El retorno de quien nunca se fue.
Nicolás de Cusa y las nuevas traducciones de Platón en la primera mitad del
siglo XV
The return of he who never left. Nicholas of Cusa and the new translations of Platonic dialogues in the
first half of the XV Century
Resumen
En la primera mitad del siglo XV se realizan traducciones
de diálogos de Platón como consecuencia directa de un movimiento de
intelectuales que se trasladó de Bizancio a Italia y fomentó la enseñanza del
griego. Desde 1402 a 1424 fueron traducidos República, Fedón, Gorgias,
una parte de Fedro, Apología, Critón, algunas Cartas
y el discurso de Alcibíades del Banquete. Poco después, las sesiones del
Concilio de Ferrara-Florencia que comenzaron en 1438 para propiciar la unión
con la Iglesia griega renovarán el tránsito de intelectuales y con él la
necesidad de traducciones en el marco de una polémica filosófica que tuvo lugar
también en el contexto del Concilio: la entablada entre platónicos y
aristotélicos. Nicolás de Cusa, quien participó activamente del Concilio, tuvo
contacto directo con esa polémica y sus protagonistas más importantes como el
cardenal Bessarión, entre los platónicos, y Jorge de Trebisonda, entre los
aristotélicos. El propio Jorge de Trebisonda traduce más tarde Leyes y Parménides.
La traducción de esta última será dedicada especialmente al Cusano. Varias de
las traducciones de los diálogos se encuentran en su biblioteca de
Bernkastel-Kues y otros manuscritos pasaron por sus manos porque se encuentran
anotados con notas marginales de su autoría. El artículo pretende evaluar la
recepción de esta polémica y estos diálogos en los escritos del Cusano que,
junto a otros autores de la tradición, configuran en gran medida su peculiar
platonismo.
Palabras clave:
Nicolás de Cusa – Traducciones – Platonismo – Aristotelismo
Summary
Translations of Plato’s dialogues were carried out in
the first half of the 15th century as a direct consequence of a movement of
intellectuals that moved from Byzantium to Italy and promoted the teaching of
Greek. From 1402 to 1424 Republic, Phaedo,
Gorgias, a part of Phaedrus, Apology, Criton, some Letters, and Alcibiades’ speech at Symposium
were translated. Shortly after the sessions of the Council of Ferrara-Florence
that followed in 1438 to promote union with the Greek Church, renew the transit
of intellectuals and with it the need for translations in the framework of a
philosophical controversy that also took place within the framework of the
council: the controversy between Platonists and Aristotelians. Nicholas of Cusa, who actively participated in the Council, had direct
contact with this controversy and its most important protagonists such as
Cardinal Bessarion, among the Platonists, and George
of Trebizond, among the Aristotelians. George of Trebizond himself translates
later Laws and Parmenides, which will be specially dedicated to Cusanus. Several of the translations of the dialogues are
in his Library in Bernkastel-Kues and other
manuscripts passed through his hands because they are annotated with his
marginal notes. This article tries to evaluate this controversy and the
reception of these dialogues in the Cusanus’ writings
that largely configure, along with other authors of the tradition, his peculiar
Platonism.
Keywords:
Nicholas of Cusa – Translations – Platonism – Aristotelianism
Recibido: 31/03/2020
Aceptado: 18/05/2020
Nicolás de Cusa
(1401-1464) vive en una época particular respecto de la recepción de Platón en
el mundo latino. Durante la primera mitad del siglo XV aparece una serie de
nuevas traducciones que solo serán completadas en la segunda mitad del siglo
por Marsilio Ficino. El
propio Ficino en el Prólogo a su traducción de
las Enéadas de Plotino,
dedicada a Lorenzo de Médicis, recuerda que Cosme,
abuelo de Lorenzo, decidió fundar una especie de Academia Platónica cuando
escuchó al bizantino Gemistos Pletón
en el Concilio de Florencia hablar con notable erudición sobre este filósofo.
Más allá de la verdad histórica respecto de la génesis de la Academia de
Florencia, lo cierto es que Ficino reconoce que su
tarea de difusor de Platón y los platónicos es deudora de un movimiento que
había comenzado mucho antes, según su perspectiva en aquel Concilio de 1438.
Sin
embargo, tal movimiento había comenzado todavía antes. En 1397, Coluccio
Salutati convoca a Manuel Crisoloras, el gran erudito bizantino, como profesor
de griego en Florencia. Pocos años después, algunos de sus discípulos italianos
resultarán traductores de Platón. En los albores del siglo, vio la luz la
primera versión de la República realizada en 1402 por el propio
Crisoloras junto con Umberto Decembrio. Tiempo después, entre 1404 y 1424, un
célebre discípulo del bizantino, el florentino Leonardo Bruni, ofrece versiones
de Fedón, Gorgias, una parte de Fedro, Apología, Critón,
algunas Cartas y el discurso de Alcibíades del Banquete (Garin,
1955).
Como
muestra el imprescindible trabajo de Hankins (1990: 105-110) a partir de un
análisis muy completo del contexto intelectual y político, puede entenderse por
qué algunos diálogos, como la República, ocuparon el primer lugar en el
orden de los elegidos. De hecho, la República tuvo dos versiones, la
mencionada de 1402 y una segunda –o bien una edición revisada de la primera– de
Pier Candido Decembrio realizada entre 1437 y 1439 que fue anotada por
intelectuales destacados de este tiempo, lo cual pone en evidencia una
cuidadosa lectura. No debe soslayarse asimismo el papel desempeñado por
Juan Aurispa –maestro entre otros de Lorenzo Valla– quien había vivido en una
isla perteneciente al Imperio Bizantino donde no solo había aprendido griego
sino desde donde en 1423 trajo 238 manuscritos. Según afirma el propio Aurispa
en una carta a Traversari, esos manuscritos contenían todo Platón, todo
Plotino, todo Proclo y algunas obras de Jámblico.
Como es
notorio, la circulación de textos, de nuevas versiones, pone de manifiesto el
renovado interés en un autor o en una tradición filosófica, sea para difundir
sus doctrinas, sea para confrontarlas con las de otros pensadores. El
“reingreso” de los diálogos de Platón no es la excepción. Ahora bien ¿se trata
de un auténtico reingreso? Hablar de este modo es una licencia: los textos de
Platón, a diferencia de los aristotélicos, nunca estuvieron perdidos para el
Occidente latino, por eso nos referimos al “retorno de quien nunca se fue”.
Pero todavía más, es sabido que la matriz del pensamiento cristiano en el
Occidente medieval es definidamente platónica y que aun durante los siglos de
hegemonía del aristotelismo universitario, tal matriz no fue olvidada: acaso el
“regreso con gloria” de Platón a Occidente halle su explicación en los más de
dos siglos de asimilación de la obra aristotélica.
Con todo,
conviene referir brevemente el estilo “humanista” de estas versiones de
comienzos del siglo XV. En tal sentido, es elocuente lo expresado por Leonardo Bruni en una carta de septiembre de 1404 (Epistola I 8) en la cual pone de manifiesto el modo
en que tradujo Fedón. Dice Bruni que mientras traducía intentaba imaginarse un Platón
latino que obrara como juez de su tarea. Así, en ocasiones cuando la traducción
palabra por palabra no funcionaba, imaginaba que el propio Platón, cuyo manejo
de la lengua griega era elegantísimo, le pedía que no lo hiciera aparecer entre
los latinos como privado de todo gusto (Berti, 2004-2005: 205-206). Bruni justificaba así su predilección por la forma
literaria y se oponía, de este modo, a las “bárbaras” versiones medievales.
Procuraba imitar el estilo del autor antiguo que traducía; más tarde esto dará
origen a una polémica concerniente a su versión de la Etica
Nicomaquea defendida por él mismo en su De interpretatione recta de 1424-6 (Hankins,
1990: 29-57).
Si el
comienzo del siglo XV fue un tiempo en que el trabajo sobre nuevos manuscritos
es permanente, esto logra incrementarse unas décadas más adelante con el flujo
constante de intelectuales entre Bizancio e Italia que no tiene en primer lugar
razones eruditas sino políticas. En 1438 el propio Nicolás de Cusa participa de
una misión a Constantinopla encomendada por el Papa Eugenio IV encargado de
trasladar a los Padres de la Iglesia oriental a un Concilio de Unión. Este
viaje le permitió traer consigo algunos manuscritos que le interesaban, entre
ellos De Theologia Platonis de Proclo. Al llegar solicita la traducción
de la obra procleana a su amigo Ambrosio Traversari. Ambrosio, traductor de la
obra completa del Areopagita (1430-2 y 1436-7), emprenderá la tarea que no
concluirá a causa de su muerte en 1439. Más tarde, la obra será traducida por
otro amigo del Cusano, Pedro Balbo. Trae asimismo obras singulares, como
algunas comedias de Plauto, lo cual lo hace reconocido desde entonces como uno
de los grandes recolectores de manuscritos fuera de Italia (Sabbadini, 1905:
109-113). Con todo, más que los manuscritos, es la relación con algunos
reconocidos pensadores de este tiempo el que dispondrá el espíritu del Cusano a
la lectura de los textos platónicos disponibles en un contexto de particular
tensión: el de la polémica aristotelismo versus platonismo que se
disputará de un lado y otro del Mediterráneo (Garin, 1961: 75-96). Es necesario tener presente que todos los
polemistas eran hombres de Iglesia y, en definitiva, el fondo de la discusión
era quién de los dos grandes filósofos, Platón o Aristóteles, se podía
considerar más cercano al cristianismo. A algunos les preocupaba la cercanía
con el dogma, a otros la cercanía con la auténtica sapientia christiana.
En este último grupo se ubica Nicolás de Cusa.
Es célebre la
disputa entre Pletón
(quien toma ese nombre como un homenaje al Ateniense) y Theodoro Gaza y
Scholarios, acérrimos defensores del aristotelismo. Esta disputa oriental se
traslada ahora a Occidente. Pletón y su discípulo Bessarión concurren al
Concilio de Unión convocado en Ferrara y Florencia del cual el Cusano formó
parte muy activa. Pletón impresiona a los humanistas con su elocuencia y
sabiduría platónica y como gesto cargado de sentidos entrega un manuscrito en
griego de los diálogos platónicos a Cosme de Medici. Esto, como se dijo, será
considerado por Ficino como un “momento fundacional”. Bessarión, por su parte,
trae consigo su inmensa biblioteca y poco más tarde, en 1440, se establece en
Roma donde abre una academia en la cual alberga a eruditos bizantinos exiliados
(Hoffmann, 2010). Desde entonces se constituye en una pieza fundamental del
tránsito de textos e intelectuales desde Bizancio a Italia (Bianca, 2013). Como
afirma Pablo Ubierna (2016: 68), el humanismo italiano encuentra así
inesperados interlocutores para los cuales la retórica y el refinamiento
estilístico no están escindidos del interés por la tradición filosófica y
científica, sino todo lo contrario.
El
encuentro personal entre Pletón y el Cusano no se encuentra documentado. Sin
embargo, habiendo formado parte del mismo concilio, es muy probable que haya
sucedido. Sí se puede asegurar que el Cusano conoció parte de la obra de Pletón
tal como lo testimonia la versión latina del De fato que le fuera
dedicada por su traductor (Kristeller, 1993: 36-37). El vínculo personal con Bessarión
es bien conocido. Si
bien la amistad entre ambos se fundamenta en primer lugar en comunes intereses
políticos, apoyar el papalismo de Eugenio IV para lograr la unión de las
iglesias occidental y oriental, se fortalece más tarde a causa de comunes
preocupaciones filosóficas ligadas al platonismo.
La
razón del creciente interés por las recientes traducciones al latín de los
diálogos de Platón es sencilla: si los intelectuales latinos quieren tomar partido, necesitan partir de los
textos para darle más carnadura al debate. Hacia la mitad del siglo, el oficio del traductor se mezcló con el del polemista. Estos
traductores-polemistas tuvieron una particularidad que es necesario destacar:
un furioso platónico como Bessarión traduce la Metafísica
de Aristóteles y un aristotélico encarnizado como Jorge de Trebisonda
traduce dos obras fundamentales del último Platón, las Leyes en 1451 y Parménides
a pedido del Cusano en 1459 (Ruocco, 2003:5). Respecto de Leyes, Jorge de Trebisonda refiere en una carta
posterior su total admiración y deslumbramiento por este escrito de Platón (Monfasani, 1976: 102-3). Su versión latina de Leyes será duramente criticada por el cardenal Bessarión,
así como su libelo Comparatio Aristotelis et Platonis de 1458, que le valió una durísima réplica en el célebre In calumniatorem Platonis escrito por el platónico cardenal. De hecho, es probable
que quien fuera secretario del Cusano los últimos
seis años de su vida (1458-1464), Juan Andrea Bussi,
revisara la versión latina de este influyente texto de Bessarión antes de su aparición en 1469. Como puede verse,
la polémica perduró un poco más allá de la muerte del Cusano
en 1464 y si bien él no fue un actor decisivo, la importancia de esta polémica en la configuración de lo que podemos
denominar el “platonismo cusano” sin exagerarse, no
puede ser eludida (Senger, 1986: 74-75).
El Cusano no manejaba suficientemente la lengua griega, de
modo que para forjar su peculiar platonismo considerando al propio Platón,
debió recurrir a las versiones latinas disponibles, las medievales y las de su
propio tiempo. Debemos recordar que la Edad Media, al menos a partir del siglo
VI, no tuvo a su disposición traducciones completas de diálogos platónicos. Se
sabe que Cicerón y Apuleyo habían realizado versiones
de algunos, pero no se conservaron. Sin embargo, sus propias obras, que
circularon muchísimo durante todo el período, están cargadas de referencias a
Platón tanto biográficas como doctrinales, incluso están plagadas de citas. Lo
mismo debe decirse de otras fuentes de acceso a doctrinas y citas platónicas en
las obras de Aulio Gelio,
Macrobio y Boecio (Gersh,
2002: 3-10). El Cusano conoció con seguridad Timeo 17a-53c en la versión de Calcidio
del siglo IV lo cual resulta por sí mismo la posibilidad de acceso a otros
textos platónicos que allí se mencionan. Acaso haya tenido contacto con las
versiones del siglo XII de Fedón y Menón de Enrique de Aristipo,
aunque, como se sabe, estas traducciones tuvieron muy escasa circulación. Por
otra parte, en la segunda mitad del siglo XIII, Guilllermo
de Moerbeke al traducir el comentario de Proclo al Parménides, aportó también la traducción
de una parte de este decisivo diálogo platónico. Además, esta obra de Proclo es en sí misma una fuente inagotable de referencias
a otros diálogos platónicos además del que comenta. Podemos entender asimismo
que conoció todo aquello a lo que tuvo acceso por siglos el Medioevo latino:
algunas citas de traducciones más antiguas, como las de Cicerón, Séneca y Apuleyo. Estas citas eran reproducidas muchas veces por
autores como Donato o Prisciano (Hankins,
1990: 4 n.3). Es necesario
subrayar también el acceso a las doctrinas platónicas a través de la lectura de
los “manuales” de Apuleyo de Madaura. Uno de los principales documentos para la historia del platonismo y el
hermetismo latino lo representa el Codex Bruxellensis (Bibliothèque Royale, 10054-56) que contiene De deo Socratis, De Platone et eius dogmate, De mundo y, además, el hermético Asclepius. Se conjetura que este manuscrito fue
adquirido y anotado por Nicolás de Cusa en el decenio 1430-1440 y conservado
entre sus libros predilectos hasta sus últimos años (Arfé, 2004: 1-2). Nicolás
de Cusa tuvo acceso a otros dos códices con obras de Apuleyo,
se trata de Codex Bruxellensis (Bibliothèque
Royale, 3920-23) y Codex Cusanus
(St. Nikolaus-Hospital, C.C. 171), aunque ninguno de
ellos posee notas marginales. En cuanto al texto hermético u otros pseudo-herméticos a los que tuvo acceso, los consideró más
antiguos que los platónicos pero pertenecientes a una misma e invisible cadena
de sabiduría. Esto hace que, al presentar sus doctrinas, lo haga en vinculación
directa con la tradición platónica.
Es necesario
mencionar también, como acceso indirecto, a Macrobio cuya exposición de la filosofía
de Platón, ilustrada con citas, y su comparación con Cicerón, fue comentada
abundantemente a través de los siglos. Y, aunque en menor medida, también la
obra de Boecio. A la lista de las obras que
constituyen la tradición platónica se debe añadir el Summarium
librorum Platonis, una
traducción latina de la Antigüedad tardía de una obra griega datada
probablemente en el siglo II. El Summarium fue
descubierto en un manuscrito de mediados del siglo XIII conservado en el
Vaticano (Codex Reginensis lat. 1572). Se trata de un
fragmento de un relevamiento de las obras de Platón que resume el contenido de
cada uno de los diálogos por separado. Si bien es poco probable que el Cusano la haya conocido, muy bien pudo haber leído autores
que mencionaran algún diálogo platónico a partir de ella.
El catálogo de
la Biblioteca de Nicolás de Cusa conservada hasta hoy en Bernkastel-Kues
revela sus intereses ligados a Platón y a la tradición platónica tardo-antigua
(Marx, 1905). Muchos de sus manuscritos poseen glosas y notas marginales. Las
mismas tienen una grafía semigótica y un poco rígida
propia de un germano (Bianca, 1993: 4). Con todo, resultan muy útiles para
reconocer la clave de lectura del Cusano. Dos códices
contienen diálogos platónicos: el CC 177 cuenta con la versión de Leonardo Bruni (mencionado como Leonardo Aretino) de Apología con
algunas notas, Fedro con abundantes marginales, Critón,
Menón, dos copias de Fedón
y el pseudo-platónico Axioco;
el CC. 178 contiene República en la última versión de Pier Cándido Decembrio (Marx 1905: 164-167). Es posible leer en tales notas la relación entre Platón y
otros pensadores. Es ilustrativa la nota marginal que el Cusano
puso vinculando a Platón y a Cicerón en el Codex Cusanus
177 f. 29 “Tulius
libro primo Tusculanarum questionum dicit quod Plato facit Socratem hac
oratione usum apud iudices interferendo finalem conclusionem”, y luego en f. 104 “Tulius hanc immortalitatis rationem libro primo
Tusculanarum questionum tractat allegans Phedrum et asserens se eundem IV De re
publica tractasse”.1
No todos los
manuscritos con textos de Platón que pertenecieron al Cusano
o, al menos, pasaron por sus manos, se encuentran en Bernkastel-Kues.
Poseyó los actuales códices londinenses Harlem 3261 que contiene las Leyes,
traducido por Jorge de Trebisonda, y Harlem 2652 que contiene Timeo en la traducción de Calcidio. Tales códices que estaban en
Bernkastel-Kues terminaron en la biblioteca de Londres (Hallauer, 1986). Sucede
lo mismo con el códice 6201 de la Biblioteca Guarnacci de Volterra que contiene Parménides dedicado al Cusano por su traductor (Ruocco, 2003: 5). Hay también manuscritos con obras de Platón que leyó
aunque no fueron suyos. Esto puede reconocerse por algunas marginales de su
autoría: un breve pasaje de Timeo y
extractos de In Parmenidem y De theologia Platonis de Proclo contenido en un manuscrito de la Universidad de
Estrasburgo (Argentoratensis 84) leído en su
juventud (Vansteenberghe, 1928; Haubst,
1961; Senger, 1971) y un manuscrito del Seminario Maggiore di Bressanone que
contiene la República nuevamente en la versión de Pier
Candido Decembrio. Como ha
mostrado Santinello (1969), este manuscrito posee correcciones y anotaciones autógrafas del Cusano. Allí repite las
glosas del propio Decembrio pero agrega dos notas de contenido e interés
“típicamente cusano”: una sobre el paralelo Dios-sol y la otra sobre el número
como instrumento de conocimiento de la naturaleza. En cuanto a la tradición
platónica no cristiana ha sido suficientemente estudiada la gran influencia que
tuvo en él la lectura de los textos de Proclo, diádoco de Platón. Figuran en su
biblioteca con gran
cantidad de marginales: Procli De theologia Platonis Libri VI (CC 185), Procli
Expositio in Parmenidem Platonis (CC 186) y Procli
Elementatio theologica
(CC 195).2
Agreguemos a
esto dos escritos que llegaron a sus manos que tienen una multitud de
referencias a doctrinas platónicas, Preparatio evangelica de Eusebio de Cesarea,
traducida también por Jorge de Trebisonda y
conocida por el Cusano en la década del 50, y las Vitae
et sententiae philosophorum
de Diógenes Laercio traducida por Traversari
pero que llega a sus manos durante los últimos años de su vida.
En suma, como
puede advertirse las vías de acceso a Platón y su doctrina por parte del Cusano son múltiples y no fueron transitadas al mismo
tiempo. Las referencias a Platón y a los platónicos son abundantes en la obra
de Nicolás de Cusa y este trabajo no pretende ofrecer un catálogo. Esto ha sido
realizado en otros estudios.3 En cambio, se intenta mostrar a
través de algunas de estas menciones cuál es la evaluación que el Cusano realiza de Platón a partir de la mención de sus
escritos.
Algunas de las
doctrinas que lee en los diálogos o en citas platónicas incluidas en otros
textos, son aceptadas y hechas propias. Un ejemplo de esto son las nociones del
Timeo retomadas en De docta ignorantia (1440) acerca de un dios que carece de
envidia: “Quoniam
autem ipsum maximum procul est ab omni invidia, non potest esse diminutum ut
tale communicare” (De doct. ign., h I n. 98) La intención del
Cusano en esta obra es mostrar de qué manera el principio de todo se explicita
o comunica a partir de sí como un despliegue de su propia naturaleza. Si bien
esta doctrina es expuesta por el Cusano en términos más cercanos a la procesión
neoplatónica, atiende a esta imagen del Timeo para anclar su doctrina en
el platonismo más prístino. De este mismo modo, puede entenderse la referencia
al mundo como animal –con la
identificación cusana entre Dios y el alma del mundo: “Plato enim mundum animal dixit; cuius animam
absque immersione deum si concipis, et multa horum, quae diximus, tibi clara
erunt” (De doct. ign., h. I n. 166) y que retoma más adelante para
hacer referencia al orden o armonía universal: “ubi terra est quasi animal
quoddam – ut ait Plato – habent lapides loco ossium, rivos loco
venerum, arbores loco pilorum […]” (De doct. ign. h I n.
176). De hecho, ha sido estudiada
la importancia del Timeo en la constitución de
la doctrina cusana del lugar y la materia (Thiel, 1998). También hay fórmulas tomadas de Timeo, por ejemplo: en De dato patris luminum (1445) donde
llama al mundo deus sensibilis: “[…] sic quod homo nominari possit deus
humanatus, et hic mundus deus sensibilis, ut et Plato voluit” (De dato,
h IV n. 102) y en De Beryllo (1458) donde se refiere a Dios como conditor intellectus: “Et Plato principium, a quo omnia condita,
nominavit conditorem intellectum et eius patrem deum ac cunctorum causam” (De
Beryllo, h XI/1 n. 35).
La
recurrencia a la multitud de imágenes que proceden del Timeo son
frecuentes en un autor medieval, mucho más en los autores de la escuela
chartrense del siglo XII que el Cusano conoce muy bien. Asimismo recorre en ocasiones un camino que recorrieran muchos
cristianos desde los apologistas a pensadores de la Antigüedad Tardía como
Eusebio de Cesarea o Agustín de Hipona: ese camino
consiste en considerar que muchas doctrinas cristianas fueron anticipadas por
Platón o los platónicos. En sus Sermones recuerda frecuentemente el
célebre pasaje de las Confesiones a propósito del Prólogo del Evangelio
de Juan cuyo mensaje Agustín encontraba cercano al de los libri platonicorum:
“Refert se Augustinus
libro VII Confessionum apud
Platonicos Evangelii nostri principium invenisse :
‘In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum,
et Deus erat Verbum’” (Sermo
I, h. XVI/1, n. 12).
El Cusano vuelve a esto en reiteradas ocasiones.4
Y en el mismo marco de sus Sermones menciona muy tempranamente a Eusebio
como uno de los que reconocía en Platón el anuncio de la Trinidad Cristiana (Sermo II h CVI/1, n.4), lo que años más tarde repite
en su tratado De Beryllo (XI/1 n. 39): “Quomodo
autem Plato habuerit de unitrino principio conceptum et quam propinque admodum
nostrae christianae theologiae, Eusebius Pamphili in libro Preparatoriorum
evangelii ex libris […]”. Esta razón no solo permitiría llamar a Platón un precursor del
cristianismo sino al propio Agustín un platónico: “Aurelius etiam Augustinus Platonicus” (De doct. ign. I h. I, n.
32).
Sin
embargo, si con estas menciones el Cusano se inscribe como pensador medieval,
se vuelve un pensador de su propio tiempo cuando menciona textos que solo pudo
conocer a través de las recientes traducciones. Tal es el caso de la referencia
a la mencionada imagen del sol de la República que menciona en De Beryllo (XI/ 1 n. 27): “Varia valde ponunt sancti
et philosophi aenigmata. Plato in libro De re publica recipit solem et eius
attendit in sensibilibus virtutem et ex conformitate illius se elevat ad lucem
intelligentiae intellectus”. En este mismo
texto, algunas doctrinas platónicas son refutadas: reprocha tanto a Platón como
a Aristóteles el hecho de haber sostenido que el intelecto hacedor obra por
necesidad y no libremente: “Istud ignorabant tam Plato quam Aristoteles. Aperte enim uterque
credidit conditorem intellectum ex necessitate naturae omnia facere,
et ex hoc omnis eorum error
secutus est” (De Beryllo XI/ 1 n. 38). Pero la crítica más radical es el
rechazo de la posibilidad de que las ideas y los números sean entidades
separadas: “Ideo
Plato non videtur bene considerasse, quando mathematicalia, quae a sensibilibus
abstrahuntur, vidit veriora in mente, quod propterea illa adhuc haberent, aliud
esse verius supra intellectum” (De Beryllo XI/ 1 n. 56).
Esta crítica
medular a Platón, se da en el contexto de justificación de la fórmula hermética
“homo secundus deus” que hace del hombre un
creador de “entia rationalis”
y “artificiales formae”. Este despliegue del
intelecto humano que lo vuelve creador de su propia obra, es algo que Platón podría
haber considerado pero, según el Cusano, no lo hizo.
Sed bene potuisset dixisse Plato quod, sicut farmae
artis humanae sun veriores in suo principio, scilicet in mente humana, quam
sint in materia, sic formae principii naturae, quae sunt naturales, sunt
veriores in suo principio quam extra. Et si sic considerassent Pythagorici et
quicumque alii, clare vidissent mathematicalia et numeros, qui ex nostra mente
procedunt et sunt modo quo nos concipimus, non esse substantias aut principia
rerum sensibilium, sed tantum entium rationis, quarum nos sumus conditores. (De
Beryllo XI/ 1 n. 56)
Como es de
suponer, la obra cusana presenta con frecuencia una
oposición entre las filosofías de Platón y Aristóteles. Pero, a diferencia de
los polemistas de su tiempo, muchas veces, esa oposición se dirige en busca de
una conciliación. En De mente (1450), por ejemplo, esa conciliación se
da a propósito del tema de los universales. Nicolás de Cusa muestra cómo es
posible superar la polémica entre “académicos” y “peripatéticos” en este tema.
Mientras que critica a los primeros la subsistencia de una forma separada ante
rem, reprocha a los segundos la construcción de un universal solo post
rem. La solución cusana considera una forma real
que no subsiste separada de la cosa y es incognoscible para nosotros por lo
cual los géneros y especies son creaciones humanas o entia
rationis. Puesto que la praecisio
de la forma resulta inalcanzable, el hombre re-crea un mundo de nociones. He
aquí nuevamente una de las superadoras propuestas cusanas:
“Philosophus:
Mirabiliter omnes omnium tangis philosophorum sectas, Peripateticorum et
Academicorum. Idiota: Hae omnes et quotquot cogitari possent modorum
differentia facillime resolvuntur et concordantur, quando mens se ad
infinitatem elevat” (De mente h V n. 66-67).
Sin embargo,
cuando Nicolás de Cusa presenta los temas fundantes de su filosofía y en ese
marco opone a Platón y a Aristóteles, toma decidido partido por Platón y si
consideramos los temas que pone de relieve, cuando nombra a “Platón” son más
bien los tópicos desarrollados por los “platónicos”. Estos casos, merecen un
tratamiento particular. Podría pensarse que él representa un eslabón más en la
discusión que referimos más arriba que discurrió entre Bizancio e Italia. Sin
embargo, los términos en los que plantea la discusión lo colocan en línea con
un platonismo cristiano que echa raíces en Dionisio Areopagita en el cual la
recepción de Proclo cumple un rol fundamental. De
esta manera, la discusión lo ubica más que en el contexto de sus contemporáneos
griegos e italianos, aquel que remite a sus raíces germánicas donde la
tradición albertista del siglo XIV atendió muy
especialmente a línea Platón-Dionisio-Proclo. Los
temas que subraya son especialmente el pensamiento de lo uno, la coincidencia
de los opuestos y la primacía de la negación por sobre la afirmación. En este
marco, si hubiera que señalar un diálogo de Platón que se destaca sobre los
otros, este sería sin duda Parménides, inseparablemente unido a la
interpretación procleana.5 La mención de este diálogo comienza
en el Sermón LXXI, n.9 de 1446 en el cual el Cusano
declara la correspondencia entre la doctrina cristiana de Dionisio y Boecio con la de los “seguidores del Parménides”. Estos
pensadores cristianos, como los platónicos que se inspiran en este diálogo, han
sostenido, según el Cusano, lo que también él mismo
sostiene: la procedencia de todo a partir de lo uno, lo uno como absoluta
necesidad, causa y razón de todo y causa concebida como complicatio
omnium. La referencia a este diálogo se repite en
la Apologia doctae
ignorantiae de 1449. En ambos casos, las
menciones parecen ser más deudoras del comentario de Proclo
que de la reciente versión de Jorge de Trebisonda. A partir
de De li non aliud
de 1462, en cambio, con esta versión en su poder que completa la ofrecida por
Guillermo de Moerbeke que llega sola hasta el fin de
la primera hipótesis, puede diferenciarse bien la recurrencia al diálogo de la
recurrencia al Comentario. De hecho, cuando se definen los personajes de este tetrálogo, uno de ellos, el Abad, se presenta como
especialista en el Parménides y en In Parmenidem
de Proclo, distinguiendo claramente ambos textos.
Por último, es
necesario hacer alusión a la consideración cusana de
Platón en una de sus últimas obras, De venatione sapientiae (1463), considerada por él mismo como su
testamento filosófico. En este escrito, el Cusano
llama a los filósofos “venatores”, es decir
cazadores que persiguen una presa en sí misma inalcanzable, la sabiduría. De
entre todos ellos, solo Platón es llamado “cazador admirable”. Hacia el final
de su recorrido, el Cusano ya distingue muy bien las
menciones que de él hace Diógenes Laercio o la de los
platónicos como Proclo o el “máximo teólogo” Dionisio
de las del propio Platón. Las referencias tienen que ver en muchos casos con
las recientes versiones de sus diálogos en los cuales el Cusano
encuentra confirmadas algunas de sus doctrinas como, por ejemplo, el tópico
cristiano que afirma que el fin propio del hombre es hacerse cada vez más
semejante a Dios: “Et hic est finis
hominis, deo scilicet similiorem fieri, ut
recte Plato dicebat” (De ven. Sap. h XII, n. 58) en clara referencia a República X,
613 a. Más adelante, en relación a la unidad como principio absoluto suprimido
el cual cesa toda multiplicidad hay una referencia al Parménides que no
es tomada del comentario procleano sino de la versión
de Jorge de Trebisonda: “Cessarent igitur omnia multa et plura et numerus omnis et quae unum dici
possunt, uno sublato, ut haec in Parmenide Platonis mira subtilitate ostenduntur” (De ven. Sap.
h XII, n. 61).
Hay además una
referencia a Menón (n. 94) a la Carta VII
(n. 97) para terminar nuevamente aludiendo a República y a la imagen del
sol mediante la cual el gran Platón asciende como ningún otro a la sabiduría y
por esa razón debe ser alabado: “Laudant
non inmerito cuncti magnum Platonem, qui de sole ad sapientiam per similitudinem ascendit” (De
ven. Sap. h XII n. 124).
En suma, Platón
es para el Cusano el admirable cazador de la
sabiduría, no solo por lo que afirma en sus diálogos sino porque inspiró una
larga cadena de sabiduría de la cual él se siente deudor: aquella que asegura
que la verdad es una, que tal verdad es en sí misma negativa y se muestra participadamente en la multiplicidad pero solo es
alcanzable con una ciencia de la ignorancia.
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1 Referidas por Bianca (1993:
10-11).
2 Cf. Marx (1905: 172-173 y 181) y D’Amico (2009).
3 Cf. por ejemplo Hirschberger (1970) y Führer
(2002).
4 Cf. también Sermo II h. XVI/1, n. 3; Sermo
XIX h. XVI/3, n. 6 ; Sermo
LXVII h. XVII/5, n. 1.
5 Cf. Klibansky (1943), Wyller (1974), Beierwaltes (1987) y Monaco (2012).