Los centones contrafactura: Una
forma intertextual exasperada y los desafíos de su abordaje
Counter-facture
centos: an exasperated intertextual form and its challenges
Resumen
Los centones son obras del período tardoantiguo
compuestas mediante el desmembramiento y recomposición de fragmentos
pertenecientes a textos consagrados de la Antigüedad clásica, siguiendo la
técnica del patchwork. En particular, los centones contrafactura son
aquellos que presentan una distancia ideológica entre los contenidos del
hipotexto y los del hipertexto. En este artículo, nos centraremos en De
Verbi Incarnatione, un centón virgiliano-cristiano, para tratar de
responder una pregunta crucial: ¿cómo debe abordarse un texto que está
compuesto de reconocibles fragmentos virgilianos puestos al servicio de la
transmisión de un mensaje cristiano? A lo largo de estas páginas, veremos
ejemplos donde el autor tardoantiguo incorpora fragmentos virgilianos
fácilmente cristianizables o, en cambio, otros de tono dispar, con el objetivo
de resaltar las diferencias entre los dos contextos. En todos los casos, la
relación con la obra virgiliana (de convergencia o de choque) constituye un
elemento significador que no debería ser menospreciado. Por este motivo,
consideramos que el mejor enfoque para abordar los centones contrafactura
consiste en traducciones anotadas, que desarrollen las complejas e interesantes
operaciones intertextuales realizadas por los autores tardoantiguos. En este
trabajo, argumentaremos a favor de esta decisión, desplegando los conceptos
teóricos pertinentes y proporcionando ejemplos extraídos del centón seleccionado.
Palabras clave:
Centones - Intertextualidad - Cristianismo - Virgilio
Summary
Cento-literature of late Antiquity is composed by the dismemberment and recombination of fragments
belonging to consecrated classics, in accordance with the patchwork-technique.
Particularly, counter-facture centos present an ideological distance between
the contents of the hipotext and hypertext. In this article, we will center our
attention on the De Verbi Incarnatione, a Virgilian-Christian cento, in
order to answer a crucial question: how are we expected to approach a text that
is composed of recognizable Virgilian fragments and uses them to transmit a
Christian message? In the following pages, we will analyze examples where the
later author assimilates easily convertible Virgilian quotes or, on the
contrary, discusses with others that carry a different tone, to highlight the
distance between both realities. Either way, the relationship with the
Virgilian hipotext (whether being of convergence or divergence) is a significant
element, which should not be underrated. For this reason, we consider that the
best approach for counter-facture cento-literature consists of annotated
translations, which delve into the extremely complex and equally interesting
intertextual relationships crafted by late antique authors. In this work, we
argue for this decision, deploying the theorical concepts and providing
examples extracted from the selected cento.
Keywords:
Centos – Intertextuality – Christianism - Virgil
Recibido: 23/03/2020
Aceptado: 01/06/2020
Los
centones y el fenómeno latino de la intertextualidad
La
literatura latina surge a la sombra de la literatura griega, que la precede y
constituye un marco de referencia ineludible. Enio, considerado poeta fundador,
desarrolló su labor artística en la primera mitad del siglo II a.C., momento
histórico en que la literatura griega ya contaba con una extensa tradición, que
fomentó su afincamiento como objeto de referencia de los escritores latinos.
Esta particular coyuntura determinó el carácter eminentemente intertextual de
la literatura latina.1 La imitatio, fenómeno que le
es connatural, la modeló desde sus orígenes e incentivó un diálogo activo con sus
antecedentes, de donde se rescataban los rasgos destacados y se mejoraba lo que
se pudiese mejorar, en general, mediante una adaptación de tipo idiosincrático.
En ese sentido es que Thill, 1979: IX define la literatura latina como “un gran
canto amebeo entre generaciones”.
La
literatura latina, entonces, surge con la mirada puesta en la griega, a la que
remite, con el objetivo de dialogar con un antecedente legitimante. Con el paso
del tiempo, mediante la redacción de obras cada vez más complejas, alcanza ella
también un clasicismo. A partir de este momento, en un giro digno de ser
notado, comienza a auto-imitarse. Autores latinos posteriores refieren en sus
obras a pasajes de sus antecedentes directos. Virgilio, por ejemplo, lo hace en
no pocas ocasiones con Catulo. Uno de los ejemplos más notorios es la
recuperación de la línea que inaugura el poema 101, dirigido, como epitafio, a
su hermano: “multas per gentes et multa per aequora vectus / advenio”,
que reaparecerá en ocasión del encuentro fantasmal entre Eneas y Anquises en el
inframundo: “quas ego te terras et quanta per aequora / accipio” (Aen.
6. 692-693).2 La similitud entre las dos
situaciones, el encuentro real o figurado entre dos parientes separados por la
muerte, justifica la existencia de un puente entre los dos contextos
discursivos.
En
otras oportunidades, la vinculación no es tan transparente y requiere un
trabajo activo del lector en vistas a su interpretación. Esto ocurre,
por ejemplo, en la composición de la profecía que la sombra de Anquises
comunica a Eneas en una aparición onírica, indicándole el camino a recorrer (Aen.
5. 729-731):
lectos iuuenes, fortissima cordia
defer in Italiam. Gens dura atque aspera cultu
debellanda tibi Latio est…
Lleva a
Italia a jóvenes escogidos, de fortísimos corazones. Un pueblo duro, de ásperas
costumbres, deberás someter en el Lacio.
En este
pasaje, de manera quizás mucho menos evidente, el sintagma lectos iuuenes retrotrae
al poema 64 de Catulo (vv. 76-79):
nam perhibent olim crudeli peste coactam
Androgeoneae poenas exsoluere caedis
electos iuuenes simul et decus innuptarum
Cecropiam solitam esse dapem dare Minotauro.
Pues testimonian que mucho tiempo atrás, Atenas fue
obligada por una cruel peste a purgar el castigo por la muerte de Androgeo y
que se acostumbraba a dar un festín de jóvenes escogidos y de la flor de las
doncellas al Minotauro.
La
intertextualidad entre ambos fragmentos es menos intensa que en el caso de la
línea recién referida, pero su existencia es innegable. Los versos catulianos
aportan matices semánticos alternativos al texto de Virgilio. Los jóvenes que
Eneas lleva a la guerra son equiparados con los jóvenes que, en el carmen 64,
son entregados como ofrenda sacrificial al Minotauro. El hilván intertextual
resignifica el hipertexto, al sumar la idea (sumamente pesimista, de acuerdo
con la sensibilidad virgiliana) de que los soldados de Eneas terminarán
sacrificando sus vidas en la guerra.3
En este caso, la intertextualidad es más sutil y requiere un esfuerzo
decodificador mayor.
Autores
latinos posteriores harán lo mismo con Virgilio, incluso mediando la enorme
revolución ideológica que significó el surgimiento del cristianismo. Esto se
aprecia, por ejemplo, en el primer verso de la Psychomachia de
Prudencio: “Christe, graues hominum semper miserate labores” (“Cristo,
conmisérate siempre de los graves padecimientos de los hombres”).4
Esta línea instaura una ineludible referencia al v. 56 del canto sexto de la Eneida:
“Phoebe, gravis Troiae semper miserate labores” (“Febo,
conmisérate siempre de los graves padecimientos de Troya”). Aquí también el
establecimiento de una relación intertextual deriva de una situación
equivalente entre los dos contextos: la invocación a una divinidad (Florio, 2014: 43-44).
La
detección de este tipo de operaciones intertextuales requiere un método de
lectura atento al texto en sus niveles morfológico, léxico y sintáctico: un
método filológico, en el sentido que muy acertadamente le fue atribuido por
Watkins (1990: 25): “the art of reading slowly”. Es necesario reparar en estos
niveles menores para pasar al siguiente, mayor y de índole general: el
semántico: ¿qué significan estas relaciones intertextuales?
En la
literatura latina la intertextualidad es ubicua y se establece con distintos
grados de intensidad. En estas páginas veremos una forma intertextual
exacerbada: los centones. La elección del adjetivo “exacerbada” no es
injustificada. En los ejemplos aducidos, que son un somero reflejo de la
situación general en las obras clásicas de la literatura latina, la
intertextualidad es un fenómeno aislado. Los autores recurren a ella de manera
insistente, pero no masiva y, por lo general, con la intención de destacar la
importancia de determinado pasaje, a través de la referencia a la tradición
literaria previa. En cambio, un centón es una composición enteramente basada
en la combinación de versos, hemistiquios y fragmentos aun menores
pertenecientes a obras de la literatura clásica. Esta tarea (que incluye, en la medida en que sea posible, el respeto
a criterios métricos y sintácticos) se realiza con el propósito de crear un texto original. La etimología
del término corrobora esta breve definición: tanto el griego κέντρων como el latino cento remiten a una pieza de
costura hecha de harapos.5 Por ende, un centón, en su sentido
primigenio, se vincula estrechamente con el arte combinatorio propio de la
técnica literaria que se alumbra en los primeros siglos de nuestra era.
En
términos modernos, un centón es un “collage de citas”. De acuerdo con
Ausonio en el prefacio a su Cento Nuptialis,6
un centón es un “opusculum de inconexis continuum, de diversis unum […] de
alieno nostrum” (“obrita continua a partir de lo inconexo; completa a
partir de lo diverso; nuestra a partir de lo ajeno”). Como tales, los centones
constituyen el epítome de la intertextualidad o una forma intertextual
exacerbada.7 La eclosión de las teorías sobre la
intertextualidad –y, en particular, su aplicación al campo de los estudios
clásicos en la segunda mitad del siglo XX–8
condujo a la merecida revalorización de estos textos. Previamente, como
herencia de una concepción romántica de la originalidad, se los juzgaba juegos
literarios carentes de talento artístico. Esta restricción condujo a su
exclusión de la Anthologia Latina compilada en 1982 por Shackleton
Bailey, quien los calificó como opprobria litterarum. La opinión de este
crítico tampoco es absolutamente original. El mismo Ausonio caracteriza su
centón como “frivolum et nullius pretii opusculum, quod nec labor excudit
nec cura limavit, sine ingenii acumine et morae maturitate” (“obrita
frívola y de ningún valor, a la que no compuso el esfuerzo ni emprolijó la
preocupación, sin la agudeza del ingenio y la madurez de la dedicación
prolongada”). Es notorio que este autor refiera a su creación literaria
mediante el diminutivo opusculum en más de una oportunidad.9
Pero los
centones son mucho más que eso. Son textos que establecen dinámicas sumamente
particulares con sus fuentes. De acuerdo con la sistematización elaborada por
Hoch (1997), después retomada por Bažil (2009),10
existen tres tipos de centones: el
centón-pastiche produce un texto afín al espíritu del modelo (al menos en una
primera lectura). En este grupo se cuentan todos los centones mitológicos,
también conocidos como “de tema pagano”,11
el centón-parodia subvierte el sentido de su hipotexto con un fin lúdico o
burlesco, por lo general, mediante la traslación a una temática de índole
cotidiana. En esta categoría se ubican, por un lado, el brevísimo De
panificio, que relata la labor de un panadero, y, por otro, el célebre Cento
Nuptialis de Ausonio, donde se narran los pormenores de una noche de bodas, por último, el centón-contrafactura transmuta
completamente el sentido del texto original, al trasladarlo a un contexto
ideológico diverso. Aquí se sitúan los cuatro centones de tema cristiano que
han llegado hasta nuestros días.
El Cento
Vergilianus de Laudibus Christi (o Cento Probae), escrito por
Proba en la segunda mitad del siglo IV, se destaca, en este grupo, por su
extensión (cuenta seiscientos noventa y cuatro versos), por su complejidad
episódica y su riqueza temática (dado que abarca episodios del Génesis y del
Nuevo Testamento).12 En cambio, los tres restantes (Versus
ad Gratiam Domini, De Ecclesia y De Verbi Incarnatione) son
considerados centones menores epigonales, pues apenas exceden la centena de
versos y, según se supone, fueron escritos con posterioridad al Cento Probae
(si bien todavía subsisten dudas en torno a la fecha exacta de datación). Estos
tres centones menores no gozan de la popularidad de su predecesor,13
si bien comparten muchas de sus complejidades.
Los
centones contrafactura transponen los versos de un autor canónico a una nueva
cosmovisión (en este caso, la cristiana), resignificándolos. Así, la principal
característica de este grupo radica en la superposición de dos vertientes
culturales en sus versos: paganismo y cristianismo.
Las
dinámicas de poder entre estos dos grandes polos ideológicos son un aspecto
apasionante del mundo de la Antigüedad tardía.14
Para la época de surgimiento de los centones cristianos, que se presume es
posterior a la segunda mitad del siglo IV,15
se había decretado la libertad de cultos mediante la promulgación del Edicto de
Milán (313). Unas décadas después, el Edicto de Tesalónica (380) declarará al
cristianismo religión oficial del imperio romano. Sin embargo, la batalla
cultural apenas comenzaba. El cristianismo no contaba con una base fuerte de
textos propios que facilitara la difusión masiva de su ideología, deficiencia
rápidamente detectada por sus principales teóricos. El problema se intensifica
porque este déficit literario fomentaba la recurrencia a los textos paganos en
el ámbito educativo.16 Las obras clásicas de la República
y el Principado no solo eran sumamente apreciadas por el público culto de los primeros
siglos del cristianismo con fines de esparcimiento; también se empleaban como
manuales de retórica, estilística y gramática en las escuelas. Eran materiales formalmente ideales para la enseñanza, pero deleznables
en cuanto a su contenido; ¿cómo podía arraigarse la fe cristiana si en la
escuela se seguían enseñando textos que hablaban de un panteón de dioses
diversos?
En
consecuencia, los teóricos cristianos se vuelcan de manera sistemática a la
redacción de obras que saneasen esta situación. No obstante, el pasado no puede
desaparecer y, a pesar del recelo que les provocaba la ideología subyacente en
la tradición pagana, nada surge desde la nada (como muy tempranamente sostuvo
Lucrecio).17 Prudencio, Proba y los centonistas
menores, cuyos nombres no han trascendido, son algunos exponentes del
movimiento de adecuación cultural. Para estos escritores, la estrategia
consistió en una apropiación. Esta fue la respuesta dada a la célebre pregunta
de Tertuliano: “Quomodo repudiamus saecularia studia, sine quibus divina non
possunt?” (“¿Cómo repudiamos los estudios profanos, sin los cuales los
divinos no existen?”).18
El
progreso de las sociedades se manifiesta en la concatenación exitosa e
ininterrumpida de los dos eslabones de la cadena de toda paideia: discere
et docere, aprender y enseñar.19
Pero, frente al abismo ideológico abierto entre paganismo y cristianismo, fue
necesario introducir un cambio. Así, los teóricos del cristianismo en los
primeros siglos de nuestra era tomaron el enorme bagaje intelectual heredado de
la cultura clásica pagana y, para volverlo utilizable, lo pasaron por el tamiz
de la interpretatio christiana.20
Esta herramienta les permitió apropiarse del pasado cultural, enfocándolo a la
luz de su propia ideología.
En este
sentido hablamos de superposición de vertientes culturales, porque los núcleos
ideológicos del paganismo y del cristianismo conviven en los centones
contrafactura, generando una tensión propia de su misma naturaleza. Establecer
una división tajante entre contenido cristiano y forma pagana es una
simplificación extrema, que ignora un hecho fundamental: los centonistas buscan
activamente que Virgilio resuene en sus versos y que el lector lo recuerde. El
juego intertextual reside en el develamiento del sentido de su presencia en un
fragmento dado y nunca en un silenciamiento.
En
relación con este tema, Don Fowler, referente del campo de estudios de la
intertextualidad en el mundo clásico, enuncia una premisa fundamental:
“…previous texts leave ‘traces’ in later texts, and the relationship between
those traces, whether figured as additive or combative, is a central concern of
any study of intertextuality” (2000: 119). La demarcación de los cruces
intertextuales es un trabajo extremadamente laborioso, que, hoy en día, por el
influjo de la informática en el procesamiento de información, requiere un
esfuerzo adicional. Ya no basta con marcar la procedencia de un determinado
fragmento (tarea que, en la mayor parte de los casos, ya está realizada y no se
presta a discusiones). El desafío actual recae en significar esos cruces: dónde
se posiciona el hipertexto con respecto al hipotexto. Esta relación no es
binaria; consiste en un enorme espectro de posibilidades: un continuum
entre adhesión o contraposición.
A
continuación, veremos ejemplos de cruces intertextuales ubicados en distintos
niveles de este continuum. En todos los casos, la presencia subtextual
de la obra virgiliana es fundamental, pues nunca se da un borramiento absoluto
del hipotexto. En particular, analizaremos tres posibilidades de utilización
del hipotexto articuladas por los centonistas: como medio para apuntalar su mensaje,
como medio para aportar un matiz semántico adicional y como medio para destacar
un contraste y consecuente evolución idiosincráticas.
Para
simplificar la tarea, se aludirá exclusivamente a uno de los centones
virgilianos de tema cristiano: De Verbi Incarnatione.21
DVI se centra en el episodio bíblico de la Divina Encarnación, que es
narrado desde el punto de vista de la voz narrativa, aunque en sus versos
también se insertan algunos discursos de los personajes participantes,
principalmente Dios y Jesús, que pronuncian los más extensos.
De
todos modos, se impone aclarar que las conclusiones alcanzadas en torno a este
centón son extrapolables a los demás representantes de su misma categoría y,
por qué no, también a otros textos del período, exponentes de una técnica
compositiva similar (siempre partiendo de la premisa de que la literatura
latina, sea de la época que sea, incluso de la Antigüedad tardía, es de índole
innegablemente intertextual).
Intertextualidad
como medio para apuntalar el mensaje del hipertexto.
La
asociación de la obra de Virgilio con el pensamiento cristiano no es una tarea
imposible y, adicionalmente, tampoco es una novedad de los centonistas. Muy tempranamente
se realizaron lecturas alegóricas de la Bucólica cuarta, que vieron al niño
prometido como prefiguración de la llegada de Jesús. A mediados del siglo III,
Lactancio calificó a Virgilio como nostrorum primus,22
San Agustín poeta noster23
y San Jerónimo sine Christo christianum,24
poeta y profeta, aunque inconsciente de estar transmitiendo un mensaje divino
trascendente. En la segunda mitad del siglo IV, Proba declaró estar
recomponiendo la obra virgiliana, a fin de revelar su mensaje divino cifrado: “Uergilium
cecinisse loquar pia munera Christi” (“Proclamaré que Virgilio
profetizó las tareas sagradas de Cristo”).25
Operaciones
de esta naturaleza fueron factibles gracias a la particular sensibilidad
virgiliana, que en ciertos aspectos se acerca al sentir cristiano. La anterior
afirmación no implica un anacronismo: en la segunda mitad del siglo I a.C. ya
se encontraban activos en la sociedad muchos preceptos, que después
cristalizaron en la religión cristiana. Algunos eran novedosos; otros, en
cambio, provenían de filosofías preexistentes, como el estoicismo.26
Pensemos, por poner un ejemplo, en el carácter salvífico de la muerte de Lauso
en la Eneida, que permite a Mecencio experimentar una transformación
espiritual en sus momentos finales y su cercanía conceptual con la historia del
Buen Ladrón.27
En
definitiva, Virgilio posee trazas de fácil apropiación para el cristianismo. En
DVI el centonista recurre a algunos fragmentos virgilianos directamente
extrapolables a la ideología cristiana. Estos establecen una relación intertextual
basada en la similitud y sirven para fortalecer el mensaje del centón.
Aproximadamente
en la mitad de DVI, el autor cristiano compone un discurso de Dios,
dirigido a Jesucristo. En el transcurso de una veintena de versos, la figura
divina arenga a su Hijo a encarnarse en el mundo para traer beneficios al
género humano (DVI. 49-52):
nascere, | ut incipiant magni procedere menses, B.8.17 | B.4.12
ne maneant | terris | priscae vestigia fraudis, B.4.13 | ad. | B.4.31
prospera uenturo laetentur ut omnia saeclo. B.4.52
adgredere o magnos –aderit iam tempus– honores. B.4.48
¡Nace, para que empiecen a correr los grandes meses y
no queden en las tierras vestigios del antiguo engaño y todas las cosas,
prósperas, se alegren con la edad venidera! Ya ha llegado el tiempo. Encara los
grandes honores.28
La idea
principal plasmada en estas líneas es que la llegada de un niño traerá
beneficios a los seres humanos. El concepto presenta un notable paralelismo con
los contenidos de la Bucólica cuarta, muy afín al sentir cristiano.29
Allí, el nacimiento de un niño prefigura la recursión de la edad de oro, interrumpiendo
el ciclo férreo de padecimiento de los hombres. La cercanía ideológica con el
canon cristiano conduce al centonista a recurrir masivamente a aquella fuente,
usando una técnica que Martin Bažil dio en llamar réminiscence conductrice o
reminiscencia guía (nombre que apuntala la premisa de que el texto fuente es un
elemento indispensable para la interpretación). Esta consiste en la
yuxtaposición de un número significativo de referencias intertextuales a
pasajes extraídos de un episodio con unidad temática propia (en este caso, la
bucólica cuarta), para advertir acerca de su relevancia en la decodificación
del mensaje centonario.30 La estrategia acentúa la
existencia de un trabajo intertextual. Esto, a su vez, demuestra la hipótesis
arriba sostenida: el centonista no silencia su fuente; al contrario, advierte
sobre su supina importancia, al referirla de manera exasperada. En estos casos,
el centonista busca destacar el subtexto virgiliano, para demostrar una continuidad
ideológica entre aquella prestigiosa vertiente cultural y la del cristianismo,
aún en desarrollo, y así enmarcar su obra en una tradición legitimante en
términos literarios.
En este
punto, es importante destacar que, al significar los cruces intertextuales, se
debe trascender el sentido inmediato del verso o hemistiquio referido, en pos
de una lectura que recupere su contexto de proveniencia. Al componer centones,
la memoria del centonista opera desde una reminiscencia de tipo contextual,
pues los versos virgilianos seleccionados tienen, en la mayoría de los casos,
algún elemento contextual de vinculación semántica. Así, es necesario analizar
los préstamos en términos que trasciendan la inmediatez del verso aludido. La
revisión de su cotexto puede aportar matices interpretativos sumamente
enriquecedores.
Intertextualidad
como medio para aportar un matiz semántico adicional
En
relación con este segundo punto, veremos un verso puntual del centón, que
integra un discurso de Jesús dedicado a sus seguidores, donde los insta a
reunirse, desde todos los confines del orbe, para celebrar la liturgia. Al
hacerlo, introduce la frase: “e diverso sedem quotiens venietis in unam”
(DVI 73), “Cuando os reunáis en un lugar, desde diversas sedes”. Esta
proposición está casi literalmente tomada de Aen. 2. 716: “hanc ex
diverso sedem veniemus in unam”.
Aquí,
además de servir como sostén del mensaje de la nueva obra, el subtexto
virgiliano aporta un matiz interpretativo adicional, que en una lectura
desatenta del aspecto intertextual queda inadvertido. Una lectura
no-intertextual del texto centonario verá los versos arriba citados apenas como
una referencia a una reunión de fieles en un marco pacífico: una exhortación a
celebrar la paz y juntarse en un clima de armonía. No obstante, la detección
del intenso subtexto virgiliano enriquece el mensaje del texto cristiano, pues
esta reunión no es como cualquier otra. El segundo canto de la Eneida se
centra en el relato de la destrucción de la ciudad de Troya. Entre todos los
pormenores, se produce una reunión de los prófugos troyanos, en medio de la
amenaza de los enemigos, en un clima de desamparo y peligro.
La
mencionada intención de adición de contenido ausente en una lectura de índole
inmanente se basa en que los prófugos troyanos, dispuestos a abandonar todo
para volver a empezar, tienen una cualidad intrínseca del prototipo heroico
cristiano del mártir: la resiliencia. Para el pensamiento cristiano, la figura del
vencido se aparta del malestar de la derrota y, en cambio, se asocia a la forja
del carácter mediante el rigor de semejantes experiencias formativas. Así, la
referencia a los vencidos troyanos aporta un elemento muy valioso a la
caracterización de los cristianos, que en una lectura inmanente podría pasar
desapercibido.
El
estudio de este verso centonario demuestra que los patrones de análisis antes
detallados no solo sirven en fragmentos extensos, donde el autor emplea
técnicas como la réminiscence conductrice o la insistente yuxtaposición
de secuencias para urdir tramas intensamente vinculadas con su fuente. Por el
contrario, el análisis de unidades singulares, como versos o hemistiquios,
también permite la aplicación de estas estrategias de lectura. Algunos
fragmentos menores de los centones son verdaderos polos de sentido, donde se
actualizan, in nuce, estrategias intertextuales.
Intertextualidad
como medio para manifestar la existencia de una ruptura ideológica
En el
otro extremo del continuum, la recuperación de fragmentos virgilianos se
basa en la oposición entre hiper e hipotexto para demostrar finalmente la
superioridad de la cosmovisión cristiana. Lo relevante es que, incluso en estos
casos (a veces abiertamente controversiales), la obra centonaria no acalla su
fuente, sino que dialoga con ella, para destacar su divergencia.
Un
importante punto de discrepancia ideológica entre los textos paganos y los
cristianos recae en el sentido atribuido a la muerte. Los héroes paganos buscan
activamente sufrir una muerte honorable (o pulchra mors), que los
mantenga vivos en la memoria de la posteridad.31
No obstante, en el círculo más cercano al difunto, este acontecimiento no deja
de ser percibido con un sentimiento de dolor ante la pérdida. Como ejemplo de
esta situación, baste remitir a la paradigmática muerte de Palante en la Eneida,
que, a pesar de su heroísmo, es profundamente lamentada por todos sus
conocidos.32
En
contraposición, el cristianismo aporta un nuevo paradigma, según el cual la
muerte deja de ser motivo de luto.33
Este relevante cambio idiosincrático ocurre como consecuencia del carácter salvífico
del sacrificio de Cristo, que trae beneficios para todo el género humano y que
empieza a ser emulado en los primeros siglos de existencia del cristianismo.34
“Ergo vincimus cum occidimur”, sostiene Tertuliano,35
al referirse al fervor con el
que los mártires se entregan a la muerte. De la misma manera, puede apreciarse cómo en muchos
himnos del Peristephanon, Prudencio presenta este hecho como un motivo
de celebración, incluso entre sus seres queridos. Por ejemplo, en el décimo
poema del corpus, dedicado al mártir Román, se relatan las torturas a las que
es sometido un pequeño que permanece inmutable y el orgullo de su madre ante
ese hecho (Perist. 10. 756-760):
videbat ipsos apparatus funerum
praesens suorum nec movebatur parens
laetata quotiens aut olivo stridula
sartago frixum torruisset puberem
dira aut cremasset lamminarum inpressio.
La madre presente veía aquellos aparatos de la muerte
de los suyos y no se conmovía, sino que se alegraba ya cuando la caldera,
chirriante de aceite, quemaba a su niño, ya cuando le marcaba la impresión de
las láminas.
La
distancia con el episodio de la muerte de Palante es evidente, porque allí, aun
reconociendo el heroísmo de su hijo, Evandro no puede sino sufrir ante la
inevitabilidad de su pérdida.
Esta
traslación ideológica se aprecia, in nuce, en el v. 63 de DVI,
donde se lee: “Ille dies primus leti, primusque salutis”, “Aquel
primer día de la muerte, primero de la salvación”, sobre el día de la muerte de
Jesucristo. El verso procede de Aen. 4. 169: “Ille dies primus leti,
primusque malorum”, “Aquel primer día de la muerte, primero de los males”,
referido al encuentro furtivo entre Dido y Eneas, que anticipa el trágico
desenlace que aguarda a la reina. El centonista opera mediante la modificación
del último término del verso original (salutis por malorum). De
esta manera, manifiesta una concepción sobre la muerte distinta de la que presenta
la ideología de la obra virgiliana. Mientras que en la Eneida la muerte
es motivo de males (de la muerte de Dido se sigue la destrucción potencial de
su ciudad),36 en DVI posee un sentido
positivo, relacionado con la salvación de las almas. Mediante una modificación
minúscula, el centonista introduce una cosmovisión alternativa.
Reflexiones
finales
Los
argumentos presentados hasta este punto pretendieron demostrar, si bien
someramente, la particular relación entre hipo e hipertexto en los centones
contrafactura, que, lejos de ser de ocultamiento, es, como decíamos al
principio, de superposición. Los centonistas buscan que su fuente resuene, sea
para apuntalar su mensaje, agregar contenido o destacar las diferencias, pero
la presencia es innegable.
Por
consiguiente, abogamos a favor de una lectura que no silencie la fuente, sino
que la destaque, demostrando los objetivos y también las estrategias de
incorporación intertextual desarrolladas por el centonista, dentro del enorme
espectro de posibilidades existentes entre la total adscripción y el rotundo
distanciamiento respecto de los contenidos ideológicos de la obra pagana.
Como
conclusión, creemos que la intrínseca dificultad de esta forma literaria
tardoantigua propugna la necesidad de recurrir a textos bilingües con
traducciones anotadas, donde se puedan apreciar sus dos aristas –pagana y
cristiana– en toda su complejidad. Este será el desafío –y también la
oportunidad– para los hispanohablantes, dada la falta de semejantes ediciones
de los tres centones virgiliano-cristiano menores en nuestra lengua.
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El presente trabajo ha sido desarrollado en el marco
de una beca postdoctoral del CONICET y ha sido posible gracias a subsidios para
la investigación otorgados por la ANPCyT, PICT 2016 nº 1012 y la SGCyT de la
Universidad Nacional del Sur, PGI 24/I271.
1 La
intertextualidad consiste en la comunicación entre dos obras, en base a la
recuperación de la primigenia mediante formas de citación más o menos
explícitas. Esta herramienta del idioma supone más que la recuperación formal
de un verso; tiene un sentido trascendente, relacionado con la semántica del
pasaje referido, que funciona gracias a la existencia de una memoria episódica.
Bažil (2009: 70)
sostiene que la referencia intertextual: “…fonctionne comme une synecdoque, une
pars pro toto évoquant la source (ou au moins une de ses parties) dans sa
totalité”. Giampiccolo (2011: 20) reconoce la presencia de esta
técnica en los centones. Sobre el carácter intertextual de la literatura
latina, ver, en particular, las obras de Thill (1979) y Russell (1979). Para
una aproximación contemporánea a este complejo fenómeno, recomendamos el
compendio de Harrison, Frangoulidis & Papanghelis (2018). En términos
generales, para definir los parámetros teóricos de nuestro acercamiento al
fenómeno de la intertextualidad, nos basamos en Fowler (2000).
2 Tratado por
Conte (1986: 32-35). Las citas de Catulo y de Virgilio son extraídas de las
ediciones de Mynors (1958) y Geymonat (2008), respectivamente. Todas las
traducciones incorporadas en este trabajo nos pertenecen.
3 Este tema es
trabajado por Sisul (2018).
4 Todas las
citas de Prudencio incorporadas en este trabajo provienen de las ediciones de
Lavarenne (1948 y 1951).
5 “piece of patch-work,
rag” (Liddell & Scott), “A quilt, blanket or curtain made of old garments
stitched together” (OLD). Similar a Ernout & Meillet (1959:
113): “couverture ou vêtement fait de différentes pièces cousues ensemble”.
6 Trabajamos con
la edición de La Fico Guzzo & Carmignani (2012).
7 Okáčová (2008) los define como “the
embodiment of absolute intertextuality”. Sandnes (2011: 107) los califica
“parasíticos”.
8 Las teorías
sobre la intertextualidad, iniciadas gracias a los aportes de Kristeva y
Genette, encontraron suelo fértil entre estudiosos de la literatura clásica,
como demuestra la proliferación de obras teóricas dedicadas a desarrollar sus particularidades.
Conte (1986); Hinds (1998); Fowler (2000); y Edmunds (2001) son sus
representantes. Sobre la trascendencia de las teorías de la intertextualidad en
la revalorización de las obras centonarias, recomendamos el artículo de La Fico
Guzzo (2017).
9 Sandnes (2011,
110ss.) los relaciona con juego y divertimento.
10 Hoch (1997:
14-16) y Bažil (2009: 56-58).
11 Objetos de estudio
de Carmignani.
12 Entre los
centones virgilianos de tema cristiano, el Cento Probae es el que más
atención ha recibido en los últimos años, como se refleja en el número de
ediciones críticas aparecidas recientemente: Badini y Rizzi (2011); Sineri
(2011); La Fico Guzzo & Carmignani (2012) y Schottenius Cullhed (2015). De
manera análoga, muchos estudiosos se han dedicado a aspectos puntuales del
texto (en nuestro país: La Fico Guzzo).
13 La relegación
de estas tres obras con respecto al Cento Probae se manifiesta
descarnadamente en la escasez de ediciones críticas modernas, pues no cuentan
más que una cada uno, en contraposición con las cuatro recién mencionadas del Cento
Probae: Damico (2010); Arcidiácono (2011) y Giampiccolo (2011). Estas
estudiosas italianas son discípulas de Salanitro, quien a lo largo de su
carrera como investigador se ocupó de los centones menores cristianos.
Actualmente, Audano es uno de los especialistas activos más prolíficos en su
tratamiento de estas obras.
14 La tardía
Antigüedad es concisamente caracterizada como “una época de angustia” por Dodds
(1965).
15 El Cento
Probae está casi unánimemente datado en el decenio entre los años 360 y 370
(La Fico Guzzo, 2012: 28). En cambio, no existen tantas certezas en torno a los
otros tres. Sobre De Ecclesia, Damico, 2010: 28, siguiendo a
Formica (2002: 235) ofrece un extenso rango de fechas entre los siglos IV y V;
Audano (2014: 79) lo ubica en la primera mitad del siglo V y Fassina (2007:
370ss.) establece como terminus post quem los decenios finales del siglo
V. Por otra parte, Salanitro (1981: 55) y Giampiccolo (2011: 12) fechan el De
Verbi Incarnatione a finales del siglo IV o principios del V, mientras que
Fassina (2013) atrasa su datación hasta mediados del VI. Sobre Versus ad
Gratiam Domini, Arcidiacono (2011: 17) establece el siglo VII como terminus
ante quem, pero sostiene que este centón debe proceder del final del siglo
IV o principios del V.
16 Sobre Virgilio
como poeta de escuela, ver La Fico Guzzo & Carmignani (2012: 22 ss.).
17 “nullam rem e nilo
gigni…” (Lucr.
1.150). Edición de Bailey (1947).
18 De Idolatria 10.4.
19 Cf. Florio (2009).
20 Florio (2009: 112) la define como: “…una intelección
cristiana de la literatura”. Elsner & Hernández Lobato (2017: 6) describen
la tardía Antigüedad como “An era of interpretation”.
21 Códice
Parisino Latino 13047, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.
22 Lact. Inst.
1.5.
23 Acad. 3.4.9.
24 San Jerónimo Ep.
53.7: “Maronem sine Christo possimus dicere
christianum”.
25 CP. 23. Edición: La Fico Guzzo &
Carmignani (2012).
26 Bowra (1933) y
Edwards (1960).
27 Este tema es
desarrollado por Sisul (2016).
28 Las citas del
centón proceden de la edición de Giampiccolo (2011).
29 Sobre lecturas
cristianas de la Bucólica cuarta, remitimos al libro de Monteleone
(1975).
30 “…l’évocation
répétée d’un passage de la source qui devient ainsi un arrière-plan sémantique,
sur lequel le centon ou sa partie se greffe et auquel il réagit” (Bažil, 2009:
116, n. 4).
31 En torno al
concepto de pulchra mors, remitimos a la entrada de pulcher en la
Enciclopedia Virgiliana, redactada por Mugellesi Christillin (1988:
348): “…balza alla mente il concetto omerico che morire in combattimento nel
fiore dell’età costituisce per gli ἄνδρες una specie d’iniziazione, quasi che in
questo modo ricevano un insieme di qualità, di valori che li rende ἄριστοι. La bella morte, καλὸς θάνατος, come la chiamavano gli oratori
funebri ateniesi, è la morte gloriosa, il termine ultimo dell’onore, l’ἄρετή completa e
compiuta […] vita breve e gloriosa”. En términos generales, el tema es
trabajado por Vernant, 2001, mientras que su aplicación a la obra virgiliana
puede rastrearse en Lassandro (1990).
32 Sobre el luto
de Eneas: Aen. 10. 510ss.; sobre el luto de Evandro y sus conciudadanos:
Aen. 11. 139ss.
33 Ver Sisul
(2020).
34 “La finalidad última
del mártir –coincidente con la perseguida desde la que inaugurara la figura
paradigmática de Cristo […]– excede
cualquier proyecto o empresa individual. Esa muerte, en efecto, no sirve apenas
para la conquista de la propia inmortalidad; su finalidad última, claramente
expresada en la muerte de Cristo, concierne a la salvación de los demás”,
Florio (2002: 277).
35 Tert. Ap.
50. 3.
36 Aen. 4. 682-683.