Dinámicas de referencialidad de
las glosas en Petrarca: del margen al texto y del texto al margen
Referentiality
Dynamism in Petrarch glosses: from the Margins to Text, from Text to Margins
Resumen
Los testimonios de las glosas autógrafas de Petrarca
en los márgenes de los manuscritos que pertenecieron a su biblioteca
constituyen una fuente valiosa de información. Dichas glosas no estaban
destinadas a un gran público, sino en su gran mayoría a la intimidad de su
propio escritorio donde compuso sus obras. Entre esas glosas, hay un cierto
tipo que establece una dinámica referencial entre los márgenes, el texto
glosado y el propio texto petrarquesco que devela los procesos de lectura y
composición de sus propias obras, y que nos descubre también aspectos de su
vida personal y sus meditaciones. Estas constituyen una herramienta fundamental
para poder comprender y estudiar con profundidad su pensamiento.
Palabras clave:
Petrarca – Glosas – Referencias
Summary
The testimony of Petrarch’s autograph glosses written
in the margin of the manuscripts that were part of his library is a valuable
source of information. The glosses were not destined to be
read by a greater audience but to the intimacy of his own desk where he
composed his works. Amongst the different types of glosses, there are some that
establish a dynamic between the margins, the texts, and his works. They show
his process of reading and composing his own work, and show aspects of his own
life and meditations. These types of glosses are a fundamental source to better
understand and study his thought.
Keywords: Petrarch –
Glosses – References
Recibido: 31/03/2020
Aceptado: 05/05/2020
Entre
los numerosos registros autógrafos de Petrarca que aún hoy sobreviven, los
márgenes de los libros que pertenecieron a su biblioteca constituyen un
testimonio único: el de la lectura, la meditación y el proceso de composición
de sus propias obras. Algunas de estas glosas nos permiten reconstruir una
dinámica de referencialidad que nos lleva de los márgenes al texto glosado; del
texto glosado a otros textos que forman parte del acervo cultural de Petrarca y
de los márgenes a los textos que forman parte de su obra e, incluso, a
episodios autobiográficos. Esta referencialidad nos permite vislumbrar su
proceso de lectura y asomarnos, por así decirlo, a la trastienda de la
producción de sus propias obras. Por ello, las apostillas que perviven en los
márgenes de sus libros ofrecen un testimonio único y fundamental a la hora de
estudiar su pensamiento.
La
cantidad de códices que contienen el testimonio del glosado de Petrarca es muy
numerosa. Tal vez el catálogo más exhaustivo al respecto es el que encontramos
en la reconstrucción de los códices que formaron parte de la biblioteca del
poeta que Pierre de Nolhac (1892) realizó a finales del siglo XIX. Desde
entonces, muchos manuscritos han sido identificados como pertenecientes a su
colección (Pellegrin, 1951). A partir de la segunda mitad del siglo XX,
comenzaron a tomar un mayor protagonismo entre los estudios petrarquescos
gracias a una cantidad cada vez más numerosa de descripciones y ediciones.1
El caso ejemplar lo constituye el texto de Francisco Rico, quien en la década
del ’70 editó las glosas de Petrarca al De vera religione de Agustín y
mostró la importancia y relevancia del estudio de estos testimonios para una
mejor y mayor comprensión de la influencia del pensamiento del Hiponense en su
obra (Rico, 1974: 363ss). Varios son también los estudios que incorporan las
glosas a su propia investigación.2
Las
apostillas que el poeta dejó en los márgenes de sus códices constituyen un caso
peculiar dentro del género de las glosas medievales y ello por varios motivos.
En primer lugar, sabemos, en la mayor parte de los casos, que los códices
formaron parte de la biblioteca de Petrarca. El derrotero de su biblioteca es
conocido: la primera noticia que tenemos sobre el destino de su biblioteca es
el arreglo que hizo en 1362 con la ciudad de Venecia para formar el acervo
inicial de una biblioteca pública a cambio de la utilización de una casa. La
oferta parece haber sido considerada nula por parte del poeta tras su partida
en 1368 de la ciudad (De la Mare, 1973: 5). Tras su muerte, la mayor parte de
su biblioteca pasó a manos de su patrón, Francesco Novella da Carrara. Tiempo
después, en 1388, la biblioteca de Carrara fue adquirida por Giangaleazzo
Visconti y llevada a Pavía. Un siglo más tarde, en 1499, la biblioteca de los
Visconti-Sforza fue confiscada en gran parte por el Rey Luis XII de Francia y
llevada al castillo de Blois, de ahí que la mayor parte de estos volúmenes
formen hoy parte de la colección de la Biblioteca Nacional de Francia
(Pellegrin, 1951: 265). Por supuesto, muchos de los volúmenes que le
pertenecieron se perdieron o pasaron a formar parte de otras colecciones ya sea
por robos, ya sea por préstamos muchos de los cuales deben haber sucedido
mientras su colección aún estaba en tierra italiana. Rara vez el poeta
utilizaba ex libris para identificar un códice como propio. Sin embargo,
en algunos casos anotó cuidadosamente en sus folios de guarda el lugar, fecha y
medios por los cuales lo compró o adquirió, o el nombre de la persona de la
cual recibió el códice. Un ejemplo de este tipo de anotaciones es el que figura
en tinta azul en el f. 1r del ms. París, BnF, Latin 7595: “Emptus michi a patre tempore pueritie mee post
furto perditur et recuperatus 1347”.3 Estas notas
de adquisición no siempre perduraron, sino que algunas/muchas fueron borradas o
cortadas por encuadernadores posteriores. Aun en esta situación, su
identificación como parte de la biblioteca petrarquesca es posible gracias a
las notas que dejó escritas en los márgenes de los manuscritos.
Por
otra parte, respecto de su grafía, contamos con numerosos estudios
paleográficos que nos permiten datar su escritura en distintos períodos de su
vida, tanto por la evolución de su propia escritura como por la evolución de
las marcas marginales a lo largo del tiempo. Estos estudios constituyen una
herramienta fundamental para identificar y datar las glosas, y colocarlas en un
determinado período.4
En lo
que respecta al sentido o función de estas glosas, hay una peculiaridad en
relación con las prácticas de glosado medieval. A diferencia de buena parte de
las anotaciones marginales encontradas en manuscritos medievales, estas no
están destinadas directa o indirectamente a un contexto de enseñanza, tal como
sostiene Wieland (1985). Petrarca jamás ejerció la tarea de enseñar. Las glosas
estaban destinadas a su propio aprendizaje y reflexión personal y no para
compartirlas con una gran comunidad de lectores: testimonio de ello es la
intimidad y autorreferencialidad de algunas de las glosas. En su gran mayoría,
estaban destinadas a la meditación personal, tal como el caso de las plegarias
que anotó en los folios de guarda de algunos manuscritos que reflejan la
meditación sobre el texto leído. Tomemos como ejemplo de ellas las dos
presentes al inicio del ms. París, BnF, Latin 2201 (ff. 1r-2r), o la presente
en el folio de guarda del ms. París, BnF, Latin 1994 (f1r). En un folio de
guarda del códice París, BnF, Latin 2201, anota una lista de su biblioteca
ideal, la famosa lista de los Libri mei peculiaris;5
en el manuscrito París, BnF, Latin 2923, coloca una enigmática lista de fechas
posada nuevamente en un folio de guarda trasero (178v – 179r), cuyo significado
aún no ha sido establecido con certeza.
No es
menos cierto, con todo, que sus códices también eran leídos por todo aquel que
visitara su biblioteca y recorriera los volúmenes allí albergados, o que él
mismo leía los códices de la biblioteca de sus amistades. Un ejemplo de esta
práctica lo constituye un dístico que el poeta dejó anotado en los márgenes de
un manuscrito de Agustín que transmite el De civitate Dei, el manuscrito
Padua, Biblioteca Universitaria di Padova, 1490, del cual durante mucho tiempo
se creyó que había pertenecido a Petrarca y las glosas eran de su autoría. Sin
embargo, el estudio de Maria Chiara Billanovich (1994) ha comprobado que se
tratan de las glosas de su amigo, el conde Ildebrandino Conti, y que la única
glosa de mano petrarquesca es un dístico elegíaco que compuso y anotó al inicio
de la obra cuando tuvo oportunidad de visitarlo y leer el códice (Billanovich,
1994; Zuccollo, 2006).6 Algunas glosas anotadas en sus
códices, por otra parte, sugieren un intento de mostrar a otros los frutos de
su producción y su ingenio. Sobre una de ellas volveré más adelante.
Las
notas marginales están ordenadas de manera tal que prácticamente no perturban
la disposición de la página; pocas son las glosas interlineares, y por lo
general estas cumplen la función de aclarar el sentido de una palabra o
enmendar el texto (Petoletti, 2010: 95). En ciertos casos, como el del ms.
París, BnF, Latin 2201, que contiene el De anima de Casiodoro y el De
vera religione de Agustín, la presencia de notas eruditas en la primera obra,
y su ausencia en la segunda, a medida que avanza en la lectura sugieren una
lectura más atenta y comprometida. En el primero abundan las referencias a
autores o filósofos clásicos, en la segunda merman notablemente y aparecen más
marcas marginales que llaman la atención sobre un párrafo o pequeñas schedulae
que resumen el contenido de la lectura (Rico, 1974: 333-334). Por otra parte,
conviven en los márgenes distintos estratos de lectura que pueden datarse en un
período más temprano, caracterizados por un tipo de escritura más compacta y
con mayor cantidad de florituras, junto con lecturas más tardías, en la que la
caligrafía se torna más grande con una notable economía de decoraciones. Un
ejemplo de convivencia de glosas de distintos períodos es el que puede hallarse
en los márgenes del manuscrito París, BnF, Latin 2103. La convivencia de una
escritura más compacta junto con otra más aireada y grande sugiere que los
códices eran textos de constante consulta y que a ellos volvía una y otra vez a
lo largo de su vida.
En
cuanto al tipo de glosas, estas son de distinta naturaleza. Algunas son simples
signos marginales, a menudo un trébol acompañado de una coda ondulada, otras
veces con decoraciones en forma de conchillas o incluso un perfil humano. Son
muy frecuentes también las maniculae y los nota, attende y
lege, los cuales también pueden estar acompañados de alguna invocación a
su propia persona “nota Francisce” (ms. París, BnF, Latin 1994, f.
180vb) o adverbios tales como “lege memoriter” (ms. París, BnF, Latin
2103, f. 62r) o “nota acriter” (ms. París, BnF, Latin 1994, f. 141rb).
Otro tipo de glosas consiste en la repetición de los nombres de autores,
personajes bíblicos o paganos, etc., en los márgenes, de manera tal de hacer
más sencillo localizar sus menciones en el texto. También se hallan breves schedulae
o resúmenes del tema sobre el que versa un determinado pasaje, por ejemplo
“libertas arbitrii” se halla escrito al costado de un pasaje en el que
Agustín se extiende sobre el libre albedrío en el ms. París, BnF, Latin 1994,
f. 187va. Por último, hay glosas que son comentarios al texto glosado, sobre su
contenido, sobre algún pasaje que le resulta cercano, sobre algún aspecto
retórico, etc.
No es
mi propósito hacer una descripción exhaustiva de los distintos tipos de glosas,
sino el de detenerme en aquellas en las que son referenciales. Este tipo de
glosas son las que permiten desentrañar y reconstruir cómo la relación entre
margen y texto permite observar determinados mecanismos y dinámicas de lectura
y referencialidad del poeta humanista. Estos mecanismos son un aporte
fundamental para la comprensión del pensamiento petrarquesco y son un
testimonio valioso de su acervo cultural y su producción que aún aguarda ser
puesta en conocimiento de la comunidad académica.
La
dinámica referencial en los márgenes
Hay un
cierto tipo de glosas que establecen una dinámica de referencialidad: las que
reenvían de un texto a otro texto del mismo autor o de otro autor; las que son
reenvíos intertextuales cruzados; las que refieren a obras de Petrarca; y,
finalmente, las que refieren a un aspecto personal de su vida.
Las
glosas que contienen referencias intertextuales, pueden dividirse en dos tipos:
(1) las que refieren a otro autor diferente de la obra glosada y (2) las que
refieren a otros textos del mismo autor de la obra.
En
cuanto a las primeras (1), un ejemplo muy significativo puede leerse en el
margen del códice París, BnF, Latin 2201,7
el cual transmite el De anima de Casiodoro (ff. 3r-23r) y el De vera
religione de Agustín (ff. 23v-58r). En el De anima, II, Casiodoro
dice (f. 4r):
Dixi propositiones has non preceptos regularum quae
nuper age/-bantur, sed profundis et remotis dialogis conuenire / qui non tamen
istas aures corporeas, sed interioris homi/-nis intentum atque purissimum
querere probantur auditum. Nec / ideo facile posse de ipsa dici, quia per eam
in numera nouimus / explicari. Oculus enim qui usque ad sidera tendit se uidere
/ non preualet, et palatus noster cum diuersa gustu sentiat, cuius ipse / sit
saporis ignorat. Nares etiam fragrantium corporum uarios / odores attrahunt,
sed quid oleant ipse non sentiunt. Cerebrum denique Nostrum licet sensum
membris reliquis tradat, ipsum tamen / sensum legitur non habere.8
Al lado
de este pasaje, Petrarca deja dibujado un trébol y escribe: “Simile Cycero
in tusculano primo sed hic latius euagatur per omnes sensus”9.
La cita de Cicerón es la misma que unos cuantos folios más adelante transcribe,
pero esta vez en el incipit del De vera religione de Agustín:
Ingredienti libri huius materiam prodesse poterit
plurimum sententiam illam habere pre oculis, quam etsi non cristianus, in
ceteris tamen magnus et singularis vir, Cicero scripsit in Tusculano, libro I,
errores temporum suorum perosus, his verbis: “Nichil enim animo videre
poterant, ad oculos omnia referebant. Magni autem est ingenii revocare mentem a
sensibus et cogitationem a consuetudine abducere”. Cum similibus eiusdem vel
aliorum philosophorum sententiis.10
Una misma
referencia a Cicerón marca la clave de lectura en dos autores cristianos: es
necesario desembarazar a todo el espíritu de todo lo corpóreo, de todo aquello
que se extiende en el espacio y el tiempo para acceder a la contemplación de
las cosas más altas. Que este sea considerado por Petrarca el tema central del De
vera religione se hace evidente por otra glosa, esta vez en el ms. París,
BnF, 1994, f. 178vb, donde el poeta marca este pasaje de Agustín de las Enarrationes
in Psalmos: “quia magnum est proficere usque ad intellegibilia, magnum est proficere
usque ad spiritalia, magnum est eo peruenire cor, ut nouerit esse aliquid quod
non per locos tenditur, nec per tempora uariat” (146, 14).11
Petrarca dibujó una manicula apuntando a dicha sentencia, y escribió “De
hoc est totus liber De uera religione eiusdem”. Evidentemente, en estas
pocas líneas vio condensado el nudo central del tratado Sobre la verdadera
religión.
En
línea con este tema, y complejizando el mapa de referencias que llevan del
margen al texto y del texto al margen, cabe destacar un pasaje del De vera
religione en el ms. París, BnF, Latin 2201, f. 43r, donde nuevamente
Agustín se explaya sobre la necesidad de desembarazar el espíritu de los
fantasmas que lo apesadumbran y le impiden llegar a la visión de Dios: “Non otium desidiae, sed otium cogitationis, ut a locis ac
temporibus uacetis. Haec enim phantasmata tumoris et uolubilitatis constantem
unitatem uidere non sinunt”.12 El pasaje, por supuesto, es más
extenso, pero el tipo peculiar de marca con el que lo resaltó, única aparición
a lo largo del tratado, decorado con conchilla y un perfil humano barbado,
permite advertir que revestía una peculiar importancia para el poeta. Sobre el
tema del ocio, en el sentido agustiniano –aunque
ciertamente con influencias de Séneca y Cicerón– compuso un tratado entero, el De otio religioso. Agustín era el
autor que tenía presente a la hora de componer el mentado tratado, junto con
otros dos que, de alguna manera, forman una trilogía y en los que la temática
de los fantasmas es central, el Secretum y el De vita solitaria. Estas
tres obras forman parte de un período común de composición que va de 1347 a
1357, aproximadamente, con sucesivas reescrituras y reordenamientos, según la
práctica habitual del poeta. Un núcleo temático común las atraviesa: para poder
alcanzar la quietud y tranquilidad necesarias para la contemplación de Dios y
de las cosas más altas, es necesario que el espíritu sea despojado de todo lo
que se extiende en el espacio y el tiempo. Estas cosas no hacen más que
distraer al espíritu de la verdadera sabiduría, de la contemplación de Dios. El
personaje del joven Franciscus en el Secretum debe abandonar las
preocupaciones de lo mundano, la fama y el amor de Laura, que lo sumen en
dispersión y consecuentemente en el olvido de sí y la desesperación. En el De
otio religioso, Petrarca expone el concepto del otium religioso que
consiste en la liberación del espíritu de los tres grandes peligros que lo
aquejan: la concupiscencia de los ojos, la concupiscencia de la carne y la
ambición del siglo. Estas tres concupiscencias son las que impiden la mirada
purificada del espíritu que es la que permite el acceso a la visio Dei.
En el De vita solitaria el modelo del otium religiosum es
transpuesto en la figura del solitarius, el hombre de letras recluido en
un paraje solitario, alejado de los centros urbanos. Las ciudades son el
espacio geográfico donde el espíritu cae en la dispersión y fluctuación de todo
lo terrenal y, aquejado por innumerables preocupaciones y ocupaciones, se
olvida de sí. Mientras que, en la soledad del paisaje campestre, pero sobre
todo y principalmente en la soledad de la propia conciencia, su atención puede
centrarse en el conocimiento de sí y en la contemplación de las cosas más altas
y en la lectura y diálogo con los hombres más ilustres.
Otra
ocurrencia interesante de referencias es la que está en el margen, nuevamente,
del De anima, X de Casiodoro. Allí, Casiodoro se pregunta dónde
está la sede del alma. La coloca en la cabeza, que es la moderadora de nuestros
deseos, el juez del bien y el mal, la que clarifica incertezas, y la que
rechaza lo que es dañino siempre y cuando la gracia divina brille sobre ella.
Luego, se extiende sobre la naturaleza caída del hombre. De ella dice que es la
causa de la muerte y el deterioro de la raza humana, de la reflexión
oscurecida, el deseo engañado, las falencias criminales y muchos otros aspectos
que tenemos en común con los animales a los que la divinidad hizo diferentes a
nosotros. Inmediatamente después, Casiodoro sostiene: “Praenuntiat enim, pro dolor, nobis solis discessio
serenitatis aduentum, futuras tempestates uentorum commotione dinoscimus, uenturam
saeculis ubertatem temporum ratione colligimus, laetitiam nobis interdum ignari
animi praesagatione promittimus”.13 La lectura de este pasaje hizo
resonar en Petrarca los versos de dos poetas latinos. Los primeros versos que
copió en el margen inferior del folio 12v, donde se encuentra el pasaje de
Casiodoro, son los de Virgilio. La imagen del sol como presagio de tiempos
calmos hizo resonar tres versos de las Geórgicas:
Vergilius
Denique quod uesper serus uehat unde serenas
Ventus agat nubes quod cogitet huidus auster
Sol tibi signa dabit 14
El
segundo grupo de versos pertenecen a Ovidio en Metamorfosis, I, 85, los
cuales están transcriptos en el margen superior del folio siguiente 13r:
Ovidius
Pronaque cum spectent animalia cetera terram
Os homini sublime dedit celumque uidere
Iussit et erectos ad sidera tollere ulutus15
Este
paralelismo entre pasajes de poetas clásicos y un autor patrístico es
simplemente un sentimiento de consonancia estilística, a veces debido al uso de
una misma expresión, o de una misma imagen o una asociación de ideas, en las
cuales, según Bellieni (2010: 39), Petrarca estaría poniendo a prueba su
habilidad poética.
En el
margen del ms. París, BnF, Latin 2103, f. 35r, encontramos nuevamente un
paralelismo de pasajes de autores cristianos con autores clásicos. Esta vez en
el tratado De praedestinatione sanctorum, Agustín cita un pasaje de
Cipriano sobre la muerte y aquellos que nos esperan tras esta.16
Petrarca ve la consonancia de este pasaje con el final del tratado De Senectute17
de Cicerón y anota “Lege istud Cipriani consonum Catoni in Senectute
Ciceroni ad finem”.18
Estas
referencias intertextuales de Cicerón, de Virgilio y de Ovidio en el margen de
obras de los autores cristianos dan cuenta de una práctica habitual de los
textos petrarquescos: aquella de poner en paralelo la literatura antigua con
los textos teológicos cristianos. Lee a los clásicos a la luz de la sabiduría
cristiana y, a la inversa, coloca en adyacencia a las palabras de los
pensadores cristianos a los retóricos y filósofos antiguos, encontrando así en
la literatura clásica ciertas verdades de la vida humana que son universalmente
compartidas y que parecieran ser absolutamente compatibles con el cristianismo,
o simples consonancias estilísticas.
Otro
tipo de referencias intertextuales son aquellas que establecen una dinámica de
reenvío cruzado (2). En el del ms. París, Latin 1994, en el folio 112vb, en un
pasaje de las En. in Ps., 126, 11, donde Agustín se extiende sobre la
oscuridad del texto escritural y dice que no hay que preguntarse por qué fue
escrito así, sino aceptar que ha sido dicho como tenía que ser dicho, Petrarca
escribió “Require XI° de Civitate Dei et in psalmo CXLVI”. 19
En el pasaje referido de la exposición al Salmo CXLVI, 11-12 Agustín vuelve
sobre el tema de la oscuridad de las Escrituras y agrega que ellas son una
ocasión para ejercitarse: “Noli proteruus esse accusare aut obscuritatem,
aut quasi peruersitatem scripturae. peruersum hic nichil est; obscurum autem
aliquid est, non ut tibi negetur, sed ut exerceat accepturum”.20
Petrarca
escribió una apostilla reenviando esta vez al En. in Ps., CXXVI: “Nota
de obscuritate scripturarum et infra proximo capitulo et in psalmo 126 et in
psalmo penultimo21 et super johannem· omelia vigesima
quarta22 ubi [ai]t· Secretum dei intentos
potest facere · non adversos”,23
Esta misma idea de la oscuridad de la Escritura como ocasión para un ejercicio
(“ut exerceat accepturum”, es decir “para que te ejercites en lo que ha
de recibirse”) tiene su eco en el contexto de la defensa de la poesía que
Petrarca hace en el Contra medicum quendam: “Quod si forte stilus
insuetis uideatur occultior, non ea inuidia est, sed interioris animi stimulus,
et excerciti nobilioris occasio”24.
Esta “excerciti nobilioris occasio” que supone la oscuridad propia del
lenguaje poético es un claro eco de las palabras del Hiponense respecto de las
Escrituras.
Otro
tipo de referencia intertextual es aquella que envía a su propia obra. Hasta el
momento, he registrado una única ocurrencia. En el margen del ms. París, BnF,
Latin 1994 que transmite las Enarrationes in Psalmos de Agustín, más
específicamente en el f. 88va, en el pasaje 118, XXXII, 7, lee la
expresión “iudaicis laceratus est uepribus”, y escribe en el margen
superior: “Attende in Bucolica nostra”. Esta glosa ha sido descrita por
Donatella Coppini (2004: 23), quien considera que la tradicional interpretación
agustiniana del último verso del salmo “erravi sicut ovis perdita” reenvía
a la parábola de la oveja perdida de Mateo 18, 12 y Lucas 15, 4:
“ovis perdita quaeratur, ovis perdita vivificetur, propter quam pastor eius
nonaginta novem dimisit in montibus, et eam quaerens iudaicis laceratus
vepribus”.25 Al “laceratus vepribus”,
sobre el cual el dedo índice de la manicula apunta, seguramente lo
sintió muy cercano a su “laniatum vepribus”, en el cual, al igual que
los textos evangélicos, se refiere a la imagen del buen pastor que salva a las ovejas
perdidas:
Par fuerat meminisse quibus bonus ille periclis
Ista paravit herus. Laniatum uepribus aspris
Vidimus. Heu quanti miserans armenta redemit
Perdita26
Sobre esta
glosa, Coppini (2004) arroja la hipótesis de que seguramente al indicar la
cercanía de ambos textos Petrarca se señala a sí mismo, pero también
seguramente con la intención de mostrar a otros, con complacencia, que tuvo una
consonancia expresiva, una simpatía de imagen entre sí mismo y su gran autor
cristiano.
Otro
tipo de juego intertextual lo constituye la revisión o puesta en paralelo de
traducciones de una misma obra, signo característico de este nuevo interés
filológico que comienza a despertarse en el Humanismo renacentista. En el
manuscrito París, BnF, Latin 6280, que transmite la traducción del Timeo
de Calcidio, en el f. 4v, se lee el pasaje sobre el artífice:
Nam si est ut quidem est pulchritudine /
inconparabili mundus. opifexque et fabricator eius optimus. perspicuum est /
quod iuxta sincerae atque inmutabilis proprietatis exemplum. mundi sit
insti/-tuta molicio. Sin uero quod ne cogitari quidem aut mente concipi fas est
/ ad elaboratum. quod cum sit rationis alienum. liquet opificent deum
uenerabili / exempli normam in constituendo mundo sequutum. quippe hinc
generatorum / omnium speciosissimus. Ille auctor maximus.27
Petrarca
leyó este pasaje, colocó una marca marginal y anotó en el margen inferior del
mismo folio la traducción de ese mismo pasaje, pero esta vez en la versión
latina de Cicerón del Timeo, tratado que menciona con el nombre De
essentia mundi:
Hinc cicero
in liber de essentia mundi “queramus, inquit, causam que eum impulerit qui haec
machinatus sit ut originem rerum et molitonem nouam quereret. Probitate
uidelicet prestabat, probum autem inuidet nemini; Omnia sibi similia. Haec
nimirum gignendi mundo causa. ¶ et statim ¶ fas autem nec unquam fuit quicquam
nisi pulcherrimum facere eum qui esse Optimus (París, BnF, Latin 6280, f. 4v).28
A
simple vista, pareciera estar comparando dos traducciones de un mismo pasaje
del Timeo. Sin embargo, esta hipótesis presenta problemas, pues, según
Enrico Fenzi (2001: 315, n. 16), en ninguna parte de su obra Petrarca menciona
ni hace provecho del evidente puente entre los dos pilares de su pensamiento,
Cicerón y Platón. En efecto, Petrarca cita la traducción con el título De
essentia mundi en el margen, y la menciona en una epístola en la que alude
al texto como si fuera de autoría ciceroniana diciendo que escruta los secretos
de la naturaleza y el principio y la esencia del mundo.29
Gentile (1993: 137) sospecha que el silencio respecto del tratado De
essentia mundi en el contexto del De ignorantia, cuya redacción
finaliza en 1371, y especialmente en el contexto de la discusión sobre la
eternidad del mundo, se deba a que, para entonces, seguramente el poeta se dio
cuenta de que se trataba de una traducción. Con todo, en la Invectiva contra
eum qui maledixit Italie, compuesta hacia 1372, lista el De essentia
mundi como una obra más de Cicerón.30
Una glosa en la que parecía poner en paralelo dos traducciones de un mismo
pasaje se muestra más bien como la puesta en paralelo de la relación entre dos
autores.
Finalmente,
quisiera traer a colación un último ejemplo de referencia no ya a otro texto,
propio o ajeno, sino a su propia experiencia personal. En el texto de Agustín
encuentra la ocasión para sentirse identificado con un episodio de su vida,
entablando así un diálogo con el Padre. Esta vez se trata del ms. Vat. lat.
458, f. 71r, un gran códice que contiene una miscelánea de obras del Hiponense.
En el tratado De divinatione daemonum, 10, 14 el obispo dice de los
paganos: “Nec quod adhuc audent ipsi / pauci qui remanserunt uaniloquias /
suas ostendere doctrinas et cristianos / tanquam imperitissimos deridere moueri
/debemus dum in eis impleri ea que predicta / sunt […] Irrideant ergo quantum possunt tanquam impericiam et /
stultitiam nostram et iacent doctrinam et sa/-pientiam suam. Illud scio quod isti irrisores /
nostri pauciores sunt hoc anno quam fuerunt priore / anno”.31 Al lado de
este pasaje, Petrarca escribe en una letra más aireada, de cuerpo más grande,
“Si modo viveres, ¡Augustine!”. La letra de la glosa es de caja amplia,
espaciada y sin demasiadas decoraciones, lo cual permite identificarla como una
glosa tardía. Aquí es imposible no suponer un profundo suspiro de fondo por
parte del poeta, que de seguro tenía en mente a los intelectuales escolásticos
de su época, de los cuales dice en la invectiva De sui ipsius et multorum
ignorantia, también un texto tardío: “Sed nequicquam moneo. Omne quod ad pietatem tendit, a
quocunque dictum, pari temeritate atque impietate despiciunt, et ut docti
uideantur [...]
protestari solent se in presens sequestrata ac seposita fide disserere”.32
Un
último ejemplo de este tipo de glosas que refieren a su vida personal lo
constituye una glosa que dejó anotada en un pasaje de De sancta virginitate,
en el folio 112r del ms. París, BnF, Latin 2301, en un pasaje en el que
Agustín habla del bien de la virginidad que no debe huir el matrimonio, sino
trascenderlo como bien menor para descansar en el bien mayor de la continencia
que se da en el estado de la viudez, y cita el pasaje bíblico de I Co. 7, 38:
“Quien da en matrimonio (a una joven) obra bien y quien no la da obra mejor. Y
si te casas, no pecas; y si una joven se casa, tampoco peca”. Petrarca dibujó
una manicula y escribió “Nota pro Silvanella”. El nombre Silvanella es
un misterio, pero es muy probable que cuando estaba leyendo este pasaje tuviera
en mente a su hija Francesca (Pellegrin, 1951: 114). En efecto, Petrarca
solía referirse a sí mismo como Silvanus o Silvanellus en sus
obras.33 Así, el texto que está glosando es
un acervo de donde recabar sabiduría para su propia vida, al tiempo que
descubre al lector dimensiones personales de la propia vida del poeta, sus
meditaciones y sus preocupaciones.
Consideraciones
finales
Los
trabajos que a partir de la última mitad del siglo pasado hasta hoy han
centrado su atención en el estudio de las glosas de Petrarca han permitido ir
forjando una semblanza de su propio proceso de producción y meditación. Los
márgenes de los códices petrarquescos albergan un testimonio invaluable y
fundamental: ellos nos abren una puerta a la intimidad del escritorio
petrarquesco. Entre los diversos tipos de anotaciones marginales hay algunos
que establecen referencias que nos revelan cierto dinamismo de lectura y
composición de sus obras, llevándonos de los márgenes al texto, de los márgenes
a sus experiencias personales y de los textos a los márgenes.
El
entretejido de referencias nos permite ir reconstruyendo la trastienda de la
obra petrarquesca. Este nos muestra de qué manera leía a los autores cristianos
y a los autores clásicos, de qué manera establecía un paralelismo entre ambas
tradiciones, el esfuerzo por descubrir un tipo de experiencia común que los
mancomunara e, incluso, ciertas resonancias estilísticas que los acercaran. Al
mismo tiempo, a partir de la glosa en la que reenvía a su propia obra, vemos su
propio intento por imitar el estilo de los antiguos.
Las
referencias cruzadas nos descubren un lector que busca leer la obra de un autor
de manera exhaustiva y atenta, reenviando a otros pasajes de un mismo autor, ya
sea dentro de la misma obra o de otra, privilegiando este modelo al de repetir
a base de sentencias sacadas de contexto. Las anotaciones marginales que refieren
a aspectos personales, a episodios de su vida, nos muestran a un lector que
encuentra una ocasión para dialogar con los escritores antiguos, que busca
entre sus líneas sentencias salutíferas que pueden servirle para su vida
personal o aquellas que reflejaran sus propias cuitas. Estas nos abren la
puerta a la dimensión más íntima de su reflexión, casi como si se tratara del
texto de su propia experiencia personal.
Ha sido
mi intención la de poner en evidencia que el estudio de estos testimonios nos
permitirá enriquecer y profundizar nuestro conocimiento de dichos procesos de
lectura y de composición del poeta. A pesar del continuado esfuerzo que hace
medio siglo se lleva adelante, son muchos los códices que contienen glosas
marginales de Petrarca y que todavía esperan su edición.
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El presente
artículo fue redactado a partir de los resultados de nuestra participación en
el proyecto PICT 2016-0612 “La edición crítica y traducción de textos latinos
medievales: Producción práctica y resolución de problemas”, desarrollado entre
2017 y 2019 bajo la dirección de la Dra. Valeria Buffon (IHUCSO Litoral -
CONICET - UNL).
1 Entre otros,
Billanovich (1960), (1947) y (1994), Rico (1974), Coppini (2004), Bertolani
(2005), Bellieni (2010), Pellegrin (1954), Petoletti (2010), Borelli (2018), Péter (2016), Jakubecki (2015), Gentile (1993). Otros textos
que recogen las glosas de Petrarca como objeto de
estudio, pero a los cuales lamentablemente no he tenido acceso son: Tristano
(1974), Nebuloni Testa (1984), Accame
Lanzillotta (1988), Blanc (1978).
2 Cito a modo
ilustrativo los trabajos de Lee (2012), Quillen (1998), Torre (2008).
3 “Comprado para
mí por mi padre en Paris en mi niñez. Se perdió tras un
robo y fue recuperado en 1347”.
4 Cito al
respecto los trabajos de: Petrucci (1967), Fiorilla
(2005) y de la Mare (1973).
5 La lista
figura en los folios 58v-59r del ms. BnP, Latin 2201 ha sido editada por
Delisle (1897). Véase también Ullman (1923).
6 El dístico
compuesto por Petrarca reza en el f. 1v: “Urbs eterna Dei, solidis subnixa
columpnis, / Hunc fore signiferum de tot sibi cernit alumpnis”.
7 Para un estudio sobre las glosas anotadas en el margen
del De anima de Cassiodoro cf. Bellieni. (2010). Para un estudio sobre
el códice Par. Lat. 2201 véase: Rico (1974). Para una descripción paleográfica del
códice véase: de Nolhac (1892: 204-9) y Delisle (1897).
8 Ms. París, BnF, Latin 2201, f.
4r: “Dije que estos asuntos no eran adecuados para rescriptos imperiales como los que hace poco fueron tratados, sino para
investigaciones profundas y recónditas, las cuales no requerían de estos oídos
corpóreos, sino el oído purísimo y agudo del hombre interior. La discusión
acerca del alma no es sencilla pues es a través del
alma como podemos explicar incontables cosas. El ojo, por ejemplo, que puede
ver tan lejos como las estrellas, no puede verse a sí mismo, y nuestro paladar,
aunque discierne diferentes cosas por el gusto, ignora su propio sabor. La
nariz también inhala variados olores de cuerpos fragrantes, pero no conoce su
propio olor. Finalmente, nuestro cerebro, aunque transfiera
la sensación a otras partes del cuerpo, sin embargo -así leemos- él mismo
carece de sensación”. (Traducción propia)
9 París, BnF,
2201, f. 4r, trad.: “Al igual que Cicerón en el primer
libro de las Tusculanas, pero aquí se extiende más largamente por todos
los sentidos”
10 Par. Lat., 2201, f. 23v: “Podría ser muy útil para la materia de este
libro que comienza que tenga frente a los ojos aquella sentencia que Cicerón,
aunque no sea cristiano, en el resto sin embargo grande y singular varón, en el
primer libro de las Tusculanas, detestando los errores de su tiempo,
escribió con estas palabras: “no podían ver nada con el espíritu, referían todo
a los ojos. Es necesario una inteligencia grande para escindir la mente de los
sentidos y separar el pensamiento del modo común de ver las cosas”, junto con
sentencias similares del mismo u otros filósofos” (Traducción propia). La
referencia al texto de Cicerón es Tusculanae, I, 16, 37-38 (ed. Polenz, 1918).
11 Agustín, Enarrationes
in Psalmos, 146, 14 (ed. Dekkers – Fraipont, 1956): “porque es gran
cosa llegar a las cosas inteligibles, hasta lo espiritual, gran cosa es llevar
al corazón, a tal estado que sepa que hay algo que no
se extiende en el espacio ni varía con el tiempo” (Traducción
propia).
12 Agustín, De vera religione, XXXV, 65 (ed. Daur, Martin, 1962): “No se trata del
ocio de la desidia, sino del ocio de la contemplación, que libera de todo lo
local y lo temporal. Estos fantasmas henchidos y volubles
impiden observar la inmutable unidad” (Traducción propia).
13 Casiodoro, De anima, IX (ed. Halporn, 1973): “Pues, ¡oh dolor!, el descenso del sol
nos preanuncia la llegada de un cielo calmo, distinguimos las futuras
tempestades por la agitación de los vientos. Calculamos la riqueza por venir en
las estaciones por la marcha del tiempo, nos prometeremos a veces por medio de
presagios de nuestro ignorante espíritu la felicidad” (Traducción propia).
14 Virgilio, Georgica,
I, 461-463 (ed. Biagio Conte, 2011: 141): “Virgilio. En suma, qué
puede traer el Véspero del atardecer, de dónde arrastra el viento las nubes que
no son de lluvia, qué es lo que trama el lluvioso austro, te
lo indicará el sol”.
15 Ovidio, Metamorfosis,
I, 85 (ed. Holzberg, 2017, 42): “Ovidio. Y mientras los demás
animales están naturalmente inclinados mirando a la tierra, dio al hombre un
rostro levantado disponiendo que mirase al cielo y que llevase el semblante
erguido hacia las estrellas”.
16 En De
praedestinatione sanctorum, XIV, 28 (PL 44, 980-981) Agustín
sostiene: “Et certe beatissimum Cyprianum disputasse constat, ut
celerioris mortis beneficium commendaret, a peccatorum periculis eripi eos qui hanc vitam finiunt in qua peccari potest. In eodem
libro ait inter cetera: Cur non cum Christo futurus, et de Domini
pollicitatione securus, quod ad Christum voceris, amplecteris; et quod diabolo
careas, gratularis? Et alio loco: Pueri, inquit, periculum
lubricae aetatis evadunt. Itemque alio: Quid non, inquit, properamus
et currimus, ut patriam nostram videre, ¿ut parentes salutare possimus? Magnus
illic nos carorum numerus exspectat parentum, fratrum, filiorum; frequens nos
et copiosa turba desiderat, iam de sua incolumitate secura, adhuc de nostra
salute solicita”.
17 Cicerón, De senectute, LXXXIII (ed. Armistead
Falconer, 1923): “Quid, quod sapientissimus quisque aequissimo animo moritur,
stultissimus iniquissimo, nonne obis idetur is animus qui plus cernat et
longius, videre se ad meliora proficisci, ille autem cuius obtusior sit acies,
non videre? Equidem efferor studio patres vestros, quos colui et dilexi
videndi, neque vero eos solos convenire aveo quos ipse cognovi, sed illos etiam
de quibus audivi et legi et ipse conscripsi ; quo quidem me proficiscentem haud
sane quid facile retraxerit, nec tamquam Peliam recoxerit. Et si quis deus mihi
largiatur, ut ex hac aetate repuerascam et in cunis vagiam, valde recusem, nec
vero velim quasi decurso spatio ad carceres a calce revocari”.
18 Ms. París,
BnF, Latin 2103, f. 35r, trad.: “Lee esto en
consonancia con Catón en el De senectute de Cicerón, hacia el final”.
19 En En. in Ps., 126, 11, (ed. Dekkers –
Fraipont, 1956) Agustín sostiene: “Sed est aliena
sententia quam permittere non debemus. Ideo enim forte obscurius positum est,
ut multos intellectus generet, et ditiores descendant homines qui clausum
inuenerunt. Quod multis modis aperiretur quam si uno modo apertum inuenirent”. Traducción:
“Quizás se consignó esto oscuramente para que diese origen
a muchos sentidos, y así, al descubrirse de muchos modos lo que se hallaba
oculto, se enriqueciesen de esta manera más los hombres que si se patentizase
de un solo modo. También decimos que se sacude algo para que salga de allí lo
que está escondido”. (Traducción
propia).
20 Agustín, Enarrationes
in Psalmos, 146, 12 (ed. Dekkers – Fraipont, 1956): “No seas insolente
censurando de oscuridad o malignidad a la Escritura. Nada hay en ella injusto; y, si hay algo oscuro, no es para que se te
niegue su entendimiento, sino para que te ejercites en lo que lo que ha de
recibirse” (Traducción propia).
21 Es decir, en Enarrationes in
Psalmos, 149, 14 (ed. Dekkers –
Fraipont, 1956): “El Señor quiso presentar
ciertos versillos oscuros, no con el fin de sacar algo nuevo de ellos, sino de
innovar con una exposición oscura lo que ya era conocido”. En el folio
193ra escribe en dicho pasaje: “De obscuritate sermonis divini”.
22 Agusutinus, In
Evangelium Ioannis, XXVII, 2.
23 Agustín,
Enarrationes in Psalmos, 146, 12 (ed. Dekkers – Fraipont, 1956): “Noli protervus esse accusare aut obscuritatem, aut quasi perversitatem
Scripturae. Perversum hic nihil est; obscurum autem aliquid est, non ut tibi
negetur, sed ut exerceat accepturum. Ergo quando obscurum est, medicus illud fecit, ut pulses: voluit, ut
exercereris in pulsando; voluit, ut pulsanti aperiret”. Traducción: “No seas insolente censurando de oscuridad o malignidad a la Escritura.
Nada hay en ella injusto; y, si hay algo oscuro, no es para que se te niegue su
entendimiento, sino para hacer desear lo que ha de recibirse.”. La traducción de este pasaje de Ms. Paris, BnF, latín 1994, f.
178va: “Nota, sobre la oscuridad de las Escrituras tanto más adelante en el
próximo capítulo y en el Salmo CXXVI, en el penúltimo Salmo, y en los
comentarios sobre Juan, en la homilía vigésima cuarta donde dice que más que
provocar aversión, el secreto de Dios debe empeñar nuestra atención”.
24 Petrarca, Contra
medicum quendam, III (ed. Stopelli, 1997): “Que, si tal vez el estilo parece demasiado oscuro a los inexpertos,
éste no es motivo de envidia, sino un estímulo para un examen más atento y
ocasión para un ejercicio más noble”.
25 Agustín, Enarrationes
in Psalmos, 118, 32, 7: “la oveja perdida sea buscada, la oveja perdida sea
vivificada, por ella el pastor dejó noventa y nueve en
el monte, y buscándola fue lacerado por las espinas judaicas”.
26 Petrarca, Bucolica
VI, 177 (ed. Stopelli, 2007): “Hubiera sido justo que recordaras
con cuáles peligros aquel buen patrón te procuró estos bienes. ¡Lo hemos visto
lacerado por punzantes espinas! ¡Ahimé, a qué precio misericordioso rescató las
greyes desaparecidas!” (Traducción propia).
27 El pasaje
corresponde a Calcidius, Platonis Timaeus, I, 29a, 15-22 (ed. Waszink,
21): “Pues si el universo es -como efectivamente es- de una belleza
incomparable, y su artífice y fabricador es sumamente bueno, resulta claro que
la construcción del universo ha sido hecha sobre la base de un modelo de la
propiedad pura e inmutable; de otro modo -alternativa que no es lícito por el
derecho divino ni siquiera pensar o concebir con la mente- sobre un modelo a su
vez producido. Pero, puesto que esto es ajeno a la razón, es manifiesto que el
Dios artífice, en la construcción del mundo, se atuvo a la norma de un modelo
venerable -en cuanto esta es la más bella de las realidades generadas, aquel es
el artífice más grande” (Traducción
propia).
28 El pasaje
citado por Petrarca es Cicerón, Timaeus, 9 (ed. Giomini, 1975:
229): “Aquí Cicerón en el libro De essentia mundi: “Busquemos, por lo
tanto, la razón que lo impulsó a él, quien construyó (el universo) para buscar
el origen de las cosas y un nuevo esfuerzo. Excedía en bondad, pero alguien que es bueno no envidia a nadie.
Por lo tanto, creó todo a semejanza de sí mismo. Esta es la
razón más indudable de la producción del mundo”. Y en seguida: “pues no
puede ser que alguien óptimo haga algo que no sea sino hermosísimo” (Traducción
propia).
29 Petrarca, Fam.
XII, 8, 6 (ed. Dotti, 2007: 1075): “aderant Nigidius et
Cratippus, cum quibus secreta nature, mundo principium atque essentiam
rimabatur”.
30 Petrarca, Contra
eum qui maledixit Italie (ed. Stopelli, 1997): “Non scripsit Tullius
Phisicam, sed scripsit de essentia mundi, de natura deorum, de divinatione, de
fato, de senectute, de amicitia, de consolatione, de gloria, de tusculanis
questionibus, de fine bonorum et malorum, partitionum, topicorum, de oratore,
de optimo genere oratorum, de optimo genere dicendi, rethoricorum duo volumina,
tria autem epystolarum, orationes innumeras, quibus par eloquium nunquam fuit”.
31 Ms. Ciudad del
Vaticano, Biblioteca Apostólica Vaticana, Vat. Lat. 458, f. 70v-71r: “Y
nosotros tampoco debemos inquietarnos de que algunos pocos paganos, que han
quedado, se atrevan todavía a hacer ostentación de sus doctrinas fanfarronas, y
a motejar a los cristianos de perfectos ignorantes […] ¡Que se mofen,
pues, en cuanto puedan, de nuestra aparente ignorancia y locura, y que se
vanaglorien de su doctrina y sabiduría! Yo sé que esos burlones nuestros son en
este año menos que los que eran el año pasado”.
32 De ign., IV (ed. Stopelli, 1997): “Ellos
desprecian con igual temeridad e impiedad todo lo que se relaciona con la fe,
haya sido dicho por quien fuere, y para dar la impresión de ser hombres doctos
[…] suelen declarar formalmente que por el momento discuten dejando del todo
aparte y separada la fe” (Traducción propia).
33 Petrarca,
Epystole Familiares XV, 8, 14 (ed. Dotti, 2007: 2123): “hic si longam
moram traxero, valde Silvanus fiam”.