Crisóstomo.
4 Cantalapiedra y Moreno, pensando la obra en el
contexto de la reforma católica y el mecenazgo del obispo Juan Arias Dávila,
señalan: “La intencionalidad educadora del autor de Seniloquium es
obvia; el refrán es la metodología más rentable para un educador, ya que la
riqueza moral del refranero es asequible al pueblo llano. Es la tarea
emprendida en el obispado de Segovia” (Cantalapiedra y Moreno, 2006: 16). Sobre
este aspecto coinciden Cantera y Sevilla: “El recopilador se sirve de la
riqueza moral de los refranes para educar al pueblo con su propio lenguaje;
pretende confeccionar una guía para los más jóvenes con los refranes que dicen
los ancianos, en particular ‘los ancianos de campo’, los campesinos, pues ellos
poseen la ‘madurez moral’, ‘con la conversación de los ancianos la educación de
la juventud se hace perfecta’, porque ‘se tiene como ley lo que los ancianos
dicen’ (Prólogo). Por eso, ‘se citan refranes como ley’” (2016: 10).
5 En el estudio previo ya mencionado, hemos establecido el concepto de proyección semántica para referirnos a la operación mediante la cual el autor-compilador desarrolla en las glosas diversas aplicaciones del contenido de los
refranes a distintos planos de la experiencia y las relaciones sociales. Esta
operación se registra en la gran mayoría de las glosas, y es, quizás, la que
convalida el proverbio como una expresión lingüística que esquematiza y
condensa la sabiduría extraída de la experiencia vital. Lo llamativo es que, si
en algunos casos las proyecciones simplemente confirman el significado original
de los proverbios, en otros casos el autor-compilador ejecuta distintas
adecuaciones de sentido, por medio de las cuales esta significación resulta,
con frecuencia, ampliada, acotada o redireccionada
por completo. De modo que, en los distintos casos, el sentido primario de los
proverbios es objeto de acomodaciones tanto temáticas como ideológicas, y de
interpretaciones fundadas en inferencias y relaciones relativamente laxas,
propuestas por el autor de acuerdo con sus intereses pedagógicos y doctrinales.
6 Todas las citas se Seniloquium se hacen desde
la edición de Cantalapiedra y Moreno consignada en la bibliografía, indicando
el número de página entre paréntesis.
7 Refrán nro.
196: “Grand transado et chico recabdo”.
8 Refrán nro. 356: “Quien non crea a buena madre, crea a
mala madrastra”.
9 La hemos encontrado mencionada en cinco oportunidades, en los refranes nro. 7, 102, 196, 217 y 405.
10 Esto último
puede verse en la glosa del refrán nro. 403. “Quien
a su can quiere matar rauja le ha de leuantar”.
11 En otro refrán, el nro. 257, “Mas vale estar solo que mal acompannado”, reaparece esta idea, puesto que en la glosa
se afirma que: “Cuando Adán estaba solo, no pecó porque su pensamiento le
acercaba a Dios. Lo comenta Ambrosio en la Carta a Sabino” (204).
12 Refrán nro. 354,
“Quien vna vez furta, fiel
nunca”. Es interesante advertir, en el fragmento citado, que la naturaleza pecaminosa de la mujer se presenta como
un justificativo para legitimar su necesaria
sumisión a la dominación masculina. En este
sentido, es posible rastrear en varias glosas un posicionamiento similar de parte del autor-compilador,
que habla desde una perspectiva
misógina característica de
la cosmovisión religiosa
medieval.