De la palabra al concepto: notas
sobre la terminología de la silogística en ibn Ḥazm de Córdoba
From word to
concept: notes on the terminology of the syllogistics in ibn Ḥazm of Cordoba
Resumen
La formación del vocabulario técnico que encontramos
en traducciones, comentarios y literatura filosófica en el Islam tuvo lugar en
el marco de un proceso más amplio de desarrollo de la lengua árabe clásica y en
paralelo al movimiento de traducciones greco-árabe, sobre todo a lo largo del
siglo IX, que avanzaba sobre una doble fuente greco-siríaca respecto de las
lenguas que dominaban los traductores y en las que se encontraban expresados
los textos-fuente. Ante la ausencia de un vocabulario técnico preexistente, los
traductores debieron revisar constantemente las reglas sintácticas y
morfológicas de la lengua árabe para traducir los conceptos abstractos de la
filosofía griega. De este modo, la traducción era un proceso creativo en el que
se recurría al uso de préstamos y términos transliterados, traducciones
“prestadas” (calcos), formación de sustantivos abstractos y neologismos, entre
otros.
Sobre la base de la literatura de traducción y la
producción de comentarios avanzarían las producciones filosóficas posteriores,
las cuales permitirían la construcción progresiva de un consenso respecto del
uso de ciertas palabras árabes para determinados conceptos griegos. Aunque
también, como producto de la revisión constante de las traducciones, la mezcla
de estilos y las contaminaciones teóricas y prácticas provenientes de la
tradición comentarista, el vocabulario técnico fue variando y dando lugar a diversos
usos e interpretaciones conceptuales.
Este es el caso de la noción griega συλλογισμός en las traducciones, comentarios y literatura
filosófica de los Analíticos Primeros. En la introducción a la lógica de
Ibn Ḥazm de Córdoba (m. 1064), su Aproximación a las definiciones de la
lógica, la terminología de la silogística varía respecto de los lógicos que
lo precedieron dando lugar a ciertos problemas interpretativos que analizaremos
a la luz de la traducción al árabe de la obra aristotélica y de los comentarios
de al-Fārābī (m. 950).
Palabras clave: Lógica
árabe – Silogismo – Analogía – Inducción
Summary
The formation of the technical vocabulary that we find
in translations, commentaries and philosophical literature in Islam took place
within the framework of a broader process of development of the classical
Arabic language and in parallel to the Greek-Arabic translations movement,
especially throughout the 9th century, which advanced on a double Greek-Syriac
source with respect to the languages that the translators dominated and in
which the source texts were expressed. In the absence of a pre-existing
technical vocabulary, translators had to constantly revise the syntactic and
morphological rules of the Arabic language to translate the abstract concepts
of Greek philosophy. Thus, translation was a creative process in which recourse
was made to the use of loans and transliterated terms, “borrowed” translations
(traces), formation of abstract nouns and neologisms, among others.
On the basis of the translation literature and the
production of commentaries, later philosophical productions would advance,
which would allow the progressive construction of a
consensus regarding the use of certain Arabic words for certain Greek concepts.
Although also, as a product of the constant revision of the translations, the
mixture of styles and the theoretical and practical contaminations coming from
the commentary tradition, the technical vocabulary was changing and giving rise
to various conceptual uses and interpretations.
This is the case of the Greek notion συλλογισμός in the translations, commentaries and philosophical
literature of the Prior Analytics. In the introduction to logic of Ibn Ḥazm
of Cordoba (d. 1064), his Approximation to the definition of logic, the
terminology of the syllogistics varies with respect to the logicians who
preceded it, giving rise to certain interpretive problems that we will analyze
in light of the translation to Arabic of the Aristotelian work and of the
commentaries of al-Fārābī (d. 950).
Keywords:
Arabic logic – Syllogism – Analogy – Induction
Recibido: 24/04/2020
Aceptado: 17/08/2020
El
árabe clásico y las traducciones greco-árabes
El
árabe clásico constituye la forma de la lengua árabe tal como fue descrita por
los gramáticos del siglo VIII, quienes la llamaron ‘arabiya. Constituye,
asimismo, la lengua de los textos de época pre-islámica y del Islam temprano de
los que tenemos constancia; estos son, principalmente, el Corán, los aḥādīth,
la tradición histórica1 y la poesía. Sin embargo, existen
dos registros de época pre-islámica: el primero de ellos, denominado “evidencia
epigráfica”, está constituido por un reducido número de documentos expresados
en lengua árabe –lo que Mulligan (1986) denomina “árabe antiguo”– pero que se
encuentran transcriptos en otras lenguas, como el nabateo, el arameo o el
sabeo.2 Al respecto, existen algunas breves
inscripciones árabes integradas en textos escritos en otras lenguas, como las
breves inscripciones en arameo-nabateo recientemente descubiertas en el
noroeste de Arabia, que datarían de los siglos IV o V d.C. (Robin, 2001). El
segundo, denominado vagamente “evidencia literaria”, se conforma por el
conjunto de textos que constituirán luego el Corán, la poesía pre-islámica y
los ‘Ayyām al-‘Arab,3 los cuales fueron originalmente
transmitidos de forma oral y puestos por escrito recién a lo largo de los dos
primeros siglos del Islam (MacDonald, 2004, 2006, 2009).
La
principal diferencia que presentan ambos registros es que la “evidencia
epigráfica” no ha sufrido modificaciones desde la antigüedad, mientras que la
“evidencia literaria” ha pasado por un proceso de transmisión y reelaboración
constante (MacDonald, 2006: 465). De modo que los gramáticos árabes del
temprano Islam partieron de la base lingüística de la poesía pre-islámica y del
Corán para establecer una forma sistematizada de la lengua árabe, denominada
como al-‘arabiya al-fuṣḥā (Mulligan, 1986: 561).
De
acuerdo con Fischer (2006: 398), las descripciones de la lengua árabe por los
gramáticos estuvieron motivadas por el deseo de proteger el “alto nivel
lingüístico” presente en el Corán, donde es llamada una “lengua árabe clara”
(Corán XVI: 103), entendida en contraposición al uso incorrecto de los casos y
modos que emergían en las formas coloquiales de la lengua. Por otra parte,
desde los inicios de la expansión del Islam, los gramáticos debieron enfrentar
el desafío de enseñar una forma estandarizada de la lengua a los no-árabes,
especialmente a los kuttāb, es decir, a los “escribas” que se
desempeñaban en la administración del imperio. Fischer afirma que “la
consecuencia de este proceso fue que el sistema morfológico y las reglas
sintácticas básicas se congelaron, de modo que el árabe clásico fue enseñado de
acuerdo a estas reglas sin ningún cambio durante los siglos siguientes”.4
Durante el califato de ‘Abd al-Malik (685-705) el árabe clásico se convirtió en
la lengua oficial y educativa del imperio islámico, a partir de la orden del
califa de cambiar la lengua de la administración del imperio Omeya del griego y
el persa medio (pahlavi) al árabe. La estandarización del árabe clásico sobre
la base del Corán y la poesía se habría completado hacia fines del siglo VIII,
como lo atestigua la obra del gramático Sībawayhi (m. 793), Kitāb,
basada en el Corán, en un amplio corpus de textos poéticos y en testimonios de
informantes beduinos a quienes el autor considera como fuṣaḥā’, es
decir, hablantes confiables del árabe clásico en términos de al-‘arabiya
al-fuṣḥā.
A lo
largo del siglo VIII, el conocimiento “correcto” del árabe clásico fue
convirtiéndose, progresivamente, en un medio de ascenso social y el amplio uso
de la lengua en el ámbito religioso y administrativo ubicó a los gramáticos en
una posición central en una sociedad que mutaba constantemente a partir de la
integración de los musulmanes no-árabes (mawālī) que pretendían competir
en prosa y poesía con los árabes, tendencia que se profundizó con la revolución
‘Abbāsī del 750 (Fischer, 2006: 401-403; Afnan, 1964: 60-68). El traductor de
origen persa Ibn al-Muqaffa‘ (m. 759), quien es autor de una traducción del Kalīla
wa Dimna del pahlavi al árabe clásico, es un producto de esta tendencia.
A lo
largo de este periodo, a pesar de los esfuerzos de los lexicógrafos por
codificar el vocabulario, sobre todo el coránico, con el fin de proteger la
lengua de la corrupción de su estructura gramatical, este comenzó a expandirse
facilitando la infiltración de palabras extranjeras, las cuales eran aceptadas
siempre que sus reglas fonéticas y morfológicas pudieran adaptarse al árabe
(Fischer, 2006: 402-403). Desde tiempos pre-islámicos hasta el siglo VIII,
estos préstamos provenían, principalmente, del arameo y del persa; desde el
siglo VIII, en el marco de las traducciones sistemáticas de las obras
científicas griegas al árabe (en ocasiones, a partir de una traducción
siríaca), el número de palabras de origen griego aumentó considerablemente
(Gutas, 2006: 198-202). Las inscripciones, una trilingüe (griego, arameo y
siríaco) en un dintel donde se relata un martirio en Zabad (norte de Siria) que
data del 512 d.C., y otra bilingüe (griego y árabe), también acerca de un
martirio, encontrada en Ḥarrān (sur de Siria) que data del 463 d.C., evidencian
las lenguas que prevalecían en la región, como así también que, en particular,
desde el periodo Omeya (661-750) el árabe se encontraba en contacto constante
con el griego a partir de la incorporación de hablantes de esta lengua en las
regiones de Siria-Palestina y Egipto a lo largo de las fronteras del imperio
islámico.
En este
contexto, durante el desarrollo del movimiento de traducciones de las obras
filosóficas griegas al árabe, sobre todo desde el reinado del califa al-Ma‘mun
(813-833), quien fundó la “casa de la sabiduría” (bayt al-ḥikma) para
tal fin, el árabe clásico ya había sufrido un proceso de sistematización y las
filtraciones de palabras de origen griego impusieron un trabajo de adaptación
de los valores semánticos de estos préstamos a las reglas sintácticas y
morfológicas del árabe clásico. Dichas reglas fueron revisadas para dar lugar a
los conceptos abstractos de la filosofía griega. Por esta razón, la prosa
filosófica y la terminología técnica comienzan con los traductores.
Hacia
una “sistematización” del vocabulario filosófico árabe
Los estudios sobre el movimiento de traducciones desde
Walzer (1970) han distinguido cuatro etapas del mismo, considerando grupos de
traductores, sus métodos de traducción y su terminología científica y
filosófica: a) las primeras generaciones, anteriores al reinado de al-Ma‘mun,
tales como el mencionado Ibn al-Muqaffa‘, Ibn al-Biṭrīq (m. 815) y Theodore Abū
Qurrā (m. 820); b) los traductores del círculo de al-Kindī (m. 870), entre
cuyos miembros se contaban ‘Usṭāt e Ibn Nā‘ima al-Ḥimṣī. Entre otros
traductores contemporáneos se encontraban Thābit b. Qurra (m. 901), procedente
de Ḥarrān; c) en torno a Ḥunayn ibn Isḥāq (m. 873) trabajaba un grupo de
traductores: su hijo Isḥāq (m. 910), su sobrino Ḥubaysh y ‘Abū ‘Uthmān
al-Dimashqī (m. 914). Además de sus traducciones, el grupo se ocupó de revisar
y actualizar otras anteriores; d) los traductores tardíos como ‘Abū Bishr Mattā
ibn Yūnus (m. 940) y Yaḥya b. ‘Adī (m. 974), quienes trabajaron casi
exclusivamente sobre registros siríacos elaborados, en su mayoría, por Ḥunayn y
sus colaboradores (Vagelpohl, 2006: 542).
En
contraposición a esta interpretación cronológica de las traducciones, Gutas
(1997: 141-150) ha considerado que hablar de fases o etapas impide examinar el
fenómeno de las traducciones en sus manifestaciones concretas. Al respecto
propone discutir el problema en términos de “complejos de traducciones”,
distinguiendo: a) las obras de Galeno e Hipócrates traducidas por Ḥunayn y sus
colaboradores; b) las traducciones elaboradas por el círculo de al-Kindī, que
incluyen, principalmente, la Metafísica de Aristóteles, una paráfrasis
de las Enéadas de Plotino (libros IV-VI), conocida luego como Teología
de Aristóteles, una selección de proposiciones de los Elementos de
teología de Proclo y una compilación conocida como Libro del bien puro,
traducida luego al latín como Liber de causis; c) la monumental
traducción del Órganon aristotélico, conservada en el manuscrito
parisino de los textos que contiene los nueve tratados del Órganon
alejandrino: la Isagoge de Porfirio, los seis tratados lógicos de
Aristóteles y la Retórica y la Poética. Cabe destacar que el
manuscrito en sí mismo es un testimonio de la historia de la lógica árabe de
los siglos IX y X por contar con numerosas glosas a lo largo del texto de
varios autores que intervinieron comentando el texto al margen como también
integrando palabras aclaratorias (por ejemplo, dando la palabra griega
correspondiente a la árabe) en el mismo cuerpo del texto de la traducción. Y,
por último, (d) la traducción de las obras de Euclides y particularmente sus Elementos.
Asimismo,
Gutas señala que las traducciones presentaban características variables que
impiden agruparlas cronológicamente. Dos de ellas resultan de nuestro interés:
la primera es que existían traducciones repetidas que eran revisiones de
traducciones existentes, las cuales mezclaban estilos y terminología, como
también contaminaciones tanto teóricas, provenientes de la tradición
comentarista, como prácticas, en cuanto a la terminología y sus usos basados en
la investigación de otros pensadores. La segunda es que las competencias de los
traductores variaban, tanto en general como respecto de un tema específico
(1997: 143-144).5
Ante
este panorama, como advierte Vagelpohl (2006: 543), resulta complejo reconstruir
la traducción de un texto y la historia de su transmisión con precisión y
comprender el desarrollo de las técnicas de traducción,6
la terminología e, incluso, trazar líneas claras de contacto entre una obra de
filosofía árabe y una determinada traducción de una obra griega. Asimismo, la
complejidad del sistema verbal de la lengua griega y sus características
sintácticas y morfológicas ocasionó que, ante la ausencia de equivalencias en
la lengua árabe, la interpretación y la traducción fueran, en ocasiones,
erróneas o, al menos, engañosas. Una de las principales consecuencias de ello,
como también del constante proceso de revisión y alteración de las
traducciones, fue que la estandarización del vocabulario fuera progresiva,
sobre todo antes de las traducciones producidas por el grupo liderado por Ḥunayn
ibn Isḥāq (Rosenthal, 1975: 8; Vagelpohl, 2006: 545). Este es el caso de la
formación de un vocabulario filosófico árabe, pues la lengua árabe carecía de
una terminología técnica preexistente que pudiera expresar las ideas
filosóficas griegas introducidas por el movimiento de traducciones.
Ahora
bien, considerando que (a) los cambios lingüísticos que se observan en la
“literatura de traducción” forman parte de un proceso más amplio de desarrollo
de lo que hemos denominado como árabe clásico (Vagelpohl, 2006), que (b) el
contexto lingüístico de las traducciones se caracteriza por la doble fuente
greco-siríaca teniendo en cuenta las lenguas que dominaban los traductores y en
las que se encontraban expresados los textos-fuente, que (c) la tarea de
traducir textos específicos, como los tratados lógicos de Aristóteles, requería
del conocimiento previo de la obra del autor y sus comentaristas por parte del
traductor (Hugonnard-Roche, 1994), y que (d), como ya hemos señalado, un
análisis del vocabulario filosófico árabe no puede partir del supuesto de una
progresión temporal del desarrollo de los estilos de traducción (Endress, 1997;
Gutas, 1998), un abordaje de la formación del vocabulario específico de la
lógica árabe que considere una tendencia hacia la “sistematicidad”, la
“estandarización” o la “normalización” pierde de vista las complejidades de la
transposición de una lengua a otra y del paso de la palabra al concepto.7
Por el contrario, consideramos necesario entender la tarea de la traducción y
la producción de ideas filosóficas como un proceso creativo.8
En este sentido, la correspondencia entre una palabra árabe y una determinada
significación filosófica no necesariamente es el producto de una
sistematización del vocabulario técnico.
Traducciones
y usos de la noción de συλλογισμός
En el manuscrito parisino de los Analíticos9
el término qiyās –y sus diversas derivaciones gramaticales– es utilizado
de manera consistente a lo largo del texto para traducir la noción aristotélica
de συλλογισμός. Esto
es así, por ejemplo, en Analíticos Primeros, 24a27-28, 24b18, 39a3,
64b12 y 64b16, y en Analíticos Posteriores, 71b18, 79a26, 80b15,
80b20-21. En otras ocasiones, el texto árabe translitera directamente del
griego con el término sulujismūs (Analíticos Primeros, 24a12,
24a26, y Retórica, 55a14, 56b4, 56b12, 56b17, 57a9, 57a23, 58a11). Por
último, el manuscrito parisino contiene, además del texto árabe de los Analíticos,
un conjunto de glosas, tanto marginales como incorporadas en el cuerpo del
texto, que comentan, explican o realizan aclaraciones.10
Algunas de ellas se presentan por encima del texto principal con la aparente
función de servir de aclaración respecto de la terminología: esto sucede en Analíticos
Primeros I.1 cuando por encima del término sulujismūs la glosa
aclara “al-qiyās” o “miqiyās” para el plural. En una de estas
glosas en particular se observa “al-qiyās al-jāmi’ah”. La noción de
jāmi’ah es otra de las equivalentes a συλλογισμός según ha sido utilizada por traductores, comentadores
y autores de literatura secundaria sobre la lógica. Además de la única
referencia mencionada en Analíticos Primeros, la encontramos también en
la Metafísica (1014b2, 1015b9, 1022a22, 1034a32 y 1042a3).11
La raíz de la palabra qiyās es Q (ق) + Y (ي) + S (س), cuya significación es “medir”. La derivación qiyās
(قياس) puede significar “medida”; “comparación”;
“raciocinio”; las “premisas de un silogismo, tomadas en conjunto”; también se aplica
a un “silogismo” completo; y, además, significa “analogía” (Lane, 1968, VII:
2578). Tal como ha señalado Troupeau (1994), a partir de la influencia de la
metodología jurídica, qiyās adquiere también el sentido de “norma/regla”
jurídica. En paralelo al movimiento de traducciones, y particularmente a partir
de la Risāla de al-Shāfi’ī (m. 820), obra en la cual se establecen los
principios fundamentales del razonamiento jurídico en el Islam, bajo la noción
de qiyās quedan subsumidos varios tipos de razonamiento legal. Como
arquetipo de todo argumento legal, qiyās se constituye de cuatro
elementos: a) un nuevo caso que requiere de una solución legal; b) el caso
original que puede ser encontrado ya establecido en los textos revelados o
sancionado por consenso (ijmā’); c) el atributo común entre el caso
nuevo y el caso original; d) la norma legal que se encuentra en el caso
original y que, debido a la semejanza entre los dos casos, debe ser transpuesta
al nuevo caso. Presentado de esta forma, qiyās refiere a un razonamiento
analógico; el clásico ejemplo dado por los juristas al respecto es el del vino,
según el cual si un jurista se encuentra ante un caso de consumo de vino de
dátil (A), requiriendo que decida su status, éste observa que en el Corán se
prohíbe explícitamente el consumo de vino de uva (B) por su carácter
intoxicante. En este caso, el común denominador es el atributo de la
intoxicación (C), el cual encontramos tanto en A como en B. Por lo tanto, el
jurista concluye que, como en el caso de B, A está prohibido debido a su
cualidad intoxicante (C).
En Analíticos Primeros, la primera mención de
la noción de συλλογισμός la encontramos en 24a12 (Ross, 1957), donde Aristóteles traza el plan
de descripción de una teoría de la argumentación refiriendo su intención de
definir la demostración, la proposición, el término y el silogismo (συλλογισμός)12 perfecto e imperfecto. El texto
árabe da para dicha noción sulujismūs (ed. Badawi:138), es decir, la
transliteración directa del griego. El término qiyās lo encontramos en Analíticos
Primeros 24a27-28, 24b18, 39a3, 64b12 y 64b16 en tres formas derivadas
diferentes: yaqays, maqāyisu y al-qiyās. En el primer
pasaje (24a27-28) hay un doble uso: en primer lugar, respecto de la diferencia
entre la proposición demostrativa y la dialéctica, Aristóteles sostiene que
“tanto el que demuestra como el que pregunta deducen (yaqays/συλλογίζεται) asumiendo que se da o no se da algo unido a algo”.
El segundo pasaje se corresponde con la definición aristotélica del silogismo
(24b18-20): “En cuanto al silogismo (al-qiyās/ συλλογισμός) es un enunciado en el que se postula más de una cosa
de la cual, si está unida, otra sigue necesariamente por la fuerza de la
existencia de estas mismas cosas” (ed. Badawi:142). La siguiente mención
aparece en el contexto de la descripción de los silogismos modales de la
segunda figura, donde Aristóteles señala que “está claro que todos los
silogismos (οί συλλογίσμοί) son imperfectos y que llegan a conclusión en virtud de las figuras
anteriormente expuestas” (39a2-3). Aquí el texto árabe da para οἱ συλλογίσμοί → maqāyisu (مقاييس), noción que representa el plural de miqiyās y significa
literalmente “medidas”. En 64b12 y 64b16 el texto árabe da qiyās (قياس) para συλλογισμον y συλλογισμός, respectivamente. Luego, en Analíticos Posteriores 71b18 el
texto árabe da maqāyisu (مقاييس) para συλλογισμον. Finalmente, en 79a26, 80b15 y 80b20-21 el texto
árabe da qiyās (قياس), en el primer caso, y a continuación maqāyisu (مقاييس) para συλλογισμός, respectivamente.
En cuanto a la raíz de la palabra jāmi’ah es J
(ج) + M (م) + ‘ (ع), cuya significación es “reunir”, “recoger”,
“combinar” y “vincular”. Aparece en 129 ocasiones en el Corán, en once formas
derivadas: tres verbales (jama‘a, ajma‘u, ij’tama‘u),
cinco nominales (ajma‘īn, jam‘, jumu‘at, jamīʿ, majmaʿ), participios activos (jāmi’ y muj’tami‘un)
y participios pasivos (majmūa‘). La derivación jāmi’ (جامع) es un participio activo nominal (I) que significa “reunir”,
“coleccionar”; a su vez, es uno de los nombres de Dios (الجامع), significando “el ‘Coleccionista’ de los seres creados para el día del
juicio final”, o bien “el ‘Combinador’ de cosas de naturalezas similares y de
cosas de naturalezas contrarias, en existencia” (Lane, 1968, II: 456). En su
forma coránica, esta derivación es utilizada significando “reunir” (jāmi’u:
“¡Señor nuestro! Es verdad que vas a reunir a los hombres en un día sobre el
que no hay duda” [Corán 3:9]) y “los ha reunido” (jāmi’in: “Realmente
los creyentes son los que creen en Allāh y en su Mensajero y son aquellos que
cuando están con Él por algo que los ha reunido no se retiran sin antes pedirle
permiso” [Corán 24: 62]).
En Metafísica 1014b2, la expresión συλλογισμοί οί πρώτοι (الجوامع الاول) refiere a “los silogismos primeros”. En línea con Alejandro de
Afrodisia (1994, 356: 22), Averroes (ed. Bouyges, 1942, VI: 502) interpreta que
Aristóteles se refiere a un silogismo de la primera de las tres figuras. Por el
contrario, Ross (1957: 295), entre los comentadores contemporáneos, ha
sostenido que la referencia corresponde, en realidad, a los silogismos simples
que, en oposición a los polisilogismos (σωρίτης/maqāyisu al-murakaba), tienen tres términos y
solo un término medio. En Metafísica 1015b9 y 1034a32, la expresión ὁ συλλογισμός y οἱ συλλογίσμοί (الجوامع/الجامع), respectivamente, refiere a “silogismo” y
“silogismos”. No parece haber un vínculo conceptual entre ambas referencias, más
que servir de ejemplos en las definiciones aristotélicas de los “elementos” y
lo “necesario”; en primer lugar (1014b2), luego de definir el principio y la
causa, Aristóteles refiere que las demostraciones en general están compuestas
por elementos, como el caso de las demostraciones primeras que están contenidas
en múltiples demostraciones y de los cuales los “silogismos primeros” (συλλογισμοί οἱ πρώτοι [jawāmi‘a al-awal]) que constan de los tres
términos y proceden por uno medio, como ya hemos referido. En segundo lugar,
Aristóteles afirma que la necesidad de la demostración depende de la necesidad
de las premisas de las que parte todo silogismo (ὁ συλλογισμός [الجامع]) (1015b5-9).
Valoraciones
semánticas y conceptuales del silogismo en Ibn Ḥazm
A modo
de introducción al análisis de la terminología de la silogística de Ibn Ḥazm es
necesario considerar el contexto de producción de su obra y el estado de los
estudios sobre la lógica en al-Andalus hasta el siglo XI. Ello permitirá situar
su interpretación de la lógica aristotélica en una encrucijada entre los
conflictos políticos que marcaron el final del califato de Córdoba hacia el
1031 y las confrontaciones entre interpretaciones opuestas de los aspectos
metodológicos y argumentativos del establecimiento de la Ley, escenario en el
cual el cordobés escribe su Aproximación a las definiciones de la lógica
(ed. ‘Abbās, 1983).
La vida
de Ibn Ḥazm de Córdoba puede ser dividida en tres etapas: a) desde su
nacimiento en Córdoba en noviembre del 994 a julio del 1013, cuando se ve
obligado a refugiarse en Almería tras el saqueo de la capital por los
beréberes; b) desde el 1013 a los años que van del 1027 al 1031, en los que
decide abandonar la vida política y dedicarse a la intelectual; c) desde el
1031, año en que finaliza la guerra civil que pone fin al califato de Córdoba,
el cual se desintegra en numerosos reinos independientes -las taifas (ṭawā‘if)-,
hasta el 1064, año de su muerte. Los destinos de su familia, como el suyo
propio, estuvieron unidos a la dinastía Omeya, lo cual le valió a Ibn Ḥazm
persecuciones, encarcelamientos y exilios en más de una ocasión. Su juventud
transcurrió durante la guerra civil cordobesa entre el 1009 y el 1031, años en
los que participó de tres levantamientos legitimistas Omeyas. Desde el 1027 se
dedica a la enseñanza y a la producción intelectual, como ya hemos observado,
aunque sin abandonar su espíritu polémico frente a los grupos de poder en
al-Andalus (Puerta Vílchez, 2013a).
En
cuanto a la formación jurídica del cordobés, el suyo es uno de los infrecuentes
casos de “conversión intra-islámica” (Adang, 2001). Ibn Ḥazm se formó
inicialmente como mālikī ya que su padre se desempeñaba como secretario del
gobernante de facto al-Manṣūr b. Abī ‘Amir (m. 1002), quien en realidad
ocupaba el cargo de ḥājib en la corte del debilitado califa Hishām II
–gobernó desde 976 a 1009–. En torno a los años 1019-1020, el cordobés comenzó
a estudiar con el faqīh Abū ‘Abd Allāh b. Daḥḥūn, quien lo introdujo en
el estudio de la Muwaṭṭa’ de Mālik b. Anas. Durante los tres años que
Ibn Ḥazm estudió con Ibn Daḥḥūn habría comenzado a considerar opciones
alternativas a la escuela mālikī a partir de la influencia que tuvo sobre él su
maestro Mundhir b. Sa‘īd. De este modo, como sugiere Adang (2001), en torno al
1022, cuando comienza a escribir el Collar de la paloma, el cordobés ya
se habría introducido en el estudio de las obras del fundador del ẓāhirīsmo,
Ibn Dāwūd (m. 909), y su hijo Muḥammad b. Dāwūd (m. 910). En 1023, el cordobés
participaría de un nuevo intento de restauración Omeya, apoyando al príncipe
al-Mustaẓhir, quien sería asesinado luego de seis semanas e Ibn Ḥazm sería
encarcelado. Al ser liberado, retomaría sus estudios de fiqh. Durante
este intervalo se habría producido su “conversión” hacia la escuela ẓāhirī,
luego de un breve periodo en el que habría adherido a la escuela shāfi‘ī. En
cuanto a las razones de su “conversión”, de acuerdo con Adang (2001: 80), el
cordobés presentaba fuertes críticas hacia el uso que los mālikīes realizaban
del ra’y (la opinión personal) y el taqlīd13,
como también a la devoción exagerada de estos hacia su fundador Mālik b. Anas,
pues consideraba que los mālikīes abusaban en basar sus opiniones jurídicas en
autoridades precedentes, incluso por encima de las fuentes reveladas, el Corán
y el ḥadīth. Respecto del shāfi‘īsmo, sus críticas estarían dirigidas al
uso del razonamiento independiente (ijtihād) en relación a su adherencia
al principio de la analogía (qiyās).
Es importante señalar que la escuela mālikī se había
constituido como la “oficial” durante el siglo X bajo los reinados de ‘Abd
al-Raḥmān III (912-961) y su hijo al-Ḥakam II (961-976), luego de los diversos
conflictos suscitados entre los seguidores mālikīes del ra’y y los
partidarios del ḥadīth (tradicionistas y shāfi‘īes) (Fierro, 1991). En
este sentido, se ha sugerido que la “conversión” de Ibn Ḥazm a la escuela ẓāhirī
fue una reacción ante la situación político-religiosa en la que se encontraba
al-Andalus a comienzos del siglo XI. Recientemente, Fierro (2019) ha concluido
que dicha “conversión” podría haber estado motivada por su deseo de
salvaguardar el mundo en el que se había criado, el cual consideraba que se
encontraba amenazado por las acciones de los ‘ulamā’ mālikīes, bajo la
influencia de los cuales había tenido lugar la destrucción de la biblioteca
capitalina del califa al-Ḥakam II y poetas y hombres de letras habían sido
perseguidos y acusados de infidelidad. Según Fierro (2019: 20), durante el
reinado de Hishām III al-Muʽtadd entre el 1027 y 1031, momento en el cual,
junto a su maestro Ibn Muflit, impartió clases de la doctrina ẓāhirī en la gran
mezquita de Córdoba, Ibn Ḥazm probablemente haya pensado que podría doblegar el
poder de los mālikīes polemizando con ellos en lo que respecta a los principios
de establecimiento de la Ley. Bajo la doctrina ẓāhirī abogaba por la
interpretación literal (ẓāhir) del texto revelado y la consideración de
una forma restringida de consenso (ijmā') basada en las vidas de los
compañeros del Profeta, y rechazaba categóricamente el razonamiento por
analogía (qiyās), la “preferencia” (istiḥsān), la opinión
personal (ra'y) y la consideración de las opiniones de juristas
precedentes (taqlīd).
Es,
paradójicamente, durante esos años convulsivos que Ibn Ḥazm escribiría su Aproximación
a las definiciones de la lógica (Taqrīb al-ḥudūd al-manṭīq),
probablemente durante su segundo exilio, entre 1025 y 1029,14
como ha sugerido Puerta Vílchez (2013b: 743). El Taqrīb es una obra
presentada como una introducción a la lógica por medio de un lenguaje simple a
fin de que sea entendida por todos los hombres, y de ejemplos jurídicos que
muestren su aplicación a las ciencias religiosas. Su contenido está organizado
según su explicación de los diferentes tratados que componen el Órganon árabe.
El Kitāb al-burhān es uno de los “libros” de la obra que se
correspondería con el contenido de los Analíticos, donde el autor
presenta una teoría del silogismo, estrechamente vinculada con la silogística
de al-Fārābī (Chejne, 1984; Guerrero, 2013; Lameer, 2013), exponiendo tres
figuras del silogismo y sus catorce modos válidos, y dando la aplicabilidad de
cada uno de ellos al discurso jurídico.
Actualmente no poseemos muchos testimonios sobre los
inicios de la lógica en al-Andalus, solo encontramos algunas referencias en el
propio Ibn Ḥazm y particularmente en el Libro de las categorías de las
naciones de Ṣā‘id al-Andalusī (m. 1070), discípulo del cordobés, donde se
nos informa de algunos autores que se dedicaron específicamente a la lógica y
sobresalieron en ella desde mediados del siglo X (trad. Llavero Ruiz, 2000:
149, 153, 156 y ss.). Sabemos que el nombre de Aristóteles era conocido en
al-Andalus en el siglo X, como lo atestigua la biografía que le dedicó Ibn
Shulshul (m. 994), aunque de la información que ofrece la obra no es posible
vislumbrar que tuviera un conocimiento directo de los textos aristotélicos,
sino que sus fuentes serían indirectas (Guerrero, 1997, 2007). No existen
testimonios directos tampoco de la posible circulación del Órganon. En
el Taqrīb no se observan citas directas del texto aristotélico, ni
referencias a otros lógicos árabes. Por ello, podría decirse que las fuentes de
Ibn Ḥazm no fueron el texto de Aristóteles ni el de Porfirio, sino los autores
andalusíes que lo precedieron y fueron sus maestros. Por el propio testimonio
del cordobés sabemos que dos de sus maestros de lógica, Ibn al-Kattānī (m.
1029) y Thābit b. Muhammad al-Jurjānī al-‘Adawī (m. 1039), se formaron en
Bagdad con discípulos de Abū Sulaymān Dāwūd b. Bahrām al-Sijistānī (m. 1000)
–apodado al-Manṭīqī, es decir, el “lógico”– y Abū Bishr Mattā b. Yūnus (m.
940),15 este último uno de los
protagonistas más prolíficos del movimiento de traducciones –se le atribuye la
traducción de los Analíticos Posteriores a partir de una versión siríaca
de Ḥunayn ibn Isḥāq–. A partir de este testimonio es posible, como han sugerido
Guerrero (2013) y Lameer (2013), vincular a Ibn Ḥazm con la escuela lógica de
Bagdad, de la que Abū Bishr Mattà b. Yūnus y al-Fārābī habían sido sus maestros
más importantes. En función de ello, no podemos afirmar aún que los textos
lógicos de al-Fārābī eran conocidos en al-Andalus, pero sí que la enseñanza de
la lógica estaba influenciada por la Escuela de Bagdad y al-Fārābī en
particular. Ibn Ḥazm se habría formado y su obra se habría elaborado en este
contexto de producción.
En cuanto a las obras de lógica de al-Fārābī, nos ha
llegado un “breve comentario” (Kitāb al-qiyās al-ṣaghīr, 1988b) y lo que
aparenta ser un “comentario medio” (Sharḥ al-qiyās, 1988c) de los
Analíticos Primeros. El primero de ellos es una introducción elemental
(epítome) a la silogística de Aristóteles más que un comentario acompañado del
texto de los Analíticos Primeros.16
El segundo es, efectivamente, un comentario acompañado del texto de los Analíticos
Primeros, el cual abarcaría desde II.11 61b7 a II.27 70a22. La versión del
texto aristotélico allí incluida estaría relacionada con la copia parisina del
manuscrito según Lameer (1994: 7-8).17
La terminología de la silogística utilizada por al-Fārābī en ambos comentarios
es coherente con la que encontramos en el manuscrito parisino: la palabra qiyās
es la expresión más frecuente usada para συλλογισμός (1988b: 152-153) y, en menor medida, la noción miqyās
(1988b: 152-153) y otras formas derivadas.
Por el contrario, Ibn Ḥazm, a lo largo de su Kitāb
al-burhān, para referirse al silogismo (συλλογισμός) utiliza de forma consistente la expresión jāmi’ah
(جامعة), es decir, “asociación”. En efecto, concretamente en
su explicación de la formación del silogismo encontramos la raíz J (ج) + M (م) + ‘ (ع) utilizada en su sentido de “unir”, “reunir”,
“asociar”:
Se sabe que las dos proposiciones mencionadas se unen
(ijtami‘atā) y los Antiguos las llaman la “unión” (qarīna). Se
sabe que por su unión (ijtamā‘ahumā) – como hemos dicho – comienza a ser
a partir de ambas una tercera proposición, verdadera siempre, obligatoria,
necesaria e inevitable. Esta nueva proposición, que procede de la unión (ijtamā‘)
de las proposiciones primera y segunda, se llama conclusión, porque ella se
deduce a partir de esas dos proposiciones. Los Antiguos llaman a las dos
proposiciones y a la conclusión conjuntamente en lengua griega “silogismo” (sulujismūs),
y a las tres juntas se les llama en lengua árabe “asociación” (jāmi’ah).
Esto es como cuando dices: ‘Todo hombre es viviente’; ésta es una proposición
que por separado se llama premisa. Luego dices: ‘Todo viviente es sustancia’;
ésta también es una proposición que por separado se llama “premisa” (muqaddima).
Cuando unes las dos a la vez, la llamas asociación por su unión (ijtamā‘ahumā);
es como cuando dices: ‘Todo hombre es viviente y todo viviente es sustancia’;
de esta conjunción se produce una tercera proposición, que es: ‘Todo hombre es
sustancia’; ésta es una proposición que por separado se llama conclusión (natīja).
Cuando le unes (jami‘tahā) la tercera, a todo se le llama “asociación” (jāmi’ah).
“Asociación” en griego es el “silogismo” (sulujismūs).
(trad. Guerrero, 2014: 100-101)
واعلم أن القضيتين المذكورتين إذا اجتمعتا سمتهما الأوائل "القرينة". واعلم أن باجتماعهما ـ كما ذكرنا ـ تحدث أبدا عنهما قضية ثالثة صادقة أبدا لازمة ضرورة لا محيد عنها، وتسمّى هذه القضية الحادثة عن اجتماع القضيتين الأولى والثانية: "نتيجة" لأنها انتتجت عن تينك القضيتين والأوائل يسمون القضيتين والنتيجة معا في اللغة اليونانية "السلجسموس" وتسمّى الثلاث كلها في اللغة العربية: "الجامعة"، مثال ذلك اًن تقول: كل إنسان حي فهذه قضية تسمّى على انفرادها: "مقدمة" ثم تقول: وكل حي جوهر، فهذه أيضا قضية تسمّى على انفرادها: "مقدمة" فإذا جمعتهما معا فاسمهما قرينة لاقترانهما وذلك إذا قلت: كل انسان حي، وكل حي جوهر فيحدث من هذا الاجتماع قضية ثالثة وهي أن كل إنسان جوهر فهذه فضية تسمّى على انفرادها نتيجة، فإذا جمعتها ثلاثتها سميت كلها جامعة، والجامعة باليونانية السلجسموس 18
Entonces, el silogismo es, para Ibn Ḥazm, la unión de
dos proposiciones o premisas y de una tercera, llamada conclusión, que surge de
dicha unión. Al conjunto de estas tres proposiciones le denomina “asociación” o
“silogismo”. Cabe destacar que el cordobés señala que el término “qarīna”
es el utilizado por los “Antiguos” para referir la relación de las
proposiciones que forman un silogismo,19
pero cuando señala cómo procede la formación del silogismo describe la relación
entre las proposiciones a través de diferentes formas derivadas de la raíz J (ج) + M (م) + ‘ (ع). A lo largo del resto de los temas tratados en el Kitāb
al-burhān, es consistente la presencia de esta terminología para
describir la relación entre los términos, entre las proposiciones y la
formación del silogismo en el tratamiento de la conversión de las proposiciones
(222-227), las tres figuras de la demostración y sus ejemplos correspondientes
(228-233 y ss.), la validez de la conclusión (243-244), las clases de
demostraciones (254-256), la existencia de polisilogismos (262-263), etc.
El término qiyās es utilizado por Ibn Ḥazm en
el capítulo 14 (296-309) de su Kitāb al-burhān, aunque allí su
significación no es la de “silogismo” sino la de “analogía” (296), según es
tratado en el ámbito de la metodología jurídica como lo atestigua la
obra del jurista al-Shāfi’ī, fundador de una de las escuelas de derecho del
Islam y quien estableció los fundamentos de esta ciencia: el Corán, la
tradición profética (sunnah) y el consenso (ijma‘) de los
compañeros del Profeta. Al respecto, Ibn Ḥazm pertenecía a la escuela ẓāhirī,
fundada por Dāwūd ibn Khalaf (m. 883) en Bagdad, quien se había formado en el
seno de la escuela shāfi’ī. La base de esta doctrina estaba en la idea de que
el Corán y la tradición profética auténtica deberían ser el único criterio para
arribar a decisiones teológico-legales y que el método de interpretación debía
hacer hincapié en el significado aparente (ẓāhir) del texto según las
reglas gramaticales y sintácticas de la lengua árabe. Entonces, teniendo en
cuenta que la “analogía” (qiyās) en este contexto conforma un tipo de
razonamiento para arribar a decisiones legales en casos que no se encuentran
mencionados de forma directa en el Corán, la tradición profética o el consenso
de los compañeros del Profeta, Ibn Ḥazm rechaza la argumentación por analogía
como principio de razonamiento válido pues implicaría forzar de forma arbitraria
el sentido de la revelación más allá de su significado aparente.20
Ibn Ḥazm entiende por “analogía” (qiyās) “[elaborar]
una sentencia sobre algo sin base textual, en virtud de su semejanza (li-shabihihu)
con otro texto” (Iḥkām, 1926, I: 44). El método al que recurre el
cordobés para rechazar la analogía es, entre otros,21
refutar los ejemplos brindados por otros juristas, a quienes llama
“analogistas” (qayyasūn). De este modo, los analogistas afirman que la
prohibición de comer cerdo contenida en el Corán22
se refiere sólo a la carne del cerdo, pero por analogía se sabe que también la
grasa del cerdo está prohibida. Ante esta sentencia, Ibn Ḥazm sostiene que la
grasa del cerdo está prohibida, aunque no por analogía, sino porque el contexto
en el que se menciona la prohibición tiene una relación directa con la
prohibición de la carne de cerdo. En este sentido, afirma que en la expresión
“es una impureza” (fa-innahu rij’sun) de la aleya coránica, el sufijo “hu”
del pronombre refiere al sustantivo más cercano, que sería “cerdo” (khinzir),
y no solo a su carne (laḥma). Asimismo, dado que el cerdo en sí mismo es
“impuro”, necesariamente todo lo que provenga de este, como la grasa, lo será
también.23
Otra de
las cuestiones jurídicas a la que los analogistas arriban mediante analogía es
la de la prohibición del consumo de vino de dátil, al que ya hemos hecho
referencia. Aunque no encontramos en Ibn Ḥazm una referencia directa a esta
cuestión, sí podemos vislumbrar su valorización positiva de la silogística por
encima de la analogía en los ejemplos jurídicos que brinda en su explicación de
las tres figuras de la demostración y sus modos válidos. Puntualmente, en el
primer modo de la primera figura, ejemplifica: “toda bebida alcohólica es
intoxicante, todo intoxicante está prohibido, entonces toda bebida alcohólica
está prohibida” (1983: 240).
V. ¿Analogía
(qiyās) como inducción (istiqrā’)?
Ahora
bien, en el mencionado capítulo 14, titulado “Sobre las recopilaciones de las
cosas enumeradas [para] corregir las demostraciones que son corruptas”, Ibn Ḥazm
parece tratar la “analogía” en un contexto lógico. La primera afirmación que
realiza al respecto es asimilar la analogía a lo que los “antiguos” llaman
“inducción” (istiqrā’). Dice al respecto:
Sobre eso que llaman los “Antiguos” “inducción” (istiqrā’)
y llama nuestra gente “analogía” (qiyās), decimos, con Dios todopoderoso
y reconciliador: si el significado de esta palabra es seguir con tu pensamiento
las cosas existentes que se asocian por una especie o un género, o se rigen con
una sentencia, entonces encuentras en cada uno de los individuos de esa especie
o en cada una de las especies de ese género un atributo que acompaña a cada
individuo que está bajo la especie o cada especie [que está] bajo el género o
cada uno de los regidos por ellos.
فمن ذلك شيء سماه الأوائل "الاستقراء" وسمّاه أهل ملتنا "القياس" فنقول وبالله تعالى التوفيق: إن معنى هذا اللفظ هو أن تتبع بفكرك أشياء موجودات يجمعها نوع واحد أو جنس واحد، أو يحكم فيها بحكم واحد، فتجد في كل شخص من أشخاص ذلك النوع أو في كل نوع من أنواع ذلك الجنس صفة قد لازمت كل شخص مما تحت النوع أو كل نوع تحت الجنس أو كل واحد من المحكوم فيهم 24
Según el cordobés, el razonamiento por analogía se
construye sobre la base de un atributo (C) presente en un individuo o situación
A y en un individuo o situación B. En función de este atributo común, A y B
pueden ser asociados bajo una misma especie o género (Z). En el ámbito
jurídico, el razonamiento procedería del mismo modo: dado que A (sentencia ya
establecida) y B (sentencia sin solución [por carecer de una base textual
legítima]) son similares respecto de Z (una aleya coránica), y dado que C
(atributo común) está presente en A, podemos concluir que C está presente en B.
Volviendo sobre el ejemplo de la prohibición de la carne de cerdo antes
referido, los analogistas sostenían, además, que sobre la base de la analogía
entre la carne y la grasa, la prohibición se extendía al consumo de la carne y
la grasa de la cerda. Ibn Ḥazm también rechaza esta analogía, no por considerar
falsa la conclusión del argumento, sino porque la palabra khinzir,
contenido en la aleya coránica, es un sustantivo genérico que refiere al
conjunto de la especie, incluyendo tanto al macho como a la hembra.
De este
modo, en este capítulo el cordobés presenta los argumentos de su rechazo del qiyās
entendido como “analogía”, junto a otros tipos de razonamiento que le
serían extensivos, como la “inferencia de lo evidente a lo ausente” (299-301) y
la “ejecución de la causa en el efecto” (303 y ss.), lo cual queda claro hacia
el final del capítulo:
Y se sabe
que los antiguos llamaron a las premisas “qiyās”, luego vinieron los
analogistas (qayyasūn) que usaron el qiyās de forma arbitraria.
Llamaron qiyas a la forma arbitraria alcanzada a través de la inducción
(istiqrā’) arribando a decisiones ante la ausencia de textos revelados
del mismo modo que cuando estos textos existen; y lo hicieron sobre la base de
ciertas características similares encontradas en dos cosas diferentes en
términos de analogía, inferencia [de lo evidente a lo ausente] y ejecución de
la causa en el efecto.25
واعلم أن المتقدمين سمّوا المقدمات "قياساً"، فتحيل إخواننا القياسيون حيالةً ضعيفةً سوفسطانية بأن أوقعوا اسمَ القياسِ على التحكم والسفسطة، فسمّوا تحكمهم بالاستقراء المذموم قياسا، وسمّوا حكمهم فيما لم يرد فيه نص بحكم شيء آخر مما ورد فيه نص لاشتباههما في بعض أوصافهما قياساً واستدلالاً وإجراء للعلة في المعلول26
Chejne
(1984: 68) ha señalado que Ibn Ḥazm refiere con “inducción” (istiqrā’) al
“conocimiento del universal mediante el particular”, es decir, a la epagoge
aristotélica tratada principalmente en los Analíticos Primeros, II.21 y
II.23, pero que, sin dudas, no se reduce exclusivamente a un razonamiento que
comprueba (epágonta), “a partir de los casos particulares, lo universal”
(Tópicos 156a 4-5).27 Asimismo, no hay en este capítulo
del Kitāb al-burhān referencias directas a un proceso racional que
proceda de este modo: el ejemplo citado por Ibn Ḥazm, atribuido a quienes
siguen este tipo de razonamiento, que afirma que “un agente (fa’il) es
corpóreo (jism), entonces el Primer Agente (fa’il al-awāl) es
corpóreo” (1983: 297), es demasiado general y poco claro para ser analizado en
términos de razonamiento inductivo. En el texto árabe de los Analíticos
Primeros la noción istiqrā’ (inducción) aparece en varias ocasiones
en aquellos pasajes que se corresponden con An. Pr. II 23-2528
designando tanto al razonamiento por inducción (epagoge) como a la
abducción (apagōgē). Las tres veces que el término apagōgē
aparece en el texto griego (69a 20, 27 y 35) el manuscrito parisino da la
palabra istiqrā’ acompañada de una glosa ubicada donde se lee abāghūjī,
es decir, la transliteración árabe del griego apagōgē.
Como ha advertido Lameer (1994: 162), dicha glosa está
ausente del comentario de al-Fārābī a ese pasaje de los Analíticos Primeros
(Qiyās al-saghyr, 1988b: 173-183; Sharḥ al-qiyās, 1988c:
529-535). Sin embargo, este uso de la noción istiqrā’ habría ocasionado
que al-Fārābī interpretara la abducción como otro capítulo sobre la inducción,
considerando que Aristóteles se ocupa de la epagoge tanto en II 23 como
en II 25. Al respecto, en primer lugar, en su comentario a An. Pr. II
23, al-Fārābī entiende la inducción como el acto de examinar (taṣaffaḥ)
todos o casi todos los casos particulares que caen bajo un determinado
universal para determinar si un cierto predicado se aplica o no al
reconocimiento de dichos casos particulares (1988b: 173). Adicionalmente,
considera que es un “argumento que tiene la fuerza (qawwat) de un
silogismo de la primera figura” (1988b: 173), en el cual el término medio está
conformado por los particulares que son examinados. Finalmente, la inducción es
a veces “completa” (tāmm) y otras veces es “incompleta” (ghayr tāmm):
es “completa” cuando “son examinadas todas las clases (’aṣnāf) de cosas
incluidas bajo el objeto (mawḍw‘a) de la premisa la cual se procura
mostrar (bayān) con la inducción”, y es “incompleta” cuando “son
examinadas la mayoría de estas cosas”, aunque no todas (1988b: 174).
Por otra parte, respecto de la primera clase de
abducción explicada por Aristóteles (69a20-21: istiqrā’-apagōgē),29
al-Fārābī, partiendo de que cuando la verdad de la premisa menor de una
deducción no es clara (khifā‘), aunque igual o menos que la conclusión,
indica que debemos recurrir a una inducción completa (al-istiqrā’ al-burhānī)
para eliminar la incertidumbre (yazuwāl al-khifā‘) de la menor,
permitiéndonos así remover la incertidumbre de la conclusión (1988c: 530-531).
Así pues, al-Fārābī explica tal incertidumbre con respecto a la universalidad
de estas proposiciones en tanto nuestro conocimiento de la premisa menor tiene
un carácter restrictivo y solo puede ser expresada como una proposición
particular. Por consiguiente, dependiendo la conclusión en parte de esta
premisa, es inevitable que también sea particular. De modo que es mediante la
inducción que buscamos tornar (istiqrā’) la premisa menor en una
proposición universal, haciendo posible tornar la conclusión en una proposición
universal también (1988c: 530).
Luego,
la segunda clase de abducción (69a22-24) es interpretada por al-Fārābī, no como
otro caso de inducción, sino como una elaboración adicional de 69a20-21. Es,
pues, porque los términos intermedios entre B y C -refiriéndose al ejemplo
aristotélico de 69a25-30- son pocos (qalīlat), que la inducción puede
ser de ayuda para resolver la incertidumbre en cuanto a la universalidad (kulliyat)
de la premisa menor de la deducción (qiyās). Y porque el examen de los
particulares de C, que son B, tomará menos tiempo que examinar aquellos que son
A, el conocimiento de la premisa menor es de menor alcance que el conocimiento
de la conclusión (1988c: 531-532).
Al
respecto, Lameer (1994: 163) ha señalado que la afirmación alfarabiana de que
no puede haber inducción si la premisa menor es menos conocida que la
conclusión no es correcta y debe ser calificada como una consecuencia de la
representación “inductiva” de la apagōgē en la versión árabe de los Analíticos
Primeros. Sin embargo, sostiene que dicha lectura “inductiva” de la apagōgē
no debe ser descartada, considerando que el texto árabe de 69a28-29 resulta
de cierta importancia para la comprensión de la abducción como un todo (1994:
174-175). Rescher (1963: 93), por su parte, ha señalado que la abducción (istiqrā’)
es tratada por al-Fārābī como una “inferencia por transferencia” (al-istidlāl
al-nuqlat) (Qiyās al-saghyr, 1988b: 175 y ss.), cuyo modo sería que
dado cierto “asunto” conocido por sensación (bi-l-ḥass) que se encuentra
en una cierta condición (ḥāl), y que una cierta cosa “existe” (mawjūd)
en un asunto determinado; entonces “el intelecto transfiere” (yanaqil
al-dhihn)30 esta condición o cosa del asunto
conocido a otro asunto desconocido similar (shabah) al anterior. Luego
“juzga” (yaḥkum) con respecto al asunto desconocido sobre esta base
conocida (1988b: 175). Rescher afirma, al contrario de Lameer (1994: 205-207),
que este es un razonamiento por analogía que se correspondería con la apagōgē
aristotélica (1963: 93), procediendo del siguiente modo: dado que A y B son
similares respecto de S, y dado que T está presente en A, podemos concluir que
T está presente en B. Sin embargo, este tipo de razonamiento se corresponde con
la denominada “inferencia de lo evidente a lo ausente” (istidlāl bi-l-shāhid
‘alā al-ghāib), como en efecto la denomina al-Fārābī (1988b: 175-176),
sobre la cual hemos señalado que Ibn Ḥazm asocia a la inducción (istiqrā’)
y a la analogía (qiyās) (1983: 308).
Entonces, el tratamiento de la noción istiqrā’ en
Ibn Ḥazm aparece asociada a qiyās, entendido como un razonamiento por
analogía, la cual es rechazada categóricamente. Sin embargo, tomando en
consideración la peculiar transmisión de la concepción de la epagoge y
la apagōgē como razonamientos que estarían englobados dentro de la
inducción (istiqrā’), surge el interrogante acerca de si la analogía
puede ser construida como una inducción (istiqrā’), como lo sugiere
Rescher respecto de al-Fārābī (1963: 93), y si su rechazo por el cordobés
obedece a una concepción de este tipo. Adicionalmente, restará verificar los
vínculos lógicos posibles entre estos razonamientos y la “inferencia de lo
evidente a lo ausente” según la exposición del cordobés sobre la base de las
consideraciones de al-Fārābī.31
VI.
Conclusiones
El caso de “qiyās” y “jāmi’ah”
es el de dos nociones ya existentes en la lengua árabe durante el
desarrollo del movimiento de traducciones a las que les fue asignado un nuevo
significado: el de “silogismo” en el ámbito de la lógica. Qiyās prevalece
como equivalente árabe para el griego συλλογισμός en el manuscrito parisino de los tratados lógicos del
Aristóteles árabe, particularmente en los Analíticos Primeros, y en los
comentarios de al-Fārābī. En este sentido, la terminología presente en el
manuscrito, que data del segundo o tercer cuarto del siglo IX, atestigua un
vocabulario lógico coherente, otorgándonos un panorama de la situación de los
estudios lógicos en el oriente musulmán, aunque resulta necesario un estudio
sobre las diferentes etapas de las traducciones del Órganon desde las versiones
siríacas tempranas a la fase final donde se encuentra el manuscrito parisino.
Un estudio de este tipo debería considerar la formación del vocabulario de la
silogística en relación al establecimiento de los fundamentos del derecho en el
Islam, en el marco del cual la noción qiyās designaba a diversos tipos
de razonamiento.32
Jāmi’ah, de acuerdo con Afnan (1964: 68), se origina en las
versiones tempranas de los “cuatro libros” de lógica traducidos por Ibn al-Muqaffa’
(m. 756) que incluían la Isagoge de Porfirio, Categorías, Sobre
la Interpretación y partes de los Analíticos Primeros. Luego, sería
reemplazado por qiyās por traductores posteriores, probablemente por Ḥunayn
ibn Isḥāq (m. 873) y su grupo de colaboradores. Como ya hemos señalado, este
término designa al “silogismo” en diferentes pasajes de la Metafísica,
aunque no hay relación conceptual entre estas menciones, i. e. designando a un
tipo de silogismo en particular. En el uso que encontramos en Ibn Ḥazm identificamos
que el contenido morfológico de la raíz de jāmi’ah está presente en la
descripción de la relación que existe entre los términos y entre las
proposiciones como también en el conjunto del enunciado formado a partir de
dichas relaciones, es decir, el silogismo o asociación, como hemos preferido
traducirlo.
Por otra parte, la razón por la cual Ibn Ḥazm utiliza
este término y no qiyās sería su enérgico rechazo de la analogía como
tipo de razonamiento válido en todos los ámbitos del conocimiento, aunque está
pensando en el uso del qiyās en la metodología jurídica como punto de
partida. Al respecto, se hace necesario un estudio que aborde la concepción de
la analogía en el ámbito de la lógica, particularmente ante la posibilidad de
ponerla en relación con razonamientos de tipo deductivo, inductivo y abductivo.
La
asimilación que realiza el cordobés entre la analogía y la inducción imponen un
análisis que considere cómo, efectivamente, procedería un razonamiento
analógico a través de la inducción y si es posible observar un vínculo en el
tratamiento de estos conceptos en los comentarios de al-Fārābī y la obra de Ibn
Ḥazm. Finalmente, resulta necesario evaluar qué tipos de razonamientos
abarcaría la epagoge aristotélica y profundizar sobre la istiqrā’ alfarabiana
y los razonamientos que englobaría. Sobre esta base será posible considerar,
además, si las fuentes de la lógica expuesta por el cordobés en su Kitāb
al-burhān son los comentarios de al-Fārābī.
Bibliografía primaria
Alejandro de Afrodisia
(1994), On Aristotle’s Metaphysics 5, Dooley, W. (trad.), Nueva York:
Cornell University Press.
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El presente
artículo fue redactado a partir de los resultados de nuestra participación en
el proyecto PICT 2016-0612 “La edición crítica y traducción de textos latinos
medievales: Producción práctica y resolución de problemas”, desarrollado entre
2017 y 2019 bajo la dirección de la Dra. Valeria Buffon (IHUCSO Litoral -
CONICET - UNL).
1 Que incluye la
correspondencia oficial entre Muḥammad y los primeros califas, según fue
registrada por los historiadores, y los ‘Ayyām al-‘Arab. Vid. Mulligan (1986: 565).
2 Este es el
caso de la inscripción encontrada en la tumba real de an-Nammāra en Qaryat
al-Fāw, que dataría del 328 d.C. y
se encuentra expresada en lengua árabe mediante una escritura nabatea. Cfr.
MacDonald (2006: 466-472).
3 Literalmente
“días de los árabes”, refiere a la literatura árabe que describe los combates,
escaramuzas y guerras entre las tribus árabes en época pre-islámica y durante el temprano Islam. Vid. Taeschner
(1986).
4 Fischer (2006:
398). Sin dudas, a través del tiempo, surgieron nuevas expresiones y
características sintácticas de la lengua en áreas que no eran las de los
gramáticos: vid. Ferrando (2006).
5 Cfr. Vagelpohl
(2006: 543).
6 A grandes
rasgos, los métodos de traducción eran dos, según el testimonio de Halīl ibn
Aybak al-Ṣafadī (m. 1363): uno literal, en el que el traductor estudia cada
palabra griega y su significado individualmente y luego elegía una palabra
árabe con un significado correspondiente. A
continuación, el traductor procedía del mismo modo con la palabra siguiente
hasta terminar la traducción. Para al-Ṣafadī este
método era incorrecto porque consideraba que resultaba imposible encontrar
expresiones árabes para todas las palabras griegas y porque ciertas
combinaciones sintácticas en una lengua no necesariamente se correspondían con
las estructuras sintácticas de otra lengua. El segundo método consistía en considerar
una frase completa, comprobar su significado completo y luego expresarla en
árabe con una frase idéntica en su significado, sin preocuparse por la
correspondencia de las palabras individuales. Vid. Rosenthal
(1975: 17).
7 Para traducir
términos para los que no existían equivalentes en árabe, los traductores
aplicaron un conjunto de estrategias que abarcaban la transliteración y
préstamos desde el griego y/o el siríaco (faylasūf, “filósofo”, fue
modelado por el siríaco pīlōsōpā y el griego philósophos), las
traducciones prestadas (los términos griegos lógos, logikós y logiké
pasaron al árabe como nuṭq, nāṭiq y manṭiq) y la creación
de términos árabes nuevos, ya sea asignando nuevos significados a palabras
existentes o derivando nuevas palabras desde raíces árabes existentes (el persa
jahwar que, originalmente, significaba “joya”, fue tomado para designar
la ousía, “esencia” o “sustancia”). Vid. Afnan (1964), Gutas
(1997: 146), Vagelpohl (2006).
8 La idea de
traducción como proceso creativo ha sido señalada por
Endress (1997) respecto de la tendencia de los traductores a interpretar con
una tendencia neoplatónica los textos traducidos. Gutas, por su parte, ha
afirmado que las modificaciones y los agregados que se observan en las
traducciones de textos griegos podían ser amplificadoras y explicativas o
sistemáticas y tendenciosas (1997: 146). Los usos que de las
traducciones se harían luego para la producción de comentarios u obras
filosóficas atestiguan las intervenciones interpretativas de los traductores.
Un ejemplo de ello es el manuscrito parisino que contiene la traducción al
árabe del Órganon, cuyo texto está acompañado de un gran número de notas
marginales e interlineales de naturaleza filológica y filosófica que dan cuenta
de traducciones siríacas anteriores y de las discusiones suscitadas al respecto
en la Escuela de Bagdad: vid. Hugonnard-Roche (1993).
9 Aristóteles, Anālūṭīqā al-Awalī: Biblioteca
Nacional de Francia, MS Árabe 2346, 66r.-130v.
10 Sobre si las
glosas representan un esfuerzo interpretativo de la
lógica de Aristóteles o si solo son de carácter filológico, vid. Walzer, 1962: 60-113; Hugonnard-Roche, 1993; Lameer,
1996.
11 Afnan (1969:
53) señala que la traducción de συλλογισμός
por jāmi’ah tuvo su origen probablemente en la versión
árabe de la Metafísica de Ibn al-Muqaffa‘ y que luego fue cambiado por el
término qiyās por traductores posteriores.
12 Striker (2009)
traduce “silogismo”, mientras que Smith (1989) da “deducción”.
13 Taqlīd
es, a grandes rasgos, la aceptación de las decisiones legales de juristas
precedentes. Luego, su uso varía según las escuelas
jurídicas; en el caso de Ibn Ḥazm, todo aquel jurista que pertenezca a una
escuela y no se manifieste en desacuerdo con ninguna de sus opiniones legales,
estará, en consecuencia, haciendo uso del taqlīd.
14 Como lo
expresa el mismo Ibn Ḥazm: “hemos escrito este
libro y muchos de nuestros libros, mientras nos encontrábamos exiliados lejos
de nuestra patria, nuestra familia y nuestros hijos; más aún, hemos temido, en
nosotros mismos, por la injusticia y la opresión” (ed. ‘Abbās, IV:346-347).
15 El testimonio
dice lo siguiente: “He estudiado las definiciones de la lógica con Abū ‘Abd
Allāh Muhammad b. al-Hasan al-Madhijī, el médico, que Dios se apiade de él,
conocido por Ibn al-Kattānī; no he visto mente más aguda que la suya en este
asunto, ni facultad de discreción más amplia que la suya. Había
estudiado con el médico Abū ‘Abd Allāh al-Jabalī, quien a su vez había
estudiado en Bagdad con Abū Sulaymān Dāwūd b. Bahrām al-Sijistānī. Este
Dāwūd había estudiado con Mattà. También la estudié con Thābit b. Muhammad
al-Jurjānī al-‘Adawī, de kunya Abū l-Futūh; no he visto entre las criaturas de
Dios, loado y ensalzado sea, a nadie más versado en esta ciencia que él, ni con
más celo que él, ni más capaz para ella que él, pues cuando llegué al comienzo
de los Apodícticos con al-Jurjānī, compareció conmigo ante él Muhammad b.
al-Hasan, presentándose y dándose a conocer a al-Jurjānī; fue testigo de mi
estudio con al-Jurjānī. Éste había aprendido esta ciencia de
al-Hasan b. Sahl b. al-Samh en Bagdad, quien, a su vez, la había aprendido de
Mattà. Me contó Tābit que vivió con al-Hasan en una misma casa durante un año”, citado por Guerrero (2013).
16 En efecto,
solo incluye dos citas textuales de los Analíticos Primeros: 68b10-13 y 69a14-16. Vid. Rescher
(1963: 34-37).
17 Rescher señala
el 910 como fecha aproximada de su composición (1963: 34-36), es decir,
posterior a la composición estimada de la traducción que encontramos en el
manuscrito parisino, que Lameer (1994: 3-5) ubica en torno al segundo o tercer
cuarto del siglo X (la traducción, no el manuscrito parisino).
18 Ed. ‘Abbās (1983, IV: 219-220).
19 Vid. Afnan (1969: 232).
20 Sobre la
metodología jurídica de Ibn Ḥazm, vid. Goldziher (2008
[1883]), Arnáldez (1956) y Adang (2007).
21 Vid. Abdallah (1985).
22 “No encuentro
en lo que se me ha inspirado ninguna prohibición de comer de todo ello para
nadie, a menos que se trate de un animal muerto, o de sangre derramada, o carne
de cerdo (laḥma khinzirin), pues es una impureza (rij’sun); o que
sea una perversión, al haber sacrificado en nombre de otro que no fuera Allāh”
(Corán, 6: 145).
23 Citado en
Abdallah (1985: 216).
24 Ed. ‘Abbās (1983, IV: 296).
25 Citado en
Chejne (1984:68), aunque agregamos algunas correcciones. La “inferencia de lo
evidente a lo ausente” (istidlāl bi-l-shāhid ‘alā al-ghāib) es un tipo
de argumento utilizado por los teólogos musulmanes para establecer una
demostración racional de la existencia de Dios y de la realidad de sus
atributos. De acuerdo con Lameer (1994: 204) podría ser traducida como “alcanzar una conclusión respecto de lo imperceptible
(Dios) sobre la base de lo observable (el mundo sublunar)”. Cabe destacar que
al-Fārābī se ocupa de la misma en su Qiyās al-ṣaghyr (1988b: 175-179) como veremos a continuación.
26 Ed. ‘Abbās (1983, IV: 308).
27 Vid.
Hamlyn (1976), Engberg-Pedersen (1979), McKirahan (1983) y Mié (2010).
28 Biblioteca
Nacional de Francia, MS Árabe 2346, ff. 127r.-128v. Analíticos
Primeros, II 23 abarca 127r. (línea
14)-127v. (línea 12); II 24 abarca 127v. (línea 13)-128r. (línea 9); II 25
abarca 128r (línea 9)-128v. (línea 4). Contamos con
una edición del MS realizada por Badawi (1948-1952).
29 Aristóteles
explica que hay dos clases de abducción: en primer lugar (69a20-21), hay
abducción cuando la premisa mayor (AaB) es clara (dēlon)
y la premisa menor (BaC) es igual o más convincente (pistòn) que la
conclusión (AaC). Así, si se desea establecer la verdad de AaC, se asume la
verdad de una segunda proposición (AaB), y luego, si BaC es igual o más
convincente que AaC, bajo la forma de un silogismo en la primera figura (AaB,
BaC → AaC), hay abducción, pues al asumir la verdad de AaB, se está más cerca
de la ciencia al ser “alejados” (apagein) de AaC a la consideración de
BaC. En segundo lugar (69a22-24), hay abducción cuando hay “menos medios” (oliga
mésa) de la premisa menor que de la conclusión. De modo que, si se desea
establecer la verdad de DaZ, se pone en relación esta proposición con el
conocimiento de una segunda proposición (DaE), llamando así la atención hacia
una tercera (EaZ) que, de ser verdadera, establecerá, junto con la anterior, la
verdad de DaZ. Ahora bien, si EaZ aún no es conocida, pero los términos de los
cuales depende su conexión son pocos (oliga) -i. e. el término X-
puede haber una abducción alejando (apagōgē) la atención de DaZ hacia la
prueba de la verdad de EaZ a través de X que, si es lograda, junto con DaE,
permitirá establecer la verdad de DaZ. En otras palabras, la atención cambia (apagōgē)
de DaZ a la prueba de EaZ que, si es establecida, permite completar la prueba
de DaZ: DaE, EaX, XaZ→ DaZ. En este caso, se está más
cerca de la ciencia (epistēmē) al tomar en consideración que la verdad
de DaZ depende del conocimiento deductivo de la verdad de EaZ. Seguimos aquí, principalmente, la interpretación de Lameer (1994:
155-169). Cfr. Ross (1957: 489-491), Hamlyn (1976), McKirahan
(1983), Barnes (1985: 110-111), Smith (1989: 223-224).
30 El término
árabe utilizado con mayor frecuencia para “intelecto” (nous) es ‘aql que
significa literalmente el “acto de retener o contener” una cosa, en este
contexto, el conocimiento. El término dhihn aparece en
las versiones árabes de An. Post. 89b8 y Per.
Herm. 16b20 para “pensamiento” (diánoia).
31 Efectivamente,
nuestra investigación actual está enfocada en la traducción y la interpretación
de este capítulo del Taqrīb y de su relación
con los comentarios de al-Fārābī.
32 Los principios
del razonamiento jurídico fueron sistematizados por al-Shāfi‘ī (767-820) en su Epístola
hacia comienzos del siglo IX. En ese contexto, el razonamiento jurídico era
concebido en términos de qiyās, cuya significación implicaba dos métodos
distintos: la analogía propiamente dicha, esto es, cuando dos casos son
reunidos en función de un aspecto común, y un argumento a fortiori en
sus dos formas, de mayor a menor y de menor a mayor (Hallaq, 1997: 18-24 y
ss.). Tomando esto en consideración cabe preguntarse cómo fue
asimilada esta complejidad conceptual del qiyās entre traductores,
comentadores y los propios lógicos árabes. Por otra parte, se atribuye a
al-Ghazālī (m. 1111) la introducción de la lógica formal a la teoría legal a
pesar de que Ibn Ḥazm escribiera el Taqrīb a comienzos del siglo XI
(Hallaq, 1997: 137). Es menester revalorizar los aportes del
cordobés al proceso de asimilación de la teoría silogística a la argumentación
jurídica.